Treinteañeras que sienten «hartazgo» con solo oír la palabra ‘cita’. Chicas que un día asisten, atónitas, a cómo el hombre con el que durante un año han salido, viajado, mantenido relaciones sexuales y hablado a diario se esfuma sin apenas dar explicaciones con la excusa de que nunca pusieron la «etiqueta de pareja» a su relación. Hombres jóvenes desorientados, desconcertados, a menudo también rebotados, que no entienden por qué cuesta tanto entenderse en la generación de la igualdad. Y mujeres que asumen que precisamente ese requisito, el de la igualdad, las «aparta» de aquella idea con la que crecieron de tener «pareja e hijos». El mantra más repetido entre treinteañeros solteros es aquello de que «el mercado está muy mal». Ciertamente, la realidad social se ha convertido en una especie de El Grinch de San Valentín.
Mucho se ha escrito de un tiempo a esta parte sobre las dificultades de establecer vínculos afectivos hoy día. Está claro que las aplicaciones de citas han vivido de inocular esa ansiedad de que a un clic siempre puede haber «alguien mejor». Pero más allá de las relaciones exprés y su promesa de novedad, desde jóvenes hasta psicólogos y demógrafos apuntan a que algo se está rasgando a los pies de las relaciones heterosexuales. Las personas que participan en este reportaje hablan de una cierta «miseria emocional». De un «desencuentro permanente». De «abulia sentimental». De hecho, dos conceptos bullen en investigaciones académicas, pódcast, revistas y ficciones y demás artefactos de la cultura pop: la crisis de la heterosexualidad y el heteropesimismo.
Heteropesimismo
El ‘heteropesimismo’ es una palabra que acuñó la investigadora Asa Seresin de la Universidad de Pensilvania y que definió como «rechazo hacia la heterosexualidad, al menos a nivel discursivo, expresado en forma de arrepentimiento, vergüenza o desesperanza tras haber tenido relaciones de este tipo». Y aunque este corrimiento de tierras es transversal –el estado de ánimo protagoniza todo tipo de memes en el internet LGTBI, cuyas relaciones se suelen construir desde otros lugares y roles–, parece que el cambio se está fraguando de forma especialmente significativa entre los jóvenes adultos.
«El heteropesimismo alude al rechazo hacia la heterosexualidad, al menos a nivel discursivo, expresado en forma de arrepentimiento, vergüenza o desesperanza»
Los datos están ahí. Según un estudio de Funcas de este pasado enero, solo uno de cada tres jóvenes de entre 30 y 35 años vive en pareja, cuando en los años 70 este porcentaje alcanzaba al 80%. En 2018, otro informe ya apuntaba a que uno de cada cinco menores de 39 años nunca ha vivido en pareja. Sin duda, la emancipación tardía y las dificultades en el acceso a la vivienda son un factor clave de esta tendencia. Pero no son los únicos. «Vivimos una crisis de vivienda y también de heterosexualidad, está claro que hombres y mujeres no nos estamos entendiendo«, afirma Emma, de 30 años.
La psicóloga clínica Carme Sánchez Martín abre el foco. «Más allá de las relaciones de ‘usar y tirar’ que fomentan las apps de citas, a estas edades está habiendo un cambio en las relaciones: hay mayor diversidad sexual, se está rompiendo el mandato de la pareja y, sobre todo, hay muchas mujeres con expectativas que sus madres ni se plantearon, cosa que es muy positiva», apunta.
«Entre los jóvenes adultos está habiendo un cambio en las relaciones: hay muchas mujeres tienen unas expectativas que sus madres ni se plantearon, cosa que también es muy positiva»
«Aunque sí hay hombres que se están poniendo las pilas, otros muchos no acaban de entender los nuevos tiempos o se rebotan contra la igualdad: de ahí precisamente nace esa brecha, ese no entenderse». Y luego está el llamado «déficit masculino»: hay más mujeres que hombres con estudios superiores, por lo que las mujeres que deseen parejas igualitarias en formación cada vez lo tendrán más difícil.
«Esta crisis la noto en mi esfera personal y en mis amigas, por lo que no es que hayas tenido mala suerte: en ello hay algo estructural»
Sánchez Martín disiente de la palabra ‘heteropesimismo’ porque entiende que la fatalidad no puede explicar los grandes cambios sociales –»antes, la dependencia económica a menudo hacía mantener a las mujeres en relaciones no deseadas o abusivas»– que nos han llevado hasta aquí. Pero sí considera que «este desencuentro» late detrás de estudios como el del centro de investigaciones Pew, que apunta a que la mitad de los adultos solteros dejaron de buscar una relación en el último año.
«Nosotras, a los 20 años, conocimos el feminismo, pero ellos se han quedado bastante al margen»
Emma dice percibir esa crisis «tanto en su esfera personal como entre las amigas: así no es que hayas tenido mala suerte, sino que en ello hay algo estructural«. «Cuesta mucho encontrar hombres que no se sientan intimidados por mujeres que trabajan, que son independientes y a las que les va bien la vida». Incluso los varones que se alejan del típico chico malo, afirma, no acaban de hacer un trabajo de raíz y «reproducen los mismos patrones de toda la vida«. «Ahora todos dicen ‘vamos fluyendo’, pero no dejan de ser eufemismos para portarse mal y no tener que justificarse».
«Ellos no han cambiado»
Para Meritxell, de 31 años, un factor clave es que su generación creció en los años 90 y 2000, «cuando la misoginia y la sexualización estaban absolutamente naturalizadas». «Nosotras, a los 20 años, conocimos el feminismo, pero ellos se han quedado bastante al margen. Y creo que muchos tienen miedo a querer porque igual han tenido desengaños y no han entendido qué estaban haciendo mal, qué límites habían transgredido o qué causas había detrás de la ruptura». Ella dice que ahora mantiene «relaciones simples»: «Digamos que más sexuales que afectivas».
«Creo que, en el fondo, hay un cierto miedo de no estar a la altura de una mujer formada e independiente»
Al otro lado de la ecuación también cunde el malestar. «Muchos de mis colegas se limitan a decir que el mercado está fatal –explica Óscar, de 32 años–. Siento que muchos de nosotros no hemos cambiado y que tampoco nos damos cuenta de que las mujeres a los 20 años no tienen las mismas expectativas que a los 30. Además, creo que, en el fondo, hay un cierto miedo de no estar a la altura de una mujer formada e independiente».
En cambio, Alejandro, de 32 años, siente que a menudo una simple conversación se convierte en un campo de minas. «Tengo amigas que a la mínima que preguntas alguna cosa o das una opinión ya te llaman ‘machirulo’. Y amigos que, más que sus padres, se comportan casi como sus abuelos. Lo que está claro es que las relaciones han cambiado mucho y que tienes que revisarte y aprender».
De la fecundidad a la vivienda
Sea como sea, «la soltería es un fenómeno global que no va a retroceder», apunta el investigador del Centre d’Estudis Demogràfics Diederik Boertien. Y sus retos son múltiples. Ahí está, por ejemplo, su impacto en la fecundidad. En el envejecimiento, ya que una parte de los cuidados los brinda la pareja. En la brecha laboral, que sigue penalizando a las mujeres. Y en las dificultades del día a día, ya que «todo sigue pensado para la pareja y la familia tradicional y no estamos preparados para estas nuevas realidades», añade.
Sus efectos también son evidentes en la vivienda. La mayor demanda de casas unipersonales añade y añadirá más tensión en el mercado inmobiliario, sobre todo en zonas con precios ya altos. Incluso, apunta Boertien, esta nueva demografía también está llamada a reconfigurar el diseño urbano. «En Barcelona, no hay mucho más espacio para construir, así que una de las salidas podría pasar por dividir pisos, porque vamos a necesitar más hogares o, más allá de compartir vivienda, inventar nuevas formas de convivencia no solo entre los jóvenes «, añade.
Los expertos auguran una mayor demanda de casas unipersonales que añadirá más tensión en el mercado inmobiliario
Donde no se avistan cambios significativos es en las relaciones interpersonales. De hecho, Bernat Escudero –que ha trabajado en talleres de masculinidades alternativas– apunta hacia un rincón incómodo. «Es cierto que las mujeres emancipadas no están encontrando hombres igualitarios, que los hay, aunque no en la misma proporción –explica–. Pero también hay que tener en cuenta que intervenir en este ámbito, trabajar en favor del cambio, se ha puesto más difícil con todas esas figuras, de Trump y Musk a Milei, que refuerzan y justifican desde ese efecto rebote ante el avance de la igualdad hasta la misoginia y el negacionismo de la violencia de género».
«Yo he roto con la misma concepción del amor –apunta Emma–. Tengo asumido, y lo celebro, que el gran amor de mi vida no será una pareja, sino que ya lo están siendo mis amistades y la gente que me quiere».
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