En una colonia penal del Ártico conocida como «Lobo Polar», aislado, pasando frío y sueño (no se le permitía dormir más de una hora seguida) y con el único posible alivio de poder ver de forma muy esporádica la aurora boreal, murió el 16 de febrero de 2024 el opositor ruso Alekséi Navalni. Su pérdida fue muy significativa para la oposición, ya que era uno de sus principales rostros. El Gobierno del país lo sabía y por ello presionó a sus allegados para que le enterraran de forma anónima en Salejard, en la región septentrional de Yamalo-Nenets, donde encontró la muerte y lejos de donde vivió la mayor parte de su vida, Moscú. Finalmente, su último adiós en febrero de 2024 se permitió en la capital rusa y se convirtió en una gota de protesta contra el régimen diluida en un océano de silencio. A pesar de esta noticia tan dura, la oposición rusa no bajó los brazos. Con dificultades, penas de cárcel, miedo y en muchas ocasiones desde el exilio, un año después mantienen la lucha contra el presidente ruso, Vladímir Putin, y su Gobierno. 

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