La sacudida que ha provocado el presidente estadounidense Donald Trump no sólo se ha sentido en la Franja de Gaza. Sus incendiarias declaraciones afirmando que Estados Unidos «tomará el control» del enclave palestino y abogando por un desplazamiento «permanente» de la población local han alcanzado cada rincón de Oriente Próximo. Y, exceptuando a los socios ultraderechistas del primer ministro israelí Binyamín Netanyahu, que sonreía encantado a su lado en el despacho Oval, las reacciones no han sido muy positivas. Aquellas partes involucradas –Hamás y los países árabes supuestamente encargados de acoger a los gazatíes– han advertido a Trump de que su plan difícilmente puede convertirse en realidad.

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