Todos los coruñeses saben que la Torre de Hércules es el faro en funcionamiento más antiguo del mundo, pero las zonas verdes que lo rodean ocultan tesoros mucho menos conocidos. Pocos conocen que en punta Herminia hay dos petroglifos, o que la zona estuvo rodeada por trincheras contra los asaltantes que venían del mar. El plan de conservación del entorno de la Torre, que ha redactado la Xunta a partir de una propuesta municipal, reclama proteger este patrimonio cultural, y José María Bello Diéguez, exdirector del Museo Arqueológico de San Antón, explica a este diario la historia de los terrenos.
Fortín y trincheras
El texto de la Xunta señala que la zona contó con «sistemas defensivos» en la Época Moderna, con muros, trincheras y un antiguo «fortín», el de la batería de Pradarías, donde ahora está el monumento a los auxiliares marroquíes muertos en la Guerra Civil.
Para Bello, en Praderías (una zona también llamada Pradeiras o Pragueiras), no hubo una fortificación como tal, sino una batería de artillería construida entre 1764 y 1774, con merlones (parapetos entre las piezas) y troneras (espacios para situarlas). Su objetivo era apuntar al mar y proteger la ciudad de ataques marítimos.
Plano de 1816 de la ciudad, con puntos marcados por José María Bello. / Cedida por José María Bello
En el siglo XVIII también existían, en el borde litoral, un «trincherón» que se apreció al excavar en torno a la Torre en los años 90. Era «un foso excavado en la tierra, con pequeños parapetos» reforzados con piedras, que «iba desde los últimos tramos de las murallas de la Ciudad Vieja, hasta la Torre de Hércules y más allá». Todavía se pueden ver las sombras en algunos tramos al amanecer y atardecer. Estas defensas, explica, nacen de que el ataque de Drake en 1589 dejó claro que las protecciones coruñesas no eran suficientes. Así, se expandieron las murallas y se colocaron fuertes en San Antón, San Amaro, San Diego y Santa Cruz, y baterías en Mera y Oza, para hostigar a los barcos enemigos y prevenir un posible desembarco.
Tumbas Judías
El plan de conservación afirma que en la parte oriental de las zonas verdes de la Torre aparecieron en el siglo XIX tres lápidas judías que ahora están en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. En esta zona, afirma, se cumplían las condiciones para la instalación de cementerios judíos, que estaban fuera de la judería, en zonas elevadas y sin cultivo y cerca de cursos de agua.
![Mapa de la zona de la Torre en 1726, con el sistema de trincheras junto al mar marcado.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/ff930be2-41a5-4ec8-a76d-258f09ce105b_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
Mapa de la zona de la Torre en 1726, con el sistema de trincheras junto al mar marcado. / Cedida por José María Bello
Pero Bello insiste en que no hubo un camposanto hebreo en la zona. «El cementerio judío estaba en la Palloza, próximo al cruce de la Casa del Mar», y las lápidas aparecieron en una antigua factoría de salazones cercana. Estos enterramientos, insiste, no tienen «nada que ver» con la zona de la Torre.
Dos petroglifos
En Punta Herminia, donde hubo un polvorín hay una piedra con grabados en «mal estado de conservación», indica el texto de la Xunta, con «impactos de bala al estar situado en lo que fuera una zona militar». A unos 25 metros se encuentra otra, el petroglifo de Pena da Brúxula, que tiene nueve figuras en forma de cruz. Ambos son Bienes de Interés Cultural (BIC).
![Uno de los petroglifos de Punta Herminia.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/a3920c63-cf68-4cbd-8329-72deb2009b07_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
Uno de los petroglifos de Punta Herminia. / Carlos Pardellas / Iago López
Pero, ¿de qué época son y qué significan? Bello responde que «eso quisiéramos saber». Hay autores que los sitúan en el Neolítico, afirmando que representan danzas «básicamente de carácter sexual», y otros que consideran que se grabaron en una época posterior. «Apuntan a época medieval» por «paralelos en documentos notariales, en grabados sobre otros soportes pétreos (iglesias, molinos, mojones de término, marcas de cruzado), y por un significado legible: representaciones del Calvario», indica Bello, que no se decanta por ninguna opción. Tiene claro, eso sí, que fueron descubiertos por Francisco María de la Iglesia, maestro, con ayuda de su hijo Santiago.
