El Valencia se tomó el mercado de invierno como uno más. Y eso es una negligencia deportiva teniendo en cuenta la crítica situación del equipo en puestos de descenso a segunda división. La peor primera vuelta de la historia del club exigía un esfuerzo por parte de la propiedad, pero ni aún así hubo reacción. Ni Peter Lim invirtió para solucionar los carencias de la plantilla ni Miguel Ángel Corona cerró refuerzos que ofrezcan garantías reales de cara a la segunda mitad de la temporada. El club cerró anoche la ventana de enero sin rastro de la revolución que tanto necesitaba el equipo. Ninguna de las tres cesiones asegura rendimiento inmediato. Ni siquiera experiencia en LaLiga. Solo Umar Sadiq conoce el fútbol español. El problema es que el delantero genera dudas por su rodilla operada y no mejora a Hugo Duro. Max Aarons de momento no le quita el puesto a Dimitri Foulquier y el joven Iván Jaime es una incógnita tras su paso atrás en el Oporto. Los tres fichajes no elevan el nivel competitivo ni solucionan los problemas estructurales de falta de calidad y oficio de la plantilla en todas sus líneas. Lo más grave es que el club cerró el mercado con una ficha libre por la salida de Dani Gómez al Zaragoza y con margen de fair play suficiente para acometer otra operación. Delito.

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