En medio de amagues de una controversia con México y Colombia que involucró personalmente a Donald Trump, su secretario de Estado, el cubano-estadounidense Marco Rubio, ha elegido al eslabón más débil de la región, Centroamérica, para presentar una versión 2.0 de la «doctrina del garrote (big stick)» que distinguió a principios de siglo XX al presidente Theodore Roosevelt. La advertencia general al sur del río ha sido clara: Washington no aceptará márgenes de autonomía interna de los países latinoamericanos en dos temas que obsesionan al actual mandatario de Estados Unidos, el avance económico de China y la cuestión migratoria. Durante su primera gira ha recibido señales de subordinación a la política de deportaciones masivas. También ha aprovechado para reiterar su conocida aversión hacia Cuba, Nicaragua y Venezuela, cuyos gobiernos ha calificado de «enemigos de la humanidad».
El periplo comenzó el domingo en Panamá. Rubio comunicó a su presidente, José Raúl Mulino, cuáles son las apetencias de Trump en relación al Canal que concentra el 3% del comercio mundial. La Casa Blanca consideró «inaceptable» el actual «estatus» soberano y advirtió que «en ausencia de cambios inmediatos» Estados Unidos «tomara las medidas necesarias». Rubio dijo además que la vía interoceánica es una «posición de influencia y control del Partido Comunista Chino» y, por lo tanto, «una amenaza» y una «violación» del Tratado Relativo a la Neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal de Panamá, suscrito en 1977. Mulino reivindicó los derechos panameños y esa afirmación fue tolerada porque el secretario de Estado se llevó de Panamá una victoria diplomática. El istmo anunció que no renovará el memorando de entendimiento firmado con Pekín en 2017 de mayor cooperación económica. Las autoridades chinas instaron al Gobierno centroamericano a «hacer lo correcto», preservar los «resultados fructíferos» y los «intereses a largo plazo» del vínculo bilateral. «Estados Unidos ha hecho declaraciones irresponsables sobre el tema del canal de Panamá, distorsionando deliberadamente e incluso atacando y denigrando la cooperación entre los dos países».
Nayib Buykele recibió a Rubio con desbordante entusiasmo y se puso al servicio de las necesidades estratégicas de Washington con su propuesta de una pequeña Guantánamo en el territorio salvadoreño que se acople a los planes de Trump en la base militar que posee en Cuba. Bukele se mostró dispuesto a recibir en su megacárcel a migrantes indocumentados procedentes de Estados Unidos que hayan cometido crímenes graves. «Ya sean del M-13 o del (grupo delictivo de origen venezolano) Tren de Aragua, serán deportados y alojados en cárceles salvadoreñas», dijo sobre las posibilidades que supuestamente ofrece el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), donde cumplen condenas o se encuentran bajo proceso miles de pandilleros. Rubio se conmovió con la generosidad: «Ningún país ha hecho jamás una oferta de amistad como esta». La propuesta, matizó Bukele, contemplaría el pago de una tarifa «relativamente baja» para EEUU, pero «significativa» para El Salvador.
Guatemala resolvió también acoplarse a la política de expulsiones de Trump y convertirse en «tercer país seguro» para esos deportados antes de ser «devueltos» a sus lugares de origen. «Acordamos aumentar en un 40% el número de vuelos de personas deportadas tanto de retornados connacionales como de deportados de otras nacionalidades para su ulterior repatriación», explicó el presidente Bernardo Arévalo.
El 5G como amenaza asiática
Además de abordar asuntos relacionados con el narcotráfico y, también la inmigración, China se instaló con énfasis especial en las conversaciones entre Rubio y el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves. Estados Unidos quiere garantizarse que la aspiración de ese país de contar con una red de telecomunicaciones de quinta generación no traerá sorpresas. El 5G, remarcó el secretario de Estado, nunca puede ser de origen chino. «Cuando las empresas no son seguras, que están representadas por el Gobierno, como China, que recurre al chantaje y a la presión política, tienen que recibir un castigo correspondiente». Pekín también respondió en este caso. «Lo que traen las empresas chinas a Costa Rica son productos de alta calidad con precios accesibles y tecnologías punta, que ayudan al desarrollo socioeconómico local y reciben una gran acogida del pueblo». La embajada en San José añadió: para lograr «America First», Estados Unidos «blande arbitrariamente el garrote de aranceles o sanciones».
El responsable de la diplomacia trumpista concluye este jueves su periplo en Santo Domingo. La agenda con el presidente, Luis Abinader, incluye no solo el problema de la migración dominicana, la llamada «Visa para un sueño» que Juan Luis Guerra convirtió en parte del cancionero latinoamericano 35 años atrás. «Buscando visa, la razón de ser/ Buscando visa para no volver», cantaba y ese deseo de no retorno está puesto seriamente en entredicho incluso antes de la asunción de Trump y su radicalización de las deportaciones. Los dominicanos en Estados Unidos aportan unos 10.000 millones de remesas a su país de origen. A Estados Unidos le interesa especialmente que Dominicana contribuya a frenar la migración haitiana.
Mensaje en general
Las palabras que ha dejado Rubio en cada escala han excedido a sus interlocutores y, han señalado distintos analistas, han tenido como destinataria en general a una región con grandes dificultades para consensuar criterios frente a la ofensiva de Trump. «Una de mis prioridades es asegurarme de que la política exterior de Estados Unidos es una en la cual es mejor ser amigo que enemigo, es mejor ser aliado que alguien que crea problemas. Y, desafortunadamente, eso no ha sido así durante varias administraciones». Se trata de una alusión al Gobierno de Joe Biden y, en particular, su decisión de retirar a Cuba de los países promotores del terrorismo poco antes de concluir su mandato. Trump no solo anuló esa medida. Rubio fue un decidido impulsor de la reactivación del Título III de la Ley Helms-Burton que facilita a los norteamericanos que fueron expropiados después de 1959 emprender acciones legales contra el Estado cubano. Pero a la vez, se han redoblado las limitaciones a las firmas extranjeras que intenten realizar negocios con el Grupo de Administración Empresarial (Gaesa), el conglomerado en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) ramificado en el negocio turístico, los servicios financieros, la medicina y la captación de divisas.
El lenguaje vehemente de Rubio a lo largo su viaje ha dejado sin embargo un margen para la interpretación. «Hay muchas opciones para infligir daños graves al régimen de (Nicolás) Maduro», dijo. A la par, Richard Grenell, un enviado especial de Trump, se reunió con el mismo Maduro en el Palacio de Miraflores. El venezolano le propuso una «arrancar la agenda (bilateral) de cero». Grenell se llevó de regreso a seis norteamericanos que estaban presos. Más allá de las amenazas de Rubio sucedió algo que ha desconcertado profundamente a la oposición: se ha renovado la licencia a la petrolera norteamericana Chevron para seguir operando en Venezuela y, de esta manera, facilitar el crecimiento de su economía. Estados Unidos parece estar por ahora más interesado en ese flujo de crudo que en desestabilizar a uno de los «enemigos de la humanidad».
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