Cementerio Moro
Al este de la zona fueron «soterrados soldados procedentes del Norte de África» que lucharon en el bando sublevado durante la Guerra Civil, recuerda la Xunta. Bello explica que se creó una «construcción muy sencilla», un recinto rectangular con una torrecilla con cúpula. Se enterró allí a los musulmanes que morían en el Hospital Municipal y «según se decía, también los miembros que eran amputados».
Según cree, en la década de 1950 las tumbas se vaciaron, con algunos cuerpos repatriados a Marruecos y otros sepultados en una fosa común en el cementerio de San Amaro. El edificio fue decayendo hasta que, con la construcción del paseo marítimo en los 90, se destinaron fondos a su mantenimiento. Según indica el Concello, la repatriación de los cuerpos fue en 1957, y ahora, las paredes del antiguo camposanto «están adornadas con textos que hacen referencia a la ciudad, en latín, griego, árabe, gaélico y castellano antiguo», lo que le da el nombre de Casa de las Palabras.
Esculturas y elementos
La Xunta cuenta 18 elementos como parte del «parque escultórico» de las cercanías de la Torre. Están distribuidos por la zona y tienen «relevancia arqueológica y cultural», según el documento.
El plan de conservación no los enumera, pero la web de la Torre incluye entre ellos la rosa de los vientos cercana al faro, las escultura de ártabros de Arturo Andrade cerca de As Lapas o el estanque en forma de laberinto, junto a estas, que representa el combate entre Hércules y Gerión.
![Turistas en la Rosa de los Vientos a los pies de la Torre.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/d4e753c4-13a0-4e80-a5a8-32c6db261f8c_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
Turistas en la Rosa de los Vientos a los pies de la Torre. / Carlos Pardellas /Iago López
Bello recuerda que la idea de situar esculturas de autores contemporáneos relacionadas con las leyendas de Hércules fue de Eduardo Toba, que en la década de 1990 era el jefe de la Demarcación de Costas de Galicia y «fue el ingeniero responsable del proyecto del paseo marítimo y de la dirección de su ejecución».
El Faro
El texto recuerda que es la única luminaria romana en activo y Patrimonio de la Humanidad, si bien la estructura original queda «enmascarada» por el exterior actual, del siglo XVIII. Bello añade que la «cripta» de la Torre, las excavaciones bajo ella, tiene un gran interés histórico y «no ha sido hasta ahora objeto de explicación y didáctica», como sí otros restos.
![El faro de la Torre de Hércules.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/d0bbb004-d00d-4090-a20b-ca555fa00c96_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
El faro de la Torre de Hércules. / Carlos Pardellas / Iago López
La cimentación de la caseta que recubre la inscripción del arquitecto original, Caio Sevio Lupo, indica Bello, es «un ejemplo estupendo para explicar lo que es la arqueología de la arquitectura», y la cara interior de la base de la Torre permiten diferenciar las fases de construcción. «Puede ser un caso único, que está pidiendo a gritos su adecuación didáctica», defiende.
Patrimonio cercano
A estas piezas incluidas en el plan de protección, Bello añade «dos monumentos desaparecidos» cercanos a las zonas verdes de la Torre. Uno es el castillo de San Amaro, el otro la batería de Durmideiras. «El sitio del primero fue ocupado por el Club del Mar; el del segundo, por el actual polígono del mismo nombre», señala. La batería, que se fue haciendo más compleja con el tiempo, se creó entre 1785 y 1788, mientras que el castillo posiblemente nació «a finales del XVI o principios del XVIII», considera el experto.