Este abril se cumplirán dos años del día que E. levantó la mano en la reunión de vecinos de su comunidad para pedir que se construyera una rampa en la puerta de acceso al edificio y empezar a tramitar la subvención de la Generalitat para pagar las obras. Su hijo, de 39 años y con una discapacidad severa a raíz de un derrame cerebral, tiene terror a los tres escalones de la entrada del inmueble. Han sido ya varias caídas las que ha sufrido. Y a la madre le cuesta cada vez más moverle en silla de ruedas. Pero esta rampa no se ha llegado a hacer. Los vecinos se negaron a ello y el caso está ahora judicializado. Hace siete meses contó su historia a Regió 7, medio del grupo Prensa Ibérica. «Desde entonces estamos peor, vivimos en un clima de hostilidad total», cuenta esta mujer ahora, justo cuando el Consejo de Ministros acaba de aprobar la reforma de la ley de dependencia y discapacidad que contempla más medidas para forzar a comunidades de vecinos a hacer accesibles, con ascensores o rampas, los inmuebles.

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