Los resultados de un nuevo estudio muestran que el estrés repetido podría cambiar la forma en que percibimos y respondemos al mundo que nos rodea: en roedores, los científicos comprobaron que se producen cambios en la forma en que el cerebro procesa el sonido, disminuyendo la capacidad para percibir los ruidos más intensos.
Un equipo científico liderado por Ghattas Bisharat, de la Universidad Ben-Gurion del Negev en Israel, ha verificado en roedores que el estrés que se repite a lo largo del tiempo puede modificar el funcionamiento del cerebro en múltiples áreas, entre ellas la forma en que se procesa el sonido.
Bisharat y sus colegas explican en un nuevo estudio publicado en la revista PLoS Biology que la exposición a situaciones permanentes de estrés produjo en los ratones cambios considerables en la forma en la cual el cerebro percibe los sonidos: como consecuencia de ello, los roedores se vieron afectados en su capacidad para distinguir los ruidos más fuertes del resto de los estímulos presentes en su entorno.
Un problema en aumento
Sabemos que el estrés que se mantiene a largo plazo tiene efectos negativos en la salud mental, que pueden ir más allá de los trastornos psiquiátricos más evidentes. Además, puede provocar modificaciones en la forma en que percibimos el mundo, haciendo que perdamos la calma ante ruidos intensos o situaciones cotidianas que nos molesten, pero que en otra situación resolveríamos fácilmente.
De la misma forma que la depresión o la ansiedad, el estrés es una problemática psicosocial que ha incrementado considerablemente su incidencia a nivel global en los últimos años a partir del ritmo de vida actual, cada vez más alejado de los ciclos naturales y caracterizado por la presencia de una enorme cantidad de estímulos y presiones, que para muchas personas pueden ser agobiantes.
De acuerdo a una nota de prensa, para comprender cómo el estrés reiterado en el tiempo puede afectar la forma en que el cerebro procesa la información sensorial, los científicos expusieron a ratones al estrés de estar atrapados durante media hora en un espacio pequeño todos los días, durante el transcurso de una semana. Posteriormente, midieron cómo procesaban sus cerebros el sonido luego de esta experiencia traumática.
Efectos concretos sobre la audición
Luego de una semana de estrés, la capacidad auditiva de los animales, que fue medida en el tronco cerebral auditivo, se mantuvo en condiciones normales. Sin embargo, en la corteza auditiva los roedores estresados tenían una mayor actividad neuronal espontánea. En concreto, se apreció una actividad anómala en las reacciones de distintos grupos de células cerebrales, notoriamente diferente a la observada en situaciones ajenas al estrés.
Al desarrollar una tarea conductual que requería que los ratones estresados categorizaran los sonidos como fuertes o suaves, evidenciaron múltiples errores que mostraron una percepción reducida de la sonoridad. Aunque por el momento esta condición se ha verificado únicamente en ratones, los resultados muestran que el estrés repetido podría cambiar la forma en que los animales (incluyendo a los seres humanos) perciben y responden al mundo externo.
Como conclusión, los especialistas expresaron que la investigación sugiere que el estrés repetido no solamente influye en tareas complejas como el aprendizaje y la memoria, sino que también puede modificar notoriamente la manera en que respondemos a los estímulos neutrales cotidianos.
Referencia
Repeated stress gradually impairs auditory processing and perception. Ghattas Bisharat et al. PLoS Biology (2025). DOI:https://doi.org/10.1371/journal.pbio.3003012