Fue un detalle que pudo pasar desapercibido para la mayoría de las personas, pero que en realidad era un claro símbolo del cambio que se está produciendo, desde hace unos meses, en la Casa de Su Majestad el Rey. Hace algunas semanas, la reina Letizia caminaba bajo la lluvia, protegida por un paraguas y agarrada a su brazo, como si fueran dos buenas amigas que pasean por una calle de Madrid, su mano derecha: María Dolores Ocaña.
La esposa de Felipe VI le decía a su acompañante: «Arrímate, que te vas a mojar«. Las dos mujeres estaban entre risas. Ambas se dirigían a una reunión en la sede de la Federación Española de Enfermedades Raras y la complicidad existente era evidente. Además, hace un año nadie se hubiera imaginado al duque de Abrantes -antecesor en el cargo que ahora ocupa María Dolores Ocaña– amarradito del brazo de su jefa.
Otra cosa llamó mucho la atención a los periodistas que cubren de forma habitual las noticias de la Casa Real fue la vestimenta de la acompañante de Letizia. «¿La secretaria lleva vaqueros?«, se preguntaban asombrados. La razón de tanta sorpresa es que, hasta ese momento, para acudir a cualquier acto de la Familia Real, aunque fuera el más corto e insignificante, estaba completamente prohibido lucir cualquier prenda de tejido denim. Y ahora uno de los cargos más altos de Zarzuela llevaba esta prenda tan casual.
La reina Letizia y María Jesús Ocaña llegando a una reunión de trabajo en Madrid.
Muchos son los profesionales de los medios de comunicación que, durante años, se han llevado sonoras broncas por parte de los adjuntos de la institución por intentar cubrir un acto luciendo vaqueros. Fue muy conocida una protagonizada por Blanca Gisbert, un icono dentro del equipo de prensa de la Casa Real y que se jubiló en el año 2011, cuando hizo llorar a una reportera de informativos en un acto en Tres Cantos, Madrid. Le increpó por intentar cubrirlo llevando puestos unos vaqueros de color negro. Por eso, al ver hace unas semanas a la secretaria de la Reina ir a trabajar vistiendo una prenda hecha en ese tejido, la noticia corrió como la pólvora entre los corrillos de la prensa especializada.
Un año con Villarino
Aunque esto parezca una anécdota sin la menor importancia, lo cierto es que para muchos se trata de un símbolo más del cambio. Es una prueba del ambiente más relajado, tranquilo y menos encorsetado que vive la jefatura del Estado. Es una ventana en palacio por la que se cuela el aire fresco, nuevos tiempos y que ha sido abierta por su nuevo jefe de la Casa Real, Camilo Villarino, que justo cumple ahora un año en el cargo.
La actual mano derecha de Felipe VI ha cambiado estilos, comunicación y actitudes en el seno de la Corona española. «Sobre todo se acabaron los secretos. Nadie dice que ahora por los pasillos se van contando todos los planes, reuniones y demás… Simplemente ahora hay más transparencia, más tranquilidad, menos título nobiliario y más gente normal, profesionales, trabajando en Zarzuela en nuestro día a día. Han dejado de importar los apellidos compuestos con guion o los galones para que empiece a contar lo que sabes y, sobre todo, lo que puedes aportar. Menos castellanos -la fuente se refiere al clásico calzado masculino tipo mocasín con borlas- y más vaqueros«, explica a EL ESPAÑOL una persona cercana al equipo del Rey.
La prensa habitual que cubre los actos de la Casa también lo ha notado. «No huye de nosotros. Se acerca, nos cuenta, nos informa de las cosas. Hemos ido este año más veces a El Pardo que en 10 años con Alfonsín. Parece que se alegra de vernos, de hecho, nos ayudan en los viajes y nos explican las cosas. No rehúye las preguntas ni marca una frontera clara entre nosotros y ellos. Trabajar así es mucho más sencillo», revela a este diario uno de estos periodistas.
Alfonsín, en el anterio jefe
Hace justo 12 meses que se jubiló Jaime Alfonsín, anterior jefe de la Casa de Su Majestad el Rey.Y, en lugar de buscar una jubilación dorada a sus 68 años, ha ido acumulando cargos en el sector privado. Las últimas organizaciones que se han hecho con sus servicios son el grupo hotelero Barceló y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), según los registros actualizados por en el Portal de Transparencia.
El gallego estuvo casi tres décadas al servicio de Felipe VI, primero cuando era Príncipe y después ya como Rey. Abogado de profesión, este hombre discreto, educadísimo y hermético era la persona perfecta para ayudar al Monarca en sus primeros pasos en el trono. Hay que recordar que cuando fue proclamado el 19 de junio de 2014, la Monarquía vivía su peor momento, con una institución acorralada por los escándalos provocados por la Familia del Rey, sobre todo el Caso Noós y ciertas actitudes de su padre, Juan Carlos.
