La luna de miel de Trump consigo mismo se está terminando. No ha transcurrido un mes desde su entrada en la Casa Blanca y ya se agrietan algunas de sus medidas más rupturistas. Por cierto, cuando escribía el artículo, a los diez días de la presidencia, ya advertía que cuando se publicara quedaría desfasado a la vista de la velocidad con que se suceden los sustos.
Y, en efecto, casi listo para enviar a la redacción, ocurría el accidente sobre el Potomac y el presidente desviaba la atención arremetiendo contra Biden y Obama que, con sus leyes de integración e inclusividad, supuestamente facilitan que discapacitados mentales ocupen cargos como el de controlador. Delirios de un presidente que por encima de todo ha tomado como misión una revolución cultural ultraconservadora, de derecha excluyente y autoritaria y nacionalista americana, impulsando un nuevo colonialismo: la dominación manu coactioni o manu militari, llegado el caso. El legado con el que sueña Trump es el del emperador Augusto: la pax romana o americana; pero cuidado! Que, de momento, va camino del destino de César, asesinado por sus amigos.
En estos días diez, tres medidas estrellas han sufrido reveses importantes. La primera se refiere a la cruzada contra la inmigración que, a pesar de haber sometido el presidente colombiano haciéndole tragar con los vuelos de deportación, la oposición de los 22 estados con gobernador demócrata y las demandas civiles, para oponerse a la arbitrariedad con que actúa la policía de inmigración, están socavando la credibilidad en que las medidas antiinmigración puedan aplicarse totalmente.
El segundo revés, de infarto sin duda, ha sido la entrada de la tecnología de Inteligencia Artificial china, DeepSeek en el mercado, provocando el primer día una caída del 17 por ciento en la cotización de Nvidia, compañía líder en la fabricación de chips y software, fabricados en Taiwán, imprescindible para la creadora de la IA estadounidense, OpenAI. Con la entrada de Ali Babá lanzando su propia tecnología de IA, Trump se ha dado cuenta (sus adalides tecnológicos), de que no dominará esa tecnología de futuro si no es capaz de imponer su relato: dar miedo sobre el destino del big data en dictaduras políticas y que la gente prefiera la «honestidad» del consumismo orwelliano. Ya saben, el del «mundo feliz».
Y quiero sacar a colación que cuando China estaba preparada para presentar su tecnología 5G, y había sería preocupación porque las empresas tecnológicas americanas y, por supuesto europeas, no estaban a la altura, ocurrió lo del Covid, y se paró el mundo, frustrándose la presentación del 5G chino en el Mobile World Congress de 2020.
La tercera pata que ya se tambalea son sus ambiciones en política exterior y en el nuevo orden mundial de pax americana. En política exterior sus éxitos, a beneficio de parte, se verán en Israel-Gaza estabilizando, y veremos si Oriente Medio por unos años, y posiblemente en Ucrania, cediendo territorios, sin poder ir mucho más allá porque si no estaría mostrando a China el camino para anexionarse Taiwán y quedarse con la industria de los microchips. Lo de Groenlandia irá para medio plazo, diría que diez años, porque es complicado que una región tan estratégica vaya por libre y menos dependiendo de una Unión Europa que no tiene capacidad militar de liderazgo, ni la tendrá con autonomía respecto a Estados Unidos. El discurso de Trump, mal que le pese, tendrá que volver a centrarse en Estados Unidos y en reformas, a medida, para tratar de asegurarse sus cotos electorales. Si no véase como, estos días, está ralentizando sus medidas arancelarias a cambio de negociación.
El lobo sí puede beneficiar a los corderos del redil haciéndonos menos bobos. Al igual que las dos últimas guerras mundiales sirvieron para reescribir las sociedades y las relaciones internaciones, la revolución que intenta Trump ya nos está despertando del letargo. Europa está contestando con estrategias en IA, competitividad y ordenación migratoria. No hay duda que actuar bajo presión es positivo tanto a nivel colectivo como individual.