Daniel Noboa llegó a la presidencia ecuatoriana por accidente en octubre de 2023. Ahora quiere demostrar que su permanencia en el Palacio Carondelet es una consecuencia natural de alguien que se ha considerado predestinado a extender el linaje familiar y manejar directamente los hilos de este país. Ha tenido un año y medio de gestión más que accidentada: una crisis de seguridad de proporciones, apagones por doquier, una ruptura diplomática con México después de ordenar un asalto a la embajada en Quito para capturar al opositor Jorge Glas, quien se encontraba asilado en la legación. Pero a los 37 años, Noboa cree que siempre se puede resurgir de las cenizas o las crisis y por eso, antes de concluir 2024 y comenzar su campaña electoral tatuó en su hombro izquierdo cuatro aves Fénix. El presidente es alérgico a la palabra y las ideas. Se comunica a través de las imágenes (el cuerpo protegido por un chaleco antibalas es otra de las fotos preferidas por el equipo de comunicación oficial). Es un político de TikTok, X e Instagram. Le basta llegar a los teléfonos de los jóvenes y ser «tendencia» al menos por unas horas de distracción para saber de sus altas posibilidades de ser reelegido. Al menos eso dicen también las encuestas, si es que no se equivocan como ya ha ocurrido incontables veces.

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