El aceite de oliva es el oro líquido de la cocina, posee múltiples usos como aderezar ensaladas, cocinar, freír y preparar salsas, realzando los sabores de los alimentos. Últimamente su precio refleja el valor de un auténtico tesoro. Es un producto esencial por su sabor, versatilidad y beneficios para la salud. Buscar los precios más asequibles en el mercado es igual de importante que saber conservarlo de manera adecuada para mantener su calidad. ¿Dónde almacenas el aceite de oliva?
Los expertos advierten de que guardarlo en un lugar y de una manera inadecuada puede hacer que pierda sus propiedades más rápido de lo esperado. Muchas personas suelen colocar el aceite de oliva cerca de la vitrocerámica o cerca del horno para tenerlo a mano al cocinar. Sin embargo, el contacto directo con el calor acelera el proceso de oxidación haciendo que el aceite obtenga un sabor más rancio.
Otro de los grandes enemigos del aceite es la luz. Guardar el aceite en botellas transparentes y dejarlo cerca de ventanas o bajo luces intensas provoca la degradación de sus antioxidantes y ácidos grasos saludables. La mejor opción es almacenarlo en recipientes oscuros o en un lugar alejado de la luz.
Tampoco debes mantenerlo cerca de alimentos con aromas intensas como cebollas o ajos ya que podría adquirir sabores no deseados. Lo mismo pasa si lo guardas en recipientes abiertos o mal cerrados. Es recomendable utilizar envases herméticos y reducir al mínimo su exposición al aire.
¿Cómo afecta a tu salud el aceite en mal estado?
El consumo de aceite de oliva en mal estado puede tener diversas consecuencias para la salud. Si observas que está oxidado o tiene un sabor rancio, podría irritar el sistema digestivo, provocando síntomas como náuseas, dolor estomacal, hinchazón y, en algunos casos, diarrea.
El aceite de oliva de calidad es rico en ácidos grasos saludables que protegen el corazón, pero cuando se oxida, estos lípidos pueden volverse perjudiciales. Consumir aceite deteriorado de forma regular podría contribuir a la inflamación sistémica, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión y la acumulación de placas en las arterias.
Asimismo, el hígado es el encargado de procesar las grasas en el organismo. Cuando se ingiere aceite en mal estado, el hígado debe esforzarse más para metabolizarlo, lo que puede generar estrés hepático. A largo plazo, una dieta rica en aceites oxidados podría afectar el metabolismo de las grasas y aumentar el riesgo de resistencia a la insulina, contribuyendo al desarrollo de la diabetes tipo 2.
Por ello, si quieres evitar estos efectos negativos, es fundamental almacenar el aceite de oliva en un lugar fresco, oscuro y en envases bien sellados. Si presenta un olor rancio, sabor avinagrado o una textura extraña, lo mejor es desecharlo. Elegir un aceite de oliva de buena calidad y conservarlo correctamente asegurará que mantenga todas sus propiedades saludables.