Inmigración, Justicia, medio ambiente, geopolítica, economía… La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca hace exactamente dos semanas ha revolucionado todos los ámbitos de la vida estadounidense de una forma aún más abrupta que hace ocho años. En su primer mandato, tardó un año en desatar una guerra comercial y lo hizo de forma paulatina. Ahora lo ha hecho en apenas quince días, atacando al mismo tiempo a Canadá, México y China, y amenazando a Colombia, Venezuela, Panamá y la Unión Europea.

Aunque Trump aún no ha anunciado ninguna medida concreta sobre la UE, sí protestó el pasado viernes afirmando que el bloque comunitario ha tratado a EEUU «de manera terrible». «Nos tratan muy mal. No aceptan nuestros vehículos, no aceptan nuestros productos agrícolas, esencialmente no aceptan casi nada, y tenemos un enorme déficit [comercial] con la UE. Así que haremos algo muy importante con ellos, vamos a equilibrar la balanza«, declaró a los medios.

Los Veintisiete no han tardado en ponerse en guardia. La Comisión Europea emitía un comunicado este domingo que partía de lo conciliador para acabar en toda una declaración de intenciones. Comenzaba recordando que la relación comercial e inversiones entre el bloque comunitario y EEUU es la mayor del mundo y que hay «mucho en juego», para añadir que los aranceles «dañan a todas las partes» y rematar: «La UE responderá firmemente a cualquier pacto comercial que de forma injusta o arbitraria imponga aranceles a los bienes de la UE».

En conjunto, las relaciones económicas entre EEUU y la UE representan casi el 30% del comercio mundial de bienes y servicios y el 43% del PIB mundial. En 2023, el comercio de bienes y servicios entre ambos fue superior a 1,5 billones de euros, según datos de la Comisión Europea.

En su texto, el Ejecutivo europeo apelaba de forma sutil a los dos colectivos que parecen los únicos de evitar que Trump tome medidas.

Por un lado, al Partido Republicano heredero de Reagan y seguidor del libre mercado, al recordar que «los mercados abiertos y el respeto por las normas del comercio internacional son esenciales para un crecimiento económico fuerte y sostenible». 

Por otro, a la ciudadanía, al incidir en que los aranceles «incrementan los costes empresariales, dañan a los trabajadores y a los consumidores», crean «disrupciones económicas innecesarias e impulsan la inflación«.

La cuestión ha entrado además en la campaña electoral alemana. El canciller Olaf Scholz, socialdemócrata y con un complicado panorama para resultar reelegido a finales de este mes, pidió «no dividir el mundo» con barreras comerciales y pidiendo «cooperación y colaboración» en las relaciones económicas con EEUU.

Su principal rival por la Cancillería, el democristiano Friedrich Merz, apuntó que los aranceles «nunca han sido una buena idea para resolver conflictos de política comercial». Además, pidió que los Veintisiete aúnen fuerzas ante las posibles bravatas del líder estadounidense.

En 2018, la Comisión Europea presidida entonces por Jean-Claude Juncker, ya tuvo que hacer frente a una batalla arancelaria contra Trump. Las exportaciones de aluminio y acero fueron las principales perjudicadas, aunque posteriormente añadiría productos agrarios como el aceite de oliva, el vino, el queso o la aceituna negra española, que mantienen un arancel superior al 30%. 

Ataque y contraataque

La dinámica de ataque de EEUU y contraataque del resto de países puede explicarse con un sencillo simil bélico: Trump emplea bombas de destrucción masiva y los demás responden con misiles de precisión sobre objetivos estratégicos. 

En el caso de Canadá, EEUU ha impuesto aranceles del 25% a todas las importaciones, a excepción de un 10% para productos vinculados a la energía como el petróleo, el gas y la electricidad -que son adquiridos a gran escala en las zonas de los Grandes Lagos, el Medio Oeste y las Montañas Rocosas.

Como respuesta, el gobierno de Justin Trudeau ha marcado 1.256 productos -el 17% de lo que compran a EEUU- que incluyen el zumo de naranja, la mantequilla de cacahuete, el vino, las motocicletas o los cosméticos. A ellos añadirá dentro de tres semanas aranceles a vehículos privados y camiones -algo que generaría problemas al sector automovilístico estadounidense-, frutas y productos de aluminio y acero. 

