30 céntimos por kilo le pagan al agricultor, pero a ti en el supermercado te cuesta 2 euros y 5 céntimos. Siete veces más. Los precios de los limones se inflan un 583% desde que se pagan al precio en origen a lo que nos cuesta en los supermercados. Y así con todas las frutas, verduras, hortalizas… con los productos del campo en general. Un auténtico despropósito, pero así funciona el mercado.

Podríamos dar una mínima solución con un doble etiquetado. Esa petición que llevamos años y años pidiéndole al ministro Luis Planas desde las organizaciones de consumidores y de agricultores. Pero parece que no tiene mucho interés en que le saquemos los colores sobre todo a los supermercados, viendo claramente como consumidores las diferencias entre lo que se le paga al pequeño agricultor y lo que tenemos que pagar los consumidores.

Sería simplemente una medida para provocar empatía, para que nos demos cuenta de lo maltratado que está el sector primario y, sobre todo, para que veamos el enorme margen de especulación que hay en la cadena alimentaria.

Y esa medida que planteamos es absolutamente light. Imagínate qué pasaría si lo que reivindicáramos fuera poner un tope a los precios, poner un tope a los márgenes de beneficio para frenar, para recortar la especulación. Ahí la respuesta del Partido Socialista sería sin duda un «no» rotundo. Y ni qué decir tiene de lo que pasaría con las derechas que nos acusarían a todos los que reivindicáramos eso de ser socialcomunistas bolivarianos castristas soviéticos. Que queremos acabar con el mercado, que queremos arruinar a todos los empresarios.

Cuando lo único que estamos pidiendo sencillamente es que ganen dinero. Que ganen mucho dinero, pero que no ganen tantísimo dinero a través de sus prácticas especulatorias. Se están forrando a costa de los consumidores. Y a costa también de mal pagar a los agricultores.

¿Cuál es entonces la solución a una carestía de los alimentos que no está vinculada a unos altísimos costes sino a una altísima especulación? Ninguna. No nos quieren dar absolutamente ninguna solución.

Tenemos que aguantarnos con lo que hay. «Es el mercado, amigo«, que diría el famoso autor del milagro económico del PP, el delincuente Rodrigo Rato. Los consumidores tenemos que resignarnos con lo que está ocurriendo, porque realmente no tenemos reales alternativas en el mercado. No podemos comparar entre supermercados, no podemos comparar entre distintas superficies porque la especulación sigue ahí.

Ni tan siquiera en estos dos últimos años 2023 y 2024, cuando estaba prohibido subir los márgenes de beneficio en los alimentos afectados por la rebaja del IVA, se ha querido hacer absolutamente nada.

Una prohibición virtual, una prohibición ante la que no se ha querido actuar sancionando a quienes se la saltaban. El Ministerio de Agricultura prometía llevar a cabo inspecciones que nunca hizo y, en todo caso, lo que vimos fueron fotos del ministro Luis Planas con los señores de los supermercados aplaudiéndoles lo mucho que estaban ajustando sus precios en su imaginación.

Desde el Ministerio de Consumo dijeron que abrían una investigación que no llevó a ningún término. No se han puesto en marcha protocolos de sanción y las comunidades autónomas, sus autoridades de consumo, que igualmente podrían haber emprendido medidas sancionadoras, no hicieron absolutamente nada.

Lo que ocurre con los precios de los alimentos es una auténtica tomadura de pelo, o más bien un fraude de proporciones épicas.

Soy Rubén Sánchez y en ocasiones veo fraudes

Editorial del episodio 67 del pódcast En Ocasiones Veo Fraudes.

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