El presidente de Rusia, Vladimir Putin. / EP
Eso debe estar pensando Zelenski estos días mientras Trump no para y tras proponer hacer en Gaza la Riviera de Oriente Medio, esta semana ha llamado a Putin, quizás los dos egos más grandes del momento (aunque Musk no ande lejos), para echarse piropos y hablar de Ucrania. Trump no oculta su admiración por Putin, y éste halaga el “sentido común” del primero. Todos contentos.
Trump dijo en su día que la invasión de Ucrania es culpa de Biden, que nunca se hubiera producido si en 2022 él hubiera estado al mando y que, en todo caso, se sentaría con Putin y arreglaría el problema en veinticuatro horas, antes incluso de su toma de posesión. No ha sido así y ahora ha dado orden al vicepresidente Vance y al secretario de Estado Rubio de empezar a negociar con Rusia durante la Conferencia de Seguridad de Múnich estos mismos días. Tiene prisa, quiere el Nobel de la Paz (!) y no lo oculta.
En mi opinión Putin es el ganador de esta conversación que Trump considera el pistoletazo de salida de la negociación. Gana porque consigue hablar de tú a tú con Trump, cumpliendo su vieja ambición de poner a Rusia al mismo nivel de influencia mundial que en su día tuvo la URSS. Gana porque ha puesto fin al aislamiento diplomático que Rusia sufre por parte de occidente desde que invadió a su vecino violando los acuerdos que se firmaron en Belavezha, en 1991, cuando se disolvió la URSS y en Budapest, en 1994, cuando Ucrania transfirió a Rusia su arsenal nuclear a cambio de la garantía de su soberanía e integridad territorial. En la conversación Putin y Trump han acordado verse pronto. Aquí hay dos líderes que valoran poco el Derecho Internacional y piensan que los grandes pueden hacer lo que les convenga atendiendo a sus sacrosantos intereses de seguridad (en Ucrania, Panamá, Groenlandia…) y que los pequeños deben aguantar como también han hecho siempre… Y finalmente Putin gana porque ha conseguido parte de lo que desea antes incluso de empezar a negociar, pues Hegseth, secretario de Defensa, ha reconocido estos días de una tacada que no es realista pensar que Ucrania vaya a recuperar el territorio perdido (un 23%), que debe abandonar toda veleidad de entrar en la OTAN, que su seguridad futura es asunto europeo y no americano, y que esa seguridad no estaría cubierta por la OTAN.
Siendo bastante, Putin quiere más. Quiere que Ucrania abandone el territorio ruso que ocupa y que la negociación no se limite a procurar un alto el fuego sino que enfrente “la raíz del conflicto” (?). Y eso augura nuevas exigencias.
Tras esta conversación telefónica entre Putin y Trump, Zelenski queda a la intemperie sin paraguas. Nada que ver con el “Programa para la Victoria” que presentó el pasado diciembre. Sabe que si Ucrania no se sienta a la mesa es muy probable que acabe formando parte del menú y salga desmembrada de la negociación, al margen de las protestas de Kiev y por más que si americanos y rusos no logran su aquiescencia el resultado ofrecerá serias dudas de viabilidad futura. Por ahora Trump le ha dicho que seguirá apoyándole pero no gratis sino a cambio de minerales raros que necesita Washington.
Mientras, los europeos reunidos en Bruselas (esta vez España estuvo presente ¡menos mal! con Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Polonia) han reafirmado su apoyo firme a Ucrania y exigen participar en una negociación en la que con razón afirman que se juega la seguridad del continente. Porque aquí el riesgo es que rusos y americanos se pongan de acuerdo sobre el futuro de Ucrania sin contar ni con ella ni con Europa, poniendo una vez más de relieve la necesidad cada vez más urgente de dotarnos de una política Exterior común que nos permita hablar en el mundo con una sola voz, y de una política de Defensa común que nos permita defender nuestros intereses. O sea, hacer que nos tomen en serio. Y eso exige acabar con la unanimidad en la primera y dotar de más dinero a la segunda. Es una carrera contrarreloj y no podemos seguir mareando la perdiz. Trump puede ser el estímulo que necesitamos para ponernos de una vez las pilas y hacer lo que hace tiempo sabemos que tenemos que hacer, porque el precio de no hacerlo será cada día más alto.