Trudeau replica así lo que ya hiciera hace unos años en su pelea contra el presidente estadounidense, y lo que también realizase la Unión Europea: tasar a productos y sectores puntuales mirando el mapa político. Esos bienes se producen principalmente en los caladeros de votos republicanos, de forma que serían aquellos que respaldan a Trump quienes más sufrirían las consecuencias del enfrentamiento. Esta respuesta logró, por ejemplo, que la marca de motocicletas Harley Davidson mandase parte de su producción fuera de EEUU para evitar los aranceles europeos. 

Pero más allá del ‘ojo por ojo’, Canadá ha anunciado que acudirá a los cauces legales para contrarrestar estas barreras arancelarias «injustificadas». «Recurriremos a los recursos legales que creemos que tenemos a través de los acuerdos que compartimos con EEUU», indicaron fuentes gubernamentales citadas por Reuters en alusión al Tratado de Libre Comercio de América del Norte que negoció y firmó el propio Trump en su primera etapa presidencial.

En la misma línea se ha pronunciado China, quien fue el gran enemigo de la guerra comercial de Trump de su mandato previo y que ahora ha recibido unos aranceles del 10% sobre el conjunto de las importaciones. El Ejecutivo de Xi Jinping ha denunciado la medida ante la Organización Mundial de Comercio al considerar que «viola gravemente» las normas de la OMC. Desde el ministerio del ramo llaman a Trump a «entablar un diálogo franco y fortalecer la cooperación».

México también ha sido impactado con unos aranceles indiscriminados del 25%. Su presidenta, Claudia Sheinbaum, ha mantenido conversaciones con Trudeau para urdir una estrategia común, pero por el momento no ha anunciado medidas económicas concretas. La respuesta arancelaria es, en sus propias palabras, «un plan B», puesto que le ofreció a Trump una mesa de negociación que sirva para evitar los «efectos muy graves» que el conflicto comercial tendría para ambos países.

Trump, que acusa a México y Canadá de no controlar su frontera en sus flujos migratorios ni en los de drogas como el fentanilo, además de aprovecharse de un superávit comercial con EEUU, anunciaba a última hora del domingo que pretende hablar con Trudeau y Sheinbaum este mismo lunes: «No espero nada muy dramático. Hemos puesto los aranceles. Nos deben mucho dinero y vamos a asegurarnos de que paguen», señaló a los periodistas.

Los mercados arrancaron la nueva semana, tras la firma de los aranceles del lunes, mostrando una honda preocupación por el nuevo conflicto comercial. Las bolsas asiáticas abrieron con caídas superiores al 2%, mientras los futuros de los principales selectivos europeos también retrocedían más de esa cifra. El dólar estadounidense marcaba máximos frente al yuan y el peso mexicano, y máximos de 22 años frente al dólar canadiense. 

¿Un tiro en el pie?

Pese a todo, las voces de economistas de todo el mundo, también de Estados Unidos, han advertido no sólo de las pésimas consecuencias que esta renovada pulsión arancelaria de Trump podría generar en el conjunto de la economía mundial, sino muy especialmente en el país de las barras y estrellas.

Goldman Sachs apuntaba este domingo que cree que los aranceles anunciados tendrán una «vida corta», en línea con aquellos que apuntan que se trata simplemente de una medida de presión a estos países para que cumplan con las exigencias de Trump.

Pero el órdago del líder estadounidense puede resultar muy caro para los mercados y para el ciudadano de a pie, si se mantiene en el tiempo. El propio Trump admitía en un texto publicado en Truth Social que estas medidas «quizá, o quizá no» podrían generar «dolor» en el pueblo americano, pero «harán a América grande de nuevo, y merecerá la pena el precio que haya que pagar».

La imposición de aranceles a las importaciones implica el auge casi automático de los precios para el consumidor, dado que el empresario que intermedia no asume nada o casi nada del incremento del coste. Esto, a su vez, genera inflación, que hace que cunda menos el salario de los ciudadanos, perdiendo poder adquisitivo.

La inflación, además, tiene importantes consecuencias en materia de política monetaria. Actualmente se encuentra en el 2,9%, casi un punto por encima del objetivo considerado idóneo del 2%, por lo que la Reserva Federal decidió mantener los tipos de interés en el rango del 4,25%-4,5% en su reunión de la pasada semana.

Sin embargo, si los aranceles producen un auge sustancial de la inflación, el banco central estará impelido a volver a subir los tipos, ralentizando el conjunto de la economía al encarecerse los préstamos de todo tipo. Es algo que ya ocurrió en el primer mandato de Trump, que usó al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell -aún en el cargo-, como una de sus dianas favoritas, a pesar de que fue nominado por él.  