El rey Felipe VI y la reina Letizia con Jaime Alfonsín en junio de 2014.
Alfonsín tenía la misión de salvar y restaurar la confianza que los españoles tenían en la Jefatura del Estado. Para ello decidió que su línea a seguir durante su servicio era la siguiente: cuanto menos se hable de nosotros, mejor. Y aunque muchos, sobre todo los medios de comunicación, no estuvieron de acuerdo y auguraban la desaparición de la Monarquía por falta de visibilidad, lo cierto es le funcionó. Y cuando abandonó Zarzuela hace poco más de 365 días, la Corona estaba en su mejor momento.
Para sustituir una figura tan importante como Jaime se buscó un hombre con un perfil muy concreto: diplomático de alto nivel, leal, discreto, con mano izquierda para la política y, sobre todo, con los pies cerca del suelo que cada día pisan los españoles. Lejos de pensar en alguien de dentro de Zarzuela para el relevo, el jefe del Estado eligió a Camilo Villarino, un diplomático de 60 años que trabajaba como jefe de gabinete de Josep Borrell en la Unión Europea.
La revolución de Villarino
Desde que Villarino llegó a la Casa Real hace un año, sus líneas de actuación han sido claras: cercanía frente a rigidez, sencillez frente a altivez y, sobre todo, mucha empatía con la sensibilidad ciudadana.
La revolución que ha emprendido el zaragozano dentro del recinto de El Pardo ha sido pautada, pausada, pero con pasos firmes y seguros. Una de sus primeras medidas fue abrir las puertas de la Familia Real. ¿Cómo? Pues haciendo caso a una de las demandas más recurrentes de los últimos años: la apertura de una cuenta oficial en una de las redes sociales más populares, Instagram.
«Se trata de una ventana abierta de par en par, pero de forma controlada, es una herramienta muy útil para acercar la Corona a la gente, pero con poco riesgo. Recuerdo un acto en la Fundación ONCE en Madrid, cuando Letizia era todavía Princesa de Asturias: cuando echaron a los fotógrafos del salón de actos y sólo nos quedamos los redactores, ella se acercó a las familias y sobre todo a los niños. Todo eran gestos de cariño, complicidad, cariño hacia esas personas… Los que estábamos viviendo la escena nos acercamos a Zuleta -se refiere al exsecretario de la Reina, José Zuleta– y le preguntamos por qué no podíamos grabar esas imágenes para que todo el mundo las viera, ya que se mostraba a una Letizia cercana, preocupada por la gente, cariñosa, empática… -Atributos que por aquella época se le achacaba a la esposa de Felipe VI de carecerlos-. Él muy serio nos contestó: ‘Nosotros no traficamos con la imagen de los niños‘. Nos quedamos de piedra y nunca más volvimos a preguntar», explica este mismo periodista, que lleva más de 20 años cubriendo las noticias de la institución.
Poco a nada que ver con las escenas, publicadas por la cuenta de Instagram de la Casa y por todos los medios de Letizia, hace 10 días. La Reina estaba en un colegio de Madrid sentada en el suelo leyéndoles a los pequeños un cuento infantil.
En Instagram el plan tenía que ser diferente a los comunicados de prensa o a las publicaciones de tono institucional que se hacían en la cuenta de X. La estrategia tenía que ser más cercana e íntima y para eso necesitaban fichar a alguien que conociera bien su funcionamiento. Se decidió que esa persona fuera una mujer, Laura Díaz, una experimentada community manager.
La búsqueda del perfil estuvo en manos del propio Camilo Villarino, acompañado por Jordi Gutiérrez, jefe del departamento de comunicación de la Casa. Se requería a una persona multidisciplinar porque tiene que escribir los copys, grabar, editar y montar los vídeos para los reels, como los que han ido subiendo a lo largo de estos meses.
Unos ejemplos: la visita de la Princesa y la Infanta a los Juegos Olímpicos de París en el mes de mayo. Las imágenes de Leonor en su nueva etapa en la Armada o selfies hechos por el propio rey Felipe. La cuenta tiene ya más de 800.000 seguidores y se ha convertido en una fuente inagotable de imágenes entrañables y cercanas de los Borbón Ortiz.
La feminización de la Casa Real
En el mes de diciembre, Camillo quiso poner a Zarzuela en la misma línea que sigue la sociedad española en cuanto a la presencia femenina dentro de los equipos directivos, algo impensable hace 10 años, cuando en todo el staff de la Casa solo había una mujer, la interventora Beatriz Rodríguez. Tras la llegada de la secretaria de la Reina, María Dolores Ocaña, se hizo los cambios en la Secretaría General de la Casa del Rey y en la Consejería Diplomática.
Salieron Domingo Martínez Palomo en el primer caso y Alfonso Sanz Portolés en el segundo. Ambos puestos fueron cubiertos, por primera vez en la Historia, por dos abogadas: Mercedes Araújo Díez de Terán, de 55 años y antigua secretaria general adjunta para Asuntos Parlamentarios del Congreso de los Diputados, y por Carmen Castiella Ruiz de Velasco, que estaba en Paraguay ejerciendo el cargo de embajadora de España.
De izquierda a derecha, Mercedes Araújo, Carmen Castiella, María Ocaña y Ana Varela.
«No es que se buscaran mujeres, es que se pensó en los mejores para ejercer esos puestos, nada más. Una renovación en la que, como pasa en España fuera de los muros de El Pardo, las mujeres están en la primera línea de los puestos de mando. Y eso nadie lo puede poner duda. Eran la mejor opción y han resultado ser mujeres», explica a este medio la misma fuente cercana al equipo de Felipe VI.
Otro de los objetivos de Camilo desde su llegada a El Pardo es devolverle la ilusión de los españoles en su Jefatura del Estado. «Romper esa especie de línea invisible que había entre los Reyes y la gente. Ser más cercanos, aunque antes se pensaba solamente en los españoles y en servir a España de la mejor manera, sí es cierto que había que recuperar la ilusión por la figura del jefe del Estado y esto se ha visto mucho en los últimos meses. Sobre todo, en la tragedia de la DANA valenciana. La imagen de los Reyes en medio de los atormentados vecinos, receptores de su dolor y salpicados por el barro, no tiene precedentes. Pero el otro día en Campello, cuando se desató la locura con Felipe VI, eso hace un par de años solo ocurría cuando iban los dos juntos, ahora el Rey vuelve a ser el protagonista absoluto. Compara la visita al Hospital de Lesionados Medulares de Toledo de hace cinco años con la que tuvo lugar el pasado martes. Son otros», cuenta esta misma persona.
Las dificultades del año
Pero no todo ha sido un camino de rosas para Camilo Villarino en estos meses. Las tensiones del Gobierno con la jefatura del Estado han sido duras pruebas para el nuevo jefe de la Casa. Han sido varias las causas de desencuentro entre ambas instituciones, aunque desde Zarzuela quieren quitarle importancia e intentan que las cosas que les separan sean lo menos visibles posibles, los problemas han sido más que evidentes.
Con un presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que interrumpió la costumbre institucional de despachar todas las semanas con el Jefe del Estado en el Palacio de La Zarzuela, las cosas han fluido menos entre Casa Real y Gobierno. Además, tampoco ha ayudado que ningún ministro acompañe al Rey a las tomas de posesión de los mandatarios iberoamericanos o el desplante vivido durante la visita de Felipe VI a los países del Báltico.
Pedro Sánchez, Felipe VI y la Reina Letizia, durante la Pascua Militar de 2024.
EFE
Los sucesivos errores de protocolo, la hostilidad de los socios republicanos de la coalición gubernamental y la evidente descoordinación entre Zarzuela y Moncloa, como ocurrió en diciembre con la falta de representación española en la reapertura de Notre Dame, en París, han sido otras de las dificultades con las que se ha topado el diplomático aragonés.
Si repasamos los adjetivos que le dedica la gente que mejor le conoce, es posible que Villarino consiga que su labor siga siendo un verdadero éxito. Personas que han trabajado con él lo definen como «discreto, prudente, organizado, buena persona, con temple y con su retranca». Alguien muy serio y frugal, «hermético y reservado», pero con cierto humor, servidor del Estado y del país, «patriota y firme defensor de las instituciones», apunta un compañero que destaca cómo ya de adulto hizo cursos de reservista y juró bandera y siempre reservaba parte de sus vacaciones para ir a los ejercicios, lo que hace que los conozca de primera mano, algo muy importante, ya que el Rey es el jefe supremo de los militares en España.
En el plano personal, está casado con Susana de Funes, con la que tiene tres hijas. «Es un hombre muy de familia. Religioso y hasta cercano a las ideas del Opus Dei, de hecho, estudió en la Universidad de Navarra, pero sin llegar a serlo. Tiene mucho sentido del humor, es afable, educado y cariñoso. Es, en definitiva, una buena persona», explican desde su círculo más íntimo a este diario.
Camilo Villarino cumple su primer año como la mano del Rey y aunque todavía le queda mucho trabajo por delante, nadie puede dudar que ha conseguido uno de sus objetivos: que los españoles, además de respetar a Felipe VI, ahora además, le quieran.