«Vaga, sin medidas concretas ni ambiciosas para descarbonizar el sistema alimentario, ni un plan de acción para ejecutarla». Así es, según Greenpeace, la Estrategia Nacional de Alimentación presentada el pasado viernes por el Gobierno español y que ha sido aprobada por el Consejo de Ministros y entregada en Europa.
El texto, que pretende influir en la hoja de ruta de alimentación y agricultura de la Comisión Europea, es, según las palabras del propio presidente Pedro Sánchez en su presentación, «el mayor reto al que se enfrenta el sector agroalimentario es el cambio climático«, lo que exige «políticas valientes de mitigación y adaptación«.
Pero Greenpeace tiene una opinión radicalmente diferente, pues, en contraste con lo verbalizado por el presidente, considera que el texto «no muestra apenas ambición climática y ambiental y no aborda cuestiones básicas para la sostenibilidad del sistema alimentario como la reducción de la cabaña ganadera en intensivo o el fomento de alternativas vegetales como el impulso de las legumbres, por su perfil fijador de nitrógeno y fuente sana de proteína vegetal».
Ejemplo de agricultura intensiva. / Unsplash
La razón de que la ONG califique el texto como «vago y poco ambicioso» se debe a que «nombra la mejora del acceso a la tierra sin medidas concretas y habla de información al consumidor, pero confía en la autorregulación por la propia industria (menciona un etiquetado sostenible voluntario) y apenas alude a la ganadería, principal foco de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el sistema alimentario español».
«En definitiva, da pinceladas, pero no concreta en casi ninguna cuestión, y no plantea un plan de acción concreto que pueda establecer metas y tiempos definidos de aplicación o desarrollo de legislaciones asociadas«, resalta Greenpeace.
Efectos devastadores
«La Estrategia Nacional de Alimentación va a ser la hoja de ruta del sistema alimentario español y desde Greenpeace consideramos que no solo le falta ambición climática, sino que no impulsará la necesaria y urgente transición a un sistema alimentario sostenible«, señala Helena Moreno, responsable de la campaña de Sistemas Alimentarios Sostenibles de Greenpeace España.
«Los sistemas alimentarios actuales son grandes generadores de destrucción ambiental, pero apostamos por una transformación del sistema que permita producir alimentos sanos y sostenibles, y que esa producción no comprometa la alimentación y el bienestar de las generaciones futuras. Para ello hace falta valentía y medidas contundentes, algo de lo que carece esta estrategia», añade Moreno.
Greenpeace recuerda que la producción mundial de alimentos es el principal impulsor de degradación ambiental y transgresión de los límites planetarios en la actualidad y que España es el cuarto país de Europa que más emite en su sistema alimentario. Por tanto, abordar los sistemas alimentarios sostenibles, como defiende el texto, pasa por proponer medidas de mitigación en los sistemas alimentarios, cuestión que apenas se ve reflejada en la Estrategia.

Macrogranja industrial de Castilléjar (Granada). / EFE / Greenpeace España
Ante los escenarios climáticos en los que cada vez habrá menos disponibilidad hídrica, Greenpeace juzga «imprescindible» reducir el consumo de agua en la agricultura para garantizar su gestión sostenible y paliar su escasez. Sin embargo, la estrategia apunta al aumento del regadío como una de las medidas en el ámbito hídrico, en vez de a la planificación y fomento de especies y variedades adaptadas a contextos climáticos futuros.
El texto apenas menciona el grave impacto tanto hídrico como ambiental de la producción de piensos para la ganadería, tanto de los que se producen en territorio español como fuera, y que provocan «efectos devastadores, como la deforestación de ecosistemas tan importantes como la Amazonia».
Incoherencias sobre el sector pesquero
Por otra parte, España se encuentra a la cola de carbono orgánico en suelo agrario, fundamental para mejorar la salud y la fertilidad del suelo, lo que se traduce en una mejora del rendimiento de los cultivos y de la resistencia a la erosión y la sequía, desempeñando un papel fundamental también en la mitigación del cambio climático.
En este aspecto, el texto no nombra las prácticas ni los principios agroecológicos necesarios para la sostenibilidad social medioambiental y económica de la producción alimentaria. Y apunta a estudiar la posibilidad de definición, y en su caso de regulación, de la agricultura regenerativa, término que actualmente es ampliamente utilizado por empresas agroalimentarias a modo de ‘greenwashing’ (ecoimpostura o lavado de imagen verde), precisamente por la falta de definición y regulación.
La estrategia menciona la dieta de salud planetaria, pero no establece medidas concretas para reducir el excesivo consumo de carne y otros alimentos de origen animal, ya que, según los datos de la FAO, España es el país europeo que más carne consume (casi 105 kilos por persona y año en 2022), muy lejos de las ‘Recomendaciones Dietéticas Saludables y Sostenibles’ (19,5 kilos por persona y año) de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

Pesca industrial. / Greenpeace
La estrategia también revela graves incoherencias sobre el sector pesquero, ya que presenta datos que evidencian los flujos de exportación e importación de los productos pesqueros, pero no evalúa las emisiones que esto supone, indica Greenpeace, que reclama un sistema que apueste por un consumo de pescado procedente de la flota artesanal, de proximidad y temporada, pues los impactos sobre los océanos y las emisiones se reducirían drásticamente.
Tampoco se contemplan medidas eficaces para combatir los graves problemas a los que se enfrenta el sector pesquero artesanal y marisquero, como la falta de relevo generacional, la baja productividad por la contaminación de las aguas, los efectos del cambio climático o la competencia desleal de los precios industriales, ni iniciativas para facilitar la incorporación de la mujer a un sector tan masculinizado.