Se vanagloriaba el Atlético en la previa contra el Celta de algo casi inédito para un equipo con la carga de partidos actual: ni sancionados ni lesionados. Encima, con el acicate de ponerse líder tras el tropiezo del Real Madrid. Esta foto ideal duró exactamente cinco minutos. Lo que tardó Pablo Barrios en ser expulsado después de perder un balón e intentar recuperarlo con una entrada en la que dejó los tacos en la pierna de Pablo Durán. Aguantaron los de Simeone hasta el 68, cuando Iago Aspas anotó un penalti. Sorloth, otra vez salvador, rescató un punto que no permite a los rojiblancos asaltar el liderato. Los de Ancelotti quedaron indultados y el Barça puede ser, de nuevo, el gran beneficiado de la jornada.
Roja de Barrios como contra el Leverkusen
Acciones como la de Barrios no tienen la intencionalidad de una expulsión violenta, pero son igualmente punibles. Los códigos arbitrales se parecen cada vez más a los judiciales -de hecho nacen de la misma naturaleza- y no tienen en cuenta intenciones o deseos, sino hechos. El castigado por Martínez Munuera dejó al Atlético con diez para el resto del partido. Otra vez tuvo que intervenir el VAR, que se ha convertido en el radar que sanciona a los jugadores, aunque sobre todo a los árbitros de campo, corregidos una y otra vez desde la sala de Las Rozas.
Barrios, la gran joya de la cantera rojiblanca, tendrá que aprender a contemporizar. Ya pasó por una situación similar contra el Leverkusen en Champions, cuando fue expulsado, también en la primera parte (minuto 24), por una dura entrada sobre Mukiele. De nuevo el VAR le impuso el castigo mayor. Esa noche, el Atlético se repuso a las adversidades para tumbar a un Bayer que encima se adelantó al borde del descanso. Más presión psicológica era imposible. La providencia de Julián Álvarez cambió el sentido del encuentro. A ese recuerdo se afilió Simeone, quien reconfiguró a los diez contra el Celta en un 4-4-1. Sacrificó a Lino y dio entrada a Koke para no perder control en el centro del campo.
Lo bueno de este Atlético es que tiene tendencia a reponerse de los problemas. Es más, Giuliano Simeone se bastaba para crear el caos presionando a Guaita, que sufría con los pases hacia atrás de sus compañeros. La idea colchonera era clara y lógica: salir a la carga tras robo de balón. Tan poco le gustó la película a Claudio Giráldez, que hizo un cambio antes del descanso. Metió a Mingueza y retiró a Carlos Domínguez, que iba camino de igualar los efectivos después de ver una amarilla clara por un codazo contra Giuliano que no le hizo minimizar los riesgos.
Sorloth anula el penalti de Aspas para retener el empate
La novedad causó efecto inmediato. Con más vida y menos dispersión, el Celta encontró antes del descanso una ocasión clara en las botas de Pablo Durán, el goleador reciente del club gallego, pero que esta vez desperdició un gran pase filtrado de Fer López, la enésima perla salida de A Madroa. Junto a Mingueza cambiaron el partido mientras Iago Aspas se relamía por los minutos que tendría en la segunda mitad, que empezó con movimiento del banquillo celeste, del que salieron Borja Iglesias e Iker Losada para ganar poder ofensivo.
Con toda la segunda parte por delante, el técnico celtiña ya había gastado tres de cinco sustituciones. Simeone esperaba y se dedicaba a ser el animador del Metropolitano para invocar el espíritu del día del Leverkusen. La magia se rompió en el 66, cuando Le Normand cometió un penalti con un pisotón. Tanta tensión desde los once metros solo podía ser resuelta por Iago Aspas, quien no perdió el olfato pese al mes apartado de los terrenos de juego por lesión. Batió a Oblak y rompió la maldición que tenía contra el Atlético, al que no había sido incapaz de meterle un gol como visitante.
El escenario era apocalíptico y al Cholo no le quedó más remedio que meter a Sorloth y Correa para un desafío contra todas las adversidades. Y de la cabeza del noruego, el mejor comodín esta temporada, salió el golpe del empate para asegurar un final de infarto en el que no llegaron más goles. Igualada insuficiente para todas las partes que cada bando deberá digerir por su cuenta.