Del Etihad, campo del Manchester City, a Picadilly, centro de la ciudad, se puede ir andando. Es un paseo de menos de media hora en el que se puede atajar por la senda del tram (tranvía) por las que más de un seguidor del Manchester City caminaba tras la remontada del Real Madrid. Tan esperada, por la dinámica del club de Guardiola, como simbólica, porque supuso el primer asalto del club blanco al campo donde sufrió su mayor derrota reciente en Champions. No hace demasiado, cualquier cytizen habría vuelto a casa por el medio de las vías sin miedo a nada. Hoy, el simple hecho de poner bota en el hierro le hace pensar que acabará amputado. La mayoría no tiene miedo, porque incluso el peor momento de la mejor secuencia histórica supera lo vivido anteriormente. El que realmente vive descontextualizado es Pep, incapaz y totalmente abatido.
Cuando ni el resultadismo funciona
«Es un hombre estresado. Sus aficionados están preocupados. Ha vuelto a aparecer con arañazos en la cabeza», recogía The Sun, un diario sensacionalista acostumbrado a hurgar en la herida sin demasiados remordimientos. Pero incluso los tabloides se compadecen del técnico catalán, al que la autocrítica no salva. Su pizarra está completamente rota después de miles de cambios acertados a través de la historia en la que lo único que no se podía discutir era su capacidad para reinventarse y dominar los contextos de partido, a pesar de que el resultado no fuese siempre el esperado. Contra el Real Madrid, ni siquiera el resultadismo le abrigó en la oscuridad, la enésima de esta temporada que se vuelve en su contra.
Salió con cinco centrales, siendo Stones mediocentro, una posición en la que en su día se desempeñó con fluidez. Nada funcionó. La salida de balón del City fue lamentable, con continuas pérdidas que provocaron un aluvión de ocasiones del equipo de Ancelotti, que, en la mejor versión del curso -todavía queda camino para la excelencia- disparó 20 veces a puerta. Nunca en la historia del Etihad estando Guardiola en el banquillo un equipo había construido semejante paredón. Por eso, a pesar de que Haaland se quitó la espina de no haberle marcado nunca al Real Madrid con dos tantos (uno de jugada y otro de penalti), la remontada blanca, confirmada en el minuto 93 por Bellingham, siempre estuvo en el ambiente.
Feyenoord, Brujas y Real Madrid: «Quiero hacerme daño»
Guardiola perdió a Grealish por lesión en el primer tiempo y en el segundo cambió a Akanji por un Rico Lewis que, a los cinco minutos de entrar en el campo, ya se había arrepentido de abandonar el banquillo. Fue incapaz de establecer un dique de contención por la banda izquierda del ataque madridista, a través de la que se forjó la remontada, con Vinicius espoleado por la pancarta que pretendía ridiculizarle y que pedía que dejase de llorar. Rodri, el Balón de Oro en vigor, fotografió la mofa y después tuvo que borrar el vídeo de un partido del que el City salió vivo en el resultado. No en el cuerpo y alma de una plantilla que ha dejado de creer en el fútbol que le ha permitido dominar con mano de hierro el país que inventó el fútbol.
A principio de temporada, Guardiola apareció con varios cortes en la cabeza después de que su equipo desperdiciase una ventaja de 3-0 frente al Feyenoord en Champions que, a la larga, le condenaría a un sinvivir de fase liga del que salió en la última media parte de la última jornada. «Quiero hacerme daño», dijo en una zona mixta que hizo reflexionar sobre su salud mental y la del resto, de ahí que al día siguiente emitió una respuesta asegurando que no quería restarle importancia a la autolesión. La segunda vez que apareció con marcas fue, precisamente, tras la agónica clasificación para los playoffs después de remontar ante el Brujas.
«Ha sido un día difícil en el que en ciertos momentos tuvimos ocasiones, pero esta temporada hemos perdido muchos partidos al final. No es la primera vez, nos ha sucedido muchas veces y así es muy difícil. Tuvimos errores en las dos áreas. Los jugadores toman las decisiones en el momento: a veces funciona y otras no. La culpa es de todos, no solo de los jugadores. Ellos lo intentan, corren para ese objetivo, pero no somos estables. Es el mejor partido reciente que ha hecho Carlo (Ancelotti) contra uno de mis equipos», analizaba en una rueda de prensa en la que solo levantó la cabeza para responder a los medios españoles, que no buscaron la sangre en la herida.
«¡Callaos, joder!», la frustración del City contra la prensa española
«Llevo aquí muchos años y hemos sido un equipo extraordinario. Una máquina cada tres días. Este año acepto cuando el rival es mejor. Ahora mismo no estoy siendo lo suficientemente bueno como para dar serenidad al equipo para que gestione estas situaciones. No puedo enfadarme con mi equipo, porque sabemos al equipo contra el que nos enfrentamos. La cuestión es que, a veces, cuando juegas a este nivel y tienes un buen resultado tan cerca, dejar que se te escape es más difícil de aceptar«, reflexionaba Guardiola en un cruce de ideas inédito en su trayectoria. El resultadismo, que nunca ha sido su prioridad, se ha vuelto una obsesión para que el grupo vuelva a creer.
«¡Callaos, joder!», gritaban los aficionados del Manchester City que se sientan al lado de una zona de prensa desde la que las radios españolas cantaron con énfasis la remontada perpetrada por Brahim y Bellingham después de que Mbappé pusiese el empate en el marcador mediante un gol con la tibia. El gesto que evidencia la frustración de un club que ha tardado toda una vida en estar disputándole el trofeo por excelencia del Real Madrid. De ahí que la ira no se traslada al campo, que es una prolongación del estado de la tropa. Las piernas cansadas de De Bruyne, la huida de Walker, el gesto torcido de Foden, la lesión de Grealish y la resistencia de Haaland contra los infortunios.
El problema y las soluciones están en el mismo cruce de caminos para los skyblue «Ahora es una cuestión de fe: sobre cuánto creemos en nosotros mismos y en nuestra capacidad para avanzar. Sabemos el partido que vamos a tener que jugar en el Bernabéu, porque ya hemos estado allí antes», dijo Rubén Dias. Solo un abrazo silencioso en la fría noche de Mánchester puede vender un corazón roto como el del City. No hay peor sensación que la compasión para un equipo que todavía es campeón, pero que va a dejar de serlo. Y si el aludido es Guardiola, la frustración se convierte en un masajeo constante de las ideas en una cabeza que termina herida al no encontrar una idea con la que tomar resuello.