Daniel Noboa llegó a la presidencia ecuatoriana por accidente en octubre de 2023. Ahora quiere demostrar que su permanencia en el Palacio Carondelet es una consecuencia natural de alguien que se ha considerado predestinado a extender el linaje familiar y manejar directamente los hilos de este país. Ha tenido un año y medio de gestión más que accidentada: una crisis de seguridad de proporciones, apagones por doquier, una ruptura diplomática con México después de ordenar un asalto a la embajada en Quito para capturar al opositor Jorge Glas, quien se encontraba asilado en la legación. Pero a los 37 años, Noboa cree que siempre se puede resurgir de las cenizas o las crisis y por eso, antes de concluir 2024 y comenzar su campaña electoral tatuó en su hombro izquierdo cuatro aves Fénix. El presidente es alérgico a la palabra y las ideas. Se comunica a través de las imágenes (el cuerpo protegido por un chaleco antibalas es otra de las fotos preferidas por el equipo de comunicación oficial). Es un político de TikTok, X e Instagram. Le basta llegar a los teléfonos de los jóvenes y ser «tendencia» al menos por unas horas de distracción para saber de sus altas posibilidades de ser reelegido. Al menos eso dicen también las encuestas, si es que no se equivocan como ya ha ocurrido incontables veces.
La madre, Annabella Azín, siempre supo que su hijo estaba predestinado. Quiso acompañarlo en esta segunda aventura presidencial como candidata a la Asamblea Nacional. Se retiró de la campaña ante la «preocupación» por la salud de su esposo, Álvaro Noboa. Hasta la llegada de su hijo al Gobierno, el apellido no era divisible por dos. Solo informaba de un enorme poder económico. Don Álvaro fundó un imperio gracias a la exportación de banano, las finanzas y otros rubros de la economía. Intentó llevar su condición de empresario exitoso e infalible a la política y disputó la presidencia en cinco elecciones. Siempre fue derrotado, la última vez frente a Rafael Correa. A través de su hijo encontró una vindicación personal. Las frustraciones políticas paternas encontraban su reparación frente al mar. Los Noboa repartieron sus días entre Florida (EEUU) y Guayaquil. Allí nació en 1987 el actual presidente. Estudió en las más caras escuelas de Miami. Curso Administración de Negocios en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, y Administración Publica en Harvard Kennedy School. Realizó a su vez una maestría de Gobernanza y Comunicación Política, en la Universidad George Washington. El inglés fue por mucho tiempo su primera lengua. Miami ejerce tanto magnetismo que en esa ciudad ha nacido su tercer hijo, el segundo de su matrimonio con la nutricionista e ‘influencer’ Lavinia Valbonesi.
Esa condición de hijo de una de las ciudades más latinas de Estados Unidos lo ha acercado al secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, también oriundo de Miami. Noboa estuvo presente en la toma de posesión presidencial de Donald Trump. Su tentación de mirarse en el espejo del multimillonario republicano ha crecido desde entonces. Les une, a una escala diferente, el dinero acumulado.
El salto inesperado
Su salto a la política sorprendió en 2021. «Otro» Noboa se pasaba de los negocios a una esfera que le era naturalmente esquiva. Sin embargo, fue elegido legislador nacional. Cuando Guillermo Lasso convocó elecciones anticipadas para evitar una moción de censura, Noboa hizo una apuesta sorprendente: decidió participar de los comicios, en nombre de una coalición ignota y que encontraba entre bambalinas a la familia del expresidente Lenin Moreno. El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio estremeció a Ecuador y, en medio de la perplejidad colectiva, el entonces tan solo «hijo» del magnate encontró una oportunidad para acceder a lo imposible. Pasó a la segunda vuelta y derrotó a la correísta Luisa González. Este domingo reeditarán el enfrentamiento.
A lo largo de su breve mandato decretó el «estado de conflicto interno», se peleó con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador y su colega de Colombia, Gustavo Petro, a quien calificó de «esnob» pero tuvo luego que pedir ayuda para mitigar la crisis energética. Chocó también a cielo abierto con la vicepresidenta, Verónica Abad. Es sin embargo en el mundo de las redes sociales donde se siente invencible. Ya había probado su eficacia virtual en la primera campaña presidencial cuando se mostraba en la playa bebiendo agua de coco, en una disco, realizando ejercicios físicos o tocando. «Candidato de cartón», lo llamó entonces Irene Torres, columnista del diario ‘El Universo’.
Las imágenes de Noboa en cartón de tamaño natural cobraron vida en 2023 (algunas fueron «secuestradas» como acto de violencia electoral) y renacieron como el ave Fénix en este 2025 con una vida paralela y fecunda en las redes sociales. Sus seguidores han publicado vídeos en los que se muestran mientras «almuerzan» o «salen de compras» con el presidente. Los Noboa de cartón lucen camisetas blancas o una camisa celeste desabrochada como un galán televisivo, pantalón jean y zapatos deportivos. El presidente ha tenido un pequeño triunfo cultural: otros candidatos también quisieron tener en esta campaña sus dobles de pasta de papel.
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