¿40 años? La pregunta que se repetía en los alrededores del Movistar Arena tenía una respuesta afirmativa: sí, 40 años. Ni 20, ni 25, ni 30. Lo que celebraba Coque Malla eran cuatro décadas de música. Y se entendían las dudas: el cantante madrileño, que empezó en 1985 junto a Los Ronaldos, sigue luciendo el cuerpo menudo, el rostro juvenil y la barba lampiña de entonces. Ya pinta alguna cana a esa perenne estética de tipo normal, sin más aderezo que un sombrero o una americana colorida, pero conserva el tono burlón y teatral de sus inicios.

Con él dio la bienvenida a un espectáculo que estuvo marcado por los momentos emotivos, simpáticos o de comunión grupal a lo largo de dos horas. Entonó Por las noches antes de saludar, lanzando a bocajarro ese éxito socarrón de sus primeros pasos como estrella del pop-rock español. Y continuó, sin descanso, con Sólo queda música, más reposada y que introducía lo que se avecinaba. Se presagiaba un cumpleaños épico. El que, según dijo el propio cantante, merecía una cifra tan redonda.

Pero Coque Malla no quería nostalgias. Aunque explicara su nerviosismo por actuar ante 15.000 personas en un recinto donde acudía a clases extraescolares (el antiguo Wizink, para los que todavía –casi todos- ignoran el cambio de nombre), no pretendía convertirlo en un homenaje al pasado. Su barrio, Ventas, está pegado a este coloso y esas calles, alegó, huelen a su infancia. “Aquí me crie y es donde hacía gimnasia”, confesó, antes de aclarar que tampoco iba a suprimir sus temas más conocidos. “Vamos a tocar la canción de las bodas, que no cunda el pánico”, informó con guasa, refiriéndose, cómo no, a No puedo vivir sin ti.

Y presentando a la banda –“ellos hacen la magia y yo mis bailecitos”, bromeó-, arrancó el festival. Raúl Gutiérrez, Rulo, y Dani Martín le abrazaron en ¿Volverá?, balada de reciente publicación que interpretaron a coro. El exlíder de El Canto del Loco apareció con el pelo rosa tras ese regreso súbito con un nuevo disco y envuelto en polémica. “Habéis tardado mucho en llenar esto. ¡Que no vuelva a pasar!”, gritó. Coque Malla manejó el despegue de los ánimos con una coreografía junto a su hija, Cayena, y La carta, melodía de versos hablados que formaba parte de Termonuclear.

Este álbum de 2011 confirmaba su afán por labrarse un nombre en solitario. Lo habían precedido Soy un astronauta más y Sueños -de 1999 y 2004, respectivamente-, que cargaban aún con la losa de Los Ronaldos y que supusieron un bache en esa temprana pasión. Coque Malla recordó sin amargura ese periodo “difícil e interesante” en el que su público apenas sumaba unas pocas decenas. Durante esa fase, argumentó, no se distrajo de su vocación y parió La hora de los gigantes, culmen de su discografía.

“Aquella época me convirtió en el cantante que soy ahora”, razonó antes de dar paso a ‘Berlín’, una de sus insignias, y de invitar a Leiva -con problemas de voz debido a una operación, tal y como adelantó- para poner el broche a esa década con Hasta el final. Sin ningún aviso, más que una suave entrada a capela, llegó la canción de las bodas. Anni B Sweet, una de esas ‘mujeres’ con las que revisitó algunos de sus temas más emblemáticos, puso dulzura a No puedo vivir sin ti, que se coreó en sordina y sin demasiados móviles en alto, permitiendo que el ambiente se impregnara de ternura (y