El estilo de apego, según la Teoría del Apego desarrollada por John Bowlby, influye profundamente en nuestras relaciones y decisiones emocionales. Mario Guerra, psicólogo y psicoterapeuta especializado en Terapia Breve Estratégica, explica cómo las experiencias de la infancia moldean nuestra percepción del amor y nuestras interacciones adultas: “El apego es la forma en que aprendemos a esperar amor de los demás y cómo pensamos que este nos será dado”.
Guerra destaca que puede dividirse en cuatro categorías principales: seguro, ansioso, evitativo y desorganizado. Cada una de estas formas está directamente influenciada por la relación que tuvimos con nuestros cuidadores primarios y afecta nuestras relaciones futuras, desde las románticas hasta las laborales.
“Sanar el apego no es fácil, pero es esencial para tener relaciones saludables”, afirma el psicólogo, quien también recalca que el primer paso es identificar cómo estas heridas de la infancia nos afectan en nuestra vida diaria. Desde la inseguridad en nuestras decisiones hasta la dificultad para mantener relaciones estables, todo puede estar relacionado con nuestro estilo de apego.
La recuperación de las relaciones de apego familiares es esencial para tratar las autolesiones. / Rawpixel. FREEPIK
¿Cómo se forman los estilos de apego?
Desde pequeños, aprendemos qué esperar del amor a través de la relación con nuestros cuidadores. Si recibimos amor incondicional, aprendemos que somos dignos de amor y desarrollamos un apego seguro. Sin embargo, cuando el amor está condicionado o las necesidades emocionales no se cubren, pueden surgir patrones menos saludables:
Apego seguro
- Niños: confían en sus padres, exploran el entorno con seguridad y buscan consuelo cuando lo necesitan.
- Adultos: construyen relaciones sólidas, confían en los demás y manejan bien las emociones.
Por ejemplo, un niño que llega al colegio confiado porque su madre le ha demostrado que siempre estará para él. Entra feliz, juega con otros niños y, al salir, corre a los brazos de su madre, seguro de su amor.
Apego ansioso-ambivalente
- Niños: temen el abandono, se aferran a los padres y no se sienten consolados fácilmente.
- Adultos: son celosos, necesitan constante reafirmación y temen el abandono.
En este caso, un niño que llora desconsolado al separarse de su madre y, al regresar, se aferra a ella con desesperación. De adulto, buscará la validación constante de su pareja, temiendo siempre ser abandonado.
![La mitad de los jóvenes españoles, los que carecen de un apego seguro, usan el móvil para evadirse y no tanto para comunicarse.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/da6ffa4c-d548-45cc-8c9c-e2328c740e63_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
La mitad de los jóvenes españoles, los que carecen de un apego seguro. / David Castro
Apego evitativo
- Niños: evitan el contacto, no buscan consuelo y muestran independencia excesiva.
- Adultos: tienen miedo al compromiso, evitan la intimidad y reprimen emociones.
Con este tipo de apego, un niño que entra al colegio sin despedirse, evita jugar con otros y se aísla. En casa, aprendió a no esperar amor porque sus necesidades emocionales fueron ignoradas.
Apego desorganizado
- Niños: muestran comportamientos confusos, mezcla de dependencia y rechazo.
- Adultos: pueden ser impredecibles, tener reacciones agresivas y conflictos emocionales.
Sin duda, quien padece este tipo de apego sería un niño que ruega a su madre que no lo deje, pero al mismo tiempo la rechaza. De adulto, enfrenta dificultades para confiar y expresar amor, mostrando patrones contradictorios.
El impacto del apego en la vida adulta
Nuestro estilo de apego afecta no solo nuestras relaciones románticas, sino también nuestra vida laboral, amistades y relación con nosotros mismos. Entender nuestro estilo es el primer paso para sanar heridas del pasado, mejorar nuestra autoestima y construir relaciones más saludables.