universitarios, inmigrantes y empleados públicos ante un futuro incierto

«Anoche, en una cena en Washington DC, cinco personas me entregaron su currículum en mano. Y eran de posiciones senior«. Una profesora de una universidad de prestigio en EEUU condensa así el revuelo que la arrolladora llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha ocasionado en el mercado laboral. A los miles de empleados públicos que ya han sido despedidos o que -según lo previsto- terminarán sus contratos próximamente, se suman los trabajadores y estudiantes internacionales con visados, cuyas perspectivas laborales en el país están pausadas hasta nuevo aviso.

El miércoles, el Departamento de Veteranos de Guerra confirmó el despido de más de 1.000 trabajadores, en su mayoría con menos de dos años de antigüedad. Un día después, el Departamento de Energía terminó los contratos de más de 2.000 empleados y el Servicio Forestal de otros 3.000 -todos ellos en periodo de prueba-, de acuerdo con el diario Politico.

Se desconoce el alcance de los despidos que el Gobierno Federal de EEUU formalizará bajo el comando del magnate empresarial Elon Musk, designado por Trump como responsable de reestructurar las agencias y departamentos públicos y dependientes de Washington.

Más de 200.000 empleados en la cuerda floja

Según los datos del Gobierno, hay al menos 280.000 trabajadores que fueron contratados hace menos de dos años y cuyo despido sería fácil bajo la legislación estadounidense. En total el Gobierno federal emplea a dos millones de personas, siendo California, Washington DC y Texas los territorios con más trabajadores públicos.

«Hay un ambiente de inquietud también entre profesionales con experiencia. Nadie tiene idea de lo que puede pasar y ya están buscando alternativas», señala esta profesora de Asuntos Públicos, una de las áreas más pendientes de los próximos pasos de la nueva administración.

Saltar del sector público al privado tampoco parece una opción factible, al menos por el momento. En primer lugar porque en la capital estadounidense hay decenas de empresas consultoras o prestadoras de servicios cuyo principal cliente es el Gobierno federal, por lo que la contratación de personal está congelada hasta nuevo aviso.

Ni siquiera están garantizadas las adjudicaciones aprobadas por el Congreso en sus últimos presupuestos, después de que Trump ordenara congelar ciertas partidas aprobadas para «revisar los gastos innecesarios«, una decisión que ya ha sido contestada en los tribunales y que por tanto se alargará en el tiempo.

Por ello, el mundo académico está siendo visto como un refugio para muchos de los profesionales en áreas como la sostenibilidad y el clima, donde se esperan con más impacto los recortes de Trump.

Sin embargo, el ámbito universitario tampoco se libra de los recortes. La semana pasada, Institutos Nacionales de Salud recortaron las asignaciones que los campus de investigación reciben para financiar materiales y gastos administrativos. Los partidarios de la medida argumentan que gran parte del dinero público iba para entidades privadas multimillonarias como Harvard, Columbia o Stanford que no necesitan esos fondos, mientras que los críticos denuncian que el recorte resultará en despidos e interrupciones de programas de investigación.

Seísmo en el mundo académico

La salida abrupta de cientos de miles de empleados con experiencia al mercado de trabajo también ha agitado los ánimos de infinidad de estudiantes en el país que planean incorporarse al mundo laboral esta primavera o el año que viene.

«Lamentablemente, la de este año es una de las promociones que más difícil va a tener encontrar su primera oportunidad laboral», reconoce una asesora de carrera profesional de una de las grandes escuelas de negocios del país.

Ni siquiera contar con MBA de las prestigiosas Ivy League garantiza a estas alturas una transición rápida al mundo profesional. La revista The Economist señalaba que durante la última década el 82% de los «estudiantes de centros de élite» habían aceptado una oferta de trabajo antes de graduarse, mientras que en 2024 esa cifra fue del 62%. Y este 2025 se prevé que baje aún más.

El ánimo en los campus tampoco es positivo: «Invertí para formarme y tener buenas credenciales pero soy consciente de que voy a tener que competir con cientos de personas con años de experiencia que buscan cambiar de sector o de ámbito», argumenta Sarah, estudiante de MBA en Nueva York.

«Yo he dejado de postular a trabajos del sector público o de consultoría, creo que las finanzas es el único ámbito estable para nosotros ahora», añadía Arnold, quien se gradúa en mayo y postula «a una decena de puestos» cada semana y ve como los procesos «no avanzan».

La incógnita del talento internacional

Aunque sin duda, el grupo que más está notando el clima de incertidumbre son los miles de estudiantes internacionales que se trasladan a EEUU para ampliar su formación y tienen derecho a un permiso temporal de trabajo de un año en el caso de títulos de ciencias sociales y de tres en áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).

La eliminación de los planes de diversidad en el sector público y en empresas privadas como Meta, ha anulado la ventaja competitiva que algunos de estos estudiantes tenían para incorporarse al mercado laboral estadounidense, arduamente complicado de por sí porque las posibilidades de mantener el puesto una vez agotado el permiso que concede la visa de estudiante son escasas.

El camino más directo es lograr un visado de trabajo H-1B, por el que la empresa debe justificar la contratación de un no-ciudanano en base a sus aptitudes o talentos. Y entraña limitaciones, pues el candidato apoyado por la empresa luego debe participar en una lotería en la que el cupo es de 85.000 permisos al año.

«De momento se mantiene esa práctica pero es verdad que hay algo de ruido al respecto y muchos departamentos de contratación están siendo cautelosos al considerar candidatos internacionales», admite un reclutador una consultora.

Trump ha dicho en anteriores ocasiones que él es «un creyente en la visa H-1B» y que de hecho «tiene muchos trabajadores extranjeros con visados H-1B en mis propiedades». Otras voces del Partido Republicano critican el programa ya que argumentan que quita empleos a ciudadanos estadounidenses.

Las acciones de Trump en materia migratoria hasta el momento se han centrado en la deportación de inmigrantes indocumentados y no ha tocado el sistema de visados, muy defendido también por Elon Musk y otros magnates tecnológicos de Silicon Valley, que defienden que EEUU debe ser un polo de atracción de talento -el propio Musk llegó con visa de estudiante para acudir a Stanford-.

Se esperaba que saliera algo en concreto sobre este asunto tras la reunión de Trump con el primer ministro de la India, Narendra Modi, ya que es el país con más receptores de visados de trabajo, pero no hubo mención al respecto, dejando a los estudiantes y empleados internacionales con las mismas incógnitas que los empleados públicos.

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