Fue hace setenta años en Alemania, con su decisiva intervención para derrotar al nazismo, donde empezó construirse el llamado siglo estadounidense, y podría ser también en Alemania donde empiece a escribirse su epitafio definitivo. Una imagen basta para resumir lo que está pasando. En su reciente visita a Múnich el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, no quiso reunirse con el canciller alemán Olaf Scholz. “No tenemos ninguna necesidad, no durará mucho como canciller”, dijo despectivamente uno de sus asesores. Pero al día siguiente corrió a conocer a Alice Weidel, líder de Alternativa por Alemania (AfD), el partido populista de extrema derecha al que muchos alemanes acusan de ser heredero del nazismo. El mundo al revés. En tan solo un mes de presidencia, Trump no solo ha dejado en la cuneta a los aliados más fieles de EEUU, sino que está dándole la puntilla al orden internacional que ha sustentado el dominio hegemónico de su país durante décadas.

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