El diario económico de referencia en todo el mundo, The Wall Street Journal, calificaba la medida trumpista en un editorial publicado el 31 de enero como «La guerra comercial más tonta de la historia». «Dejando a China aparte, la justificación de Trump para este ataque económico a los vecinos no tiene sentido», indicaban.

El editorial del WSJ rechazaba los argumentos de la Casa Blanca y ponía el foco en cómo los intercambios comerciales han alentado al sector manufacturero, al automovilístico, o a las exportaciones del sector agrario.

Se estima que los aranceles firmados este fin de semana afectarán a 1,4 billones de bienes importados por EEUU (algo menos que el PIB de España), tres veces más de lo que ocurrió durante el primer mandato del presidente republicano, según estimaciones de la Tax Foundation.

El economista jefe de EY, Gregory Daco, augura que la guerra comercial con México, Canadá y China le costaría 1,5 puntos del PIB a EEUU este año y 2,1 puntos en 2026, conduciendo incluso a un «shock estanflacionario», una pesadilla económica que aúna ausencia de crecimiento económico con alza de los precios.

El poder como amenaza

El inquilino de la Casa Blanca no se ha caracterizado nunca por sus sutilezas, pero desde su vuelta al Despacho Oval ha dejado a las claras que su forma de hacer geopolítica pasa únicamente por la intimidación. Ya enarboló el poderío militar estadounidense antes de su toma de posesión para forzar un alto el fuego entre Israel y Hamás -«Si no liberan a los rehenes, se desatará el infierno en Oriente Medio», dijo-, y ahora emplea el poderío económico no sólo para compensar la balanza comercial, como hiciera en su primer mandato, sino también para sus políticas migratorias.

Así se puso de manifiesto a finales de enero, cuando el presidente colombiano Gustavo Petro anunció que no iba a admitir a los inmigrantes deportados por Trump hasta el país latinoamericano. Pocos minutos después, el estadounidense anunció aranceles del 25% a Colombia sobre todas las exportaciones hacia EEUU, amenazando con que fueran del 50%. Petro respondió replicando las medidas en un primer momento, pero claudicó en cuestión de horas, aceptando «todos los términos del presidente Trump».

El régimen de Nicolás Maduro también está sintiendo de primera mano la mano dura de Trump en su regreso al poder. El viernes, un negociador llegó a Caracas y horas después volvía a su país con seis estadounidenses en el avión que habían sido liberados de prisión por el Gobierno venezolano. Anunció además que Venezuela admitiría las deportaciones de 400 miembros de la organización criminal Tren de Aragua que están en cárceles norteamericanas.

Maduro, cuyo discurso contra Estados Unidos es una constante, se mostró sin embargo comprensivo y cooperador, deseando alcanzar «nuevos acuerdos por el bien de los dos países y la región». «Presidente Trump, hemos dado un primer paso, nos gustaría que continuasen».

Pero no parece que el líder estadounidense busque negociar. El New York Times informaba este domingo de que Trump ha dado orden al Departamento de Seguridad Nacional para levantar el Estatuto de Protección Temporal (TPS) a 300.000 venezolanos, lo que les expondría a una deportación a su país de origen en un plazo de 60 días desde que se publique el documento. 

La mesura tampoco está en la agenda de Trump en sus relaciones con Panamá. Ya antes de asumir el cargo amenazó con tomar el control del Canal de Panamá. Pero este domingo el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, advirtió al presidente panameño de que tomarán «las medidas necesarias» contra el país latino si este no pone fin a la influencia china sobre el canal.

Rubio considera que China amenaza la vía fluvial al operar dos puertos próximos a la entrada del canal a través de una empresa con sede en Hong Kong.

«China está controlando el Canal de Panamá. Este no se le dio a China, se le dio a Panamá -estúpidamente-, pero han violado el acuerdo [de neutralidad de 1977] y vamos a recuperarlo, o algo muy poderoso va a ocurrir», dijo el propio Trump a los periodistas este domingo. «No creo que las tropas sean necesarias», agregó.

Por el momento, el líder panameño, José Raúl Mulino, anunció que va a tratar de concluir de forma anticipada el acuerdo entre Panamá y China que involucraba al país latino en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el proyecto de expansión de influencia del gigante asiático.

Fuente