Concierto solidario a favor de las víctimas de la dana
Orquestra de la Comunitat Valenciana. Orquestra de València. Cor de la Generalitat. Programa: Obras de Pacho Flores (Albares, concierto para fliscorno y orquesta), Mahler (Segunda sinfonía, “Resurrección”), y Serrano-Flores (Himno de la Comunitat Valenciana). Sandra Hamaoui, (soprano), Eva Kroon (mezzosoprano). Director: Gustavo Gimeno. Lugar: Palau de la Música (Sala Iturbi).
Quizá haya sido el concierto más exitoso vivido en el Palau de la Música en sus casi cuatro décadas de existencia. No solo por la fulgurante y espectacular Segunda sinfonía de Mahler que centraba el excesivo programa, sino por el contagioso talento del venezolano Gustavo Dudamel Barquisimeto, 1981, uno de los grandes de la dirección de orquesta contemporánea, sino por las connotaciones solidarias con la tragedia de las inundaciones. Dudamel ha querido solidarizarse con las víctimas y liderar este concierto de apoyo y empatía. Ha contado para ello con la complicidad y formidable disposición de las dos grandes orquestas de la ciudad: la de València, titular del Palau de la Música, y la de la Comunitat Valenciana, titular del vecino Palau de Les Arts.
Ambas formaciones sinfónicas mimetizadas en un único e inmenso instrumento sinfónico; compacto y pleno de calidades solistas y de conjunto, que se entregó al dictado maestro de Dudamel y se dejó la piel en una noche de excelencias impulsada por el genio contagioso del maestro venezolano. Un concierto histórico, cuya duración se extendió considerablemente -quizá hasta el exceso: lo bueno, si breve, dos veces buenos- por los aplausos inagotables de un público que se pasó la noche rodeado de policías, escoltas, controles de seguridad, identificaciones y hasta cacheos… Una horterada de cuidado, derivada de la catetería provinciana y la presencia aparatosa de la Emérita. A todo este sarao extra-musical se sumó sobre el abarrotado escenario el estreno de una nueva y estupenda versión del Himno de la Comunitat firmada por el gran trompetista venezolano radicado en València Pacho Flores, a lo que aún que sumar la obra que abrió el programa a modo de preludio de la monumental Segunda de Mahler: el atractivo, bien construido y cargado de aires latinos y valencianos -incluso en el segundo movimiento aparece citado el propio Himno- Albares, concierto para fliscorno y orquesta, que contó con el lujo del concurso solista del propio Flores.
La Segunda sinfonía de Mahler es un canto a la vida, lleno de luz y esperanza en el futuro. Un canto a la «resurrección», entendida como recuperación de vida. Una obra bien conocida por melómanos y por las dos grandes orquestas valencianas, la Orquestra de València y la Orquesta de la Comunitat Valenciana. Una y otra, la han interpretado por separado en reiteradas ocasiones, con directores como Ramón Tebar, James Gaffigan o Zubin Mehta.
Pero esta interpretación conjunta, con sus respectivos mimbres repartidos armoniosamente en los atriles, tenía un plus que la hacía única: su emotiva relación con la dana. Gustavo Dudamel, que se ha ofrecido para liderar este «concierto solidario a favor de las sociedades musicales y las personas afectadas por la dana», ha cargado de emoción y sentido una versión en cuya naturaleza más íntima ha palpitado el vínculo con la tragedia. Un ejemplo de solidaridad y empatía con sus víctimas. «Resucitaréis, sí, resucitaréis, cenizas mías, tras breve reposo», cantan la soprano y mezzo solistas después de que el Cor de la Generalitat (con algunos miembros del Coro de la RTVE) entonará: «Moriré para vivir».
Palabras extrañas en el papel, pero que en la sala de concierto, musicadas por Mahler y revividas por los formidables intérpretes que ayer por la noche habitaban el escenario del Palau de la Música, cobran intenso sentido emocional. Dudamel, visiblemente emocionado, se involucró con la música en la entraña de la tragedia. Fue una versión descarnada y extrema. A flor de piel. Desde el comienzo del Allegro moderato que abre la gran sinfonía, se palpaba la carga emocional añadida. Luego todos los estados de ánimo. Ilusión y desesperación. Resignación y esperanza. Luz y oscuridad. Todo lo contó y plasmó Dudamel con extrema naturalidad. Nada era exagerado ni excesivo. Menos, impostado. Su gesto es tan claro como la precisión de sus manos y la comunicatividad con los músicos. Como siempre, dirigió la sinfonía de memoria, pendiente de cada detalle y entrada.
Los músicos, fascinados con el talento del maestro se volcaron con él y con Mahler. Toda la sinfonía estuvo enaltecida por sobresalientes intervenciones solistas. Apenas un desliz, alguna minucia, que no desdibujan la brillante calidad instrumental de la versión. A todos habría que destacar, pero valga el estupendo solo de flauta de Salvador Martínez (de la Orquestra de València) como punta de iceberg de un concierto en el que hay que aplaudir y felicitar a todos sus músicos. También, por supuesto, al Cor de la Generalitat, que bordó una de sus mejores actuaciones. Sobresalientes igualmente las dos solistas invitadas, la soprano Sandra Hamaoui y la mezzo Eva Kroon.
La noche se cerró bien entradas las 22 horas con todos cantando la nueva versión del Himno de la Comunitat revisada por Pacho Flores. Dudamel lo dirigió como si llevará toda la vida conviviendo con él, con la misma emoción, entrega, autoridad y devoción con la que acababa de dirigir la sinfonía mahleriana. Se le veía emocionado, con alguna lágrima en los ojos. Gran maestro, gran personaje. Nadie, ni dentro ni fuera del escenario, olvidará este concierto para los anales.