El último año ha estado marcado por dos episodios mortales, trágicos, emocionalmente devastadores pese a todas las diferencias en cuanto a su magnitud, alcance y grado de imprevisibilidad. Un año después del incendio de Campanar del 22 de febrero, que provocó la muerte de diez personas, y con la sociedad valenciana mediatizada por la dana del 29 de octubre (227 fallecidos, tres de ellos aún desaparecidos), las dos heridas profundas que deja el último año permiten extraer conclusiones en cuanto a la gestión política de sendos episodios.

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