Está calcando Miguel Ángel Ramírez en el Real Zaragoza los resultados logrados hace dos temporadas, cuando tomó, también en torno al ecuador del curso, las riendas del Sporting. Entonces, el canario llegó a tierras asturianas en la jornada 24 de la 22-23 para hacerse cargo de una escuadra que Abelardo había dejado a apenas tres puntos del descenso y a ocho del playoff de ascenso. El Sporting, 15º en la tabla, tardó en reaccionar y, como ahora, apenas sumó cinco puntos en otros tantos encuentros dirigidos por Ramírez, que está calcando en el Zaragoza aquel inicio con los rojiblancos.
Entonces, el entrenador comenzó con mejor pie ya que se estrenó con victoria por la mínima, precisamente, contra el Zaragoza para, posteriormente, empatar sin goles también en casa frente al Málaga. La primera derrota llegó justo después, en Leganés (1-0) y ese ciclo inicial se completó con empate en El Molinón contra el Huesca (1-1) y nueva derrota por la mínima en Andorra. Dos goles a favor y tres en contra para mantener al Sporting cerca de abajo y cada vez más lejos de arriba.
El transcurso de la temporada evidenció, por un lado, el buen trabajo de Ramírez más allá del terreno de juego. Como ahora en el Zaragoza, el cuerpo técnico alertó de la imperiosa necesidad de modernizar el club como paso previo hacia un ascenso que no tardaría en darse por perdido. El objetivo era acometer el asalto al playoff el curso siguiente y Ramírez, tal vez también como ahora, se centró en la implantación de una idea continuada y en dotar de tiempo a un proyecto más a medio plazo que a corto. El objetivo pasaba por no sufrir, asegurar cuanto antes la permanencia y sentar las bases para la temporada siguiente.
El Sporting se salvó no sin ciertos apuros. Acabó el ejercicio con 50 puntos, en la posición 17ª y a una distancia sideral del sexto (17 puntos) aunque con seis sobre el descenso.
El paralelismo entre ambas situaciones es evidente. La idéntica cosecha tras las primeras cinco jornadas en el banquillo subraya el complejo comienzo del entrenador en ambos banquillos, su empeño en dotar al equipo de consistencia defensiva y, quizá, una proyección a medio plazo.
Porque el Sporting de la 23-24 fue muy distinto. Y eso que el equipo sufrió dos derrotas en las tres primeras jornadas (2-0 en Valladolid y Ferrol con un 3-0 a favor frente al Mirandés entre medias), pero, a partir de entonces, el conjunto rojiblanco creció hasta sufrir solo una derrota en los 14 encuentros siguientes, en los que sumó ocho victorias para alcanzar puestos de ascenso directo solo por detrás del Leganés. Sin despegarse nunca de la zona alta, el Sporting acabó quinto, con 65 puntos, 42 goles en contra (uno por partido) y 51 a favor. El objetivo de luchar por el ascenso se había logrado, aunque el Espanyol, el gran favorito, apartó del camino a los asturianos en la primera eliminatoria de la promoción. Ramírez decidió no seguir en Gijón y aceptó una oferta para entrenar al Al-Wakrah de la Liga de las Estrellas de Catar. Tres meses después acordó con la propiedad su salida del club.