El Partido Popular Europeo toma las riendas políticas del mayor desafío que ha afrontado la UE en décadas. Porque si la pandemia significó, con la reticencia de muchos, un «gran paso» en la integración fiscal con la primera emisión de deuda mancomunada, el nuevo escenario geopolítico está impulsando «la Europa de la Defensa». Y para cimentarla hace falta incrementar el gasto militar «más allá del 3% del PIB».

A eso se comprometieron este martes los líderes del PP Europeo, en una cumbre telemática convocada con urgencia por su presidente, Manfred Weber. El líder español, Alberto Núñez Feijóo, asumió en la cita impulsar, él también, esta inversión en defensa, aunque no gobierne. Y eso le compromete a apoyarlo en España, si es que Pedro Sánchez se decide (o es obligado) a proponerlo.

De momento, el único síntoma de que eso podría llegar es discurso del presidente del Gobierno a la salida de la cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno, convocada por Emmanuel Macron el lunes. Sánchez se quedó corto en la cifra, reafirmando su objetivo de «alcanzar el 2%», pero evitó hasta en tres ocasiones repetir el horizonte temporal de 2029, al que se aferraba hasta ahora.

Ningún miembro del Ejecutivo español dijo nada sobre el tema este martes, y eso que hubo Consejo de Ministros y la habitual rueda de prensa posterior.

Al asunto sólo se refirió Pilar Alegría, para rechazar que Sánchez vaya siquiera a llamar a Feijóo para darle cuenta lo discutido el lunes en París. Cuánto más una negociación que alumbre un eventual pacto de Estado, dado que hasta ahora todos los socios del PSOE lo rechazaban de plano.

«Fue una cumbre informal», alegó la portavoz. «Cuando haya decisiones, se informará a todos los grupos parlamentarios. Pero en la reunión no se decidió nada».

Pero ocurren varias cosas. La primera, que aun cumpliendo con ese horizonte de 2029, España llegaría 15 años tarde, porque el objetivo del 2% del PIB se acordó en la cumbre de la OTAN de Gales, en 2014. Es decir, cuando la Rusia de Vladímir Putin ya confirmaba su belicismo contra Ucrania, invadiendo la península de Crimea y alentando una guerra civil en el Donbás.

La segunda, que la Alianza Atlántica ya está avisando de que «el 2% se quedó anticuado». Y por boca de su nuevo secretario general, el neerlandés Mark Rutte, ha advertido de que en la próxima cumbre de junio se espera un cambio del suelo mínimo. Fuentes que participaron en la reunión del PPE dan por hecho que se elevará «al 3,5%».

La tercera, que Donald Trump, nuevo-viejo presidente de EEUU, exige «un mínimo del 5%». Y que, dado que él mismo no lo cumple ni de lejos (está en el 3,36%), el dato lo que busca es presionar a Europa para que se haga cargo de sí misma y de su seguridad. 

Es más, en la misa tarde de su toma de posesión, Trump se refirió a España como «uno de los países cuyo gasto en defensa es más bajo», espetó. Y después bromeó con sarcasmo sobre si el Gobierno presidido por Sánchez «forma parte de los BRICS» porque «se comporta como tal».

Los BRICS son el Brasil de Lula da Silva, la Rusia de Putin, la India de Narendra Modi, la China de Xi Jinping y la Sudáfrica de Cyril Ramaphosa. Todos ellos, rivales de EEUU en lo comercial, lo militar o lo político.

Todo esto tiene que ver, efectivamente, con la imagen del Gobierno de Sánchez en el mundo. Josep Borrell celebraba hace una semana, en una entrevista con EL ESPAÑOL, el «mérito diplomático» que supone que los países árabes celebren la agresividad española con Israel. Fuentes de Exteriores confirman que el Ejecutivo está «diversificando» intereses, mirando a China y a India.

Y aunque Sumar haya pasado de calificar el gasto en defensa de «disparatado» a abrirse a incrementarlo -con la extraña salvedad, eso sí, de que no tenga un enfoque «belicista»-, fuentes diplomáticas lamentan esos «guiños» de España a países calificados de «rivales» de Occidente.

Porque hoy son considerados «enemigos», al menos, desde Washington, donde reside «el poder del mundo libre». 

Pero aún hay que añadir una cuarta cosa que ocurre: que mientras Rusia impone la lógica de la guerra en Europa y Estados Unidos califica a la UE de «problema», los dos únicos líderes que estuvieron en París el lunes y el martes en la cita telemática del PPE fueron Ursula von der Leyen y Donald Tusk. La presidenta de la Comisión y el presidente de turno del Consejo de la UE.

Es decir, la responsable de proponer legislación comunitaria y el responsable de marcar la agenda de los Veintisiete en los consejos de este primer semestre de 2025. 

Así, tal como recuerda el comunicado conjunto emitido por los líderes del PPE, «con la ayuda de la presidencia polaca, nuestras prioridades inmediatas se pueden lograr rápidamente».

Con esa ayuda, y con la mayoría que tienen los populares en el Parlamento Europeo y en el Consejo Europeo: 11 de los 27 jefes de Estado y de Gobierno son del PPE… y pronto será uno más, el líder de la CDU alemana, Friedrich Merz, si no se da una hecatombe demoscópica en las elecciones de este domingo. 

Prioridades del PPE y de la UE

De este modo, se puede asumir que las prioridades anunciadas por el PPE, en el comunicado conjunto posterior a la reunión, serán las de la Unión Europea. Porque, con sus matices, todos los actores políticos de la UE saben que Europa se está quedando sola.

Primero, porque no sólo ocurre que Polonia preside este semestre el Consejo de la UE.

También se da la circunstancia de que este país, fronterizo con Rusia, es el principal amenazado por Putin desde la invasión de Ucrania. Además, ocurre que Tusk fue el anterior líder del PPE, que hace sólo seis años presidía el Consejo Europeo, y que suyo es el mérito de haber recuperado a Polonia de manos del populismo euroescéptico.

Segundo, porque a ese compromiso del 3% del PIB en defensa, se sumaron todos los asistentes a la cita. Entre ellos, Von der Leyen, que no sólo fue a las elecciones europeas con la promesa de crear una cartera de Defensa y Seguridad en la Comisión, sino que, antes de ocupar el cargo en la UE, era ministra de Defensa en Alemania.

Y tercero porque Feijóo preside el partido dentro del PPE que mejores resultados sacó en esos comicios comunitarios y es hoy la segunda delegación con más peso en la Eurocámara.

Por eso, el compromiso adquirido contrasta con la realidad de que España es el aliado de la OTAN con menor gasto militar: no pasa del 1,28% de su PIB, a pesar de su posición geoestratégica clave, como puerta de entrada al Mediterráneo.

El líder del PP siempre ha abogado por «un mayor compromiso» de España con sus socios y aliados. Y ha aumentado que, con el Gobierno actual, «no cumplimos ni somos fiables».

Eso sí, en su intervención ante el resto de líderes populares de la UE, el presidente del PP aludió a la necesidad de que la Unión cumpla sus compromisos con la Alianza Atlántica, evitando con diplomacia criticar explícitamente a Sánchez.

Principios del PPE

Pero además de ese compromiso de gasto militar que nuestro país debería, probablemente, triplicar, la declaración conjunta califica el escenario actual de «trascendental».  

El PPE se declara «plenamente comprometido a apoyar a Ucrania». Para fortalecer el poder de negociación de Volodímir Zelenski, plantean que cada Estado miembro de la UE debe «reconsiderar la intensificación de sus entregas de armas, especialmente de equipos altamente avanzados».

Según los populares europeos, cualquier orden de paz futuro «debe respetar la soberanía de Ucrania» y ser acordado con su presidente en la mesa. «Nada sobre Ucrania sin Ucrania, nada sobre Europa sin Europa».

Y es que los intereses ucranianos «son intereses europeos». Y las negociaciones lanzadas por Trump y Putin «no pueden» limitar su derecho soberano a «elegir sus propios acuerdos de seguridad, incluida la adhesión a la UE o la OTAN«, ni pueden llevar a «una renegociación de la arquitectura de seguridad de Europa».

Es decir, que la UE no permitirá que un «orden de posguerra» se concluya «en contra de la voluntad de la Unión y de sus Estados miembros», sino con ella y con ellos. Porque «sólo Europa puede garantizar un orden de paz a largo plazo y crear un futuro económico para Ucrania».

La amenaza que plantea Rusia para Europa «es a largo plazo y seguirá existiendo después del final de la guerra de agresión» en Ucrania. De modo que es «crucial lograr una paz sostenible y duradera» que no ofrezca a Rusia «la posibilidad de una nueva agresión».

De este modo, el PPE exige que todas las sanciones contra los aliados de Rusia en esta guerra «deben continuar y reforzarse». Y los crímenes de guerra «deben ser investigados por la Corte Penal Internacional«.

Y dado que «Ucrania pertenece a Europa», los primeros capítulos de esta posible resolución del conflicto, con Kiev y Bruselas en la mesa en igualdad de condiciones, «deben estar completamente negociados para fines de 2025«.

Propuestas del PPE

En la reunión liderada por Weber se dio por cierto que éste es «un momento crucial en la seguridad colectiva de Europa». No es sólo la invasión de Ucrania lo que preocupa, sino «de manera mucho más fundamental», de la propia seguridad del continente.

Así, este escenario requiere «una nueva mentalidad de urgencia«. No sólo aumentando la inversión en defensa, sino como elementos esenciales, «simplificando, estandarizando y apostando por las economías de escala» de inmediato.

Para que sea posible el alza del gasto militar, los Estados miembros «deben activar conjuntamente la cláusula de escape» en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, «de manera controlada y condicional». Es decir, que si se va a abrir la mano con las reglas fiscales de nuevo, la Unión debe poder controlar a cada país en su recorrido.

«Destacamos nuestro compromiso con la inversión conjunta en defensa», proclaman los líderes del PPE. Y para ello, instan al Banco Europeo de Inversiones (BEI), presidido por la española Nadia Calviño, a «revisar sus prácticas crediticias», lo que también enviaría «un mensaje contundente a los bancos privados».

El PPE propone, como pasos iniciales, una política de «adquisición conjunta» para mejorar las capacidades militares: las inversiones deben centrarse en «prioridades de inversión europeas», empezando por proyectos de defensa de interés común. 

También reforzar la inversión en «movilidad militar». Es decir, en infraestructuras capaces de facilitar y acelerar «el traslado de tropas y activos por toda Europa«, como elemento crucial para estar preparados ante cualquier agresión.

Para ello, lejos de proponer nuevos fondos basados en los Next Generation, como plantea el Gobierno de España, se reclama a los Estados miembros «movilizar los fondos de cohesión» ya existentes.

Eliminar burocracias y simplificar las licitaciones, «alineando las normas sobre adquisición, transferencias intracomunitarias y permisos».

Respecto a EEUU y otros aliados, «intensificar la cooperación europea en materia de defensa» con ellos, hallando «soluciones pragmáticas» que aumenten la «cooperación tecnológica, operativa y de adquisición» frente a amenazas comunes.

Es urgente, añaden los populares, «finalizar el Programa Industrial Europeo de Defensa«, fortalecer la cooperación con la industria militar ucraniana y «sentar las bases de un régimen europeo de producción de defensa».

Dado que «es necesario centrarse en tomar decisiones rápidas y eficaces», el PPE propone dos actuaciones en lo logístico y puramente militar: una, la creación de «un Consejo de Defensa autónomo«, más allá de la OTAN. Y dos, un Comité de Defensa Permanente, es decir, una especie de Estado Mayor de la UE.

Y en lo político, los populares europeos plantean la celebración de cumbres extraordinarias «e inclusivas» entre la UE y la OTAN para impulsar con decisión «la autonomía estratégica» de la Unión, sus «capacidades de defensa» y construir, así, «un pilar europeo en la OTAN que también pueda funcionar de forma autónoma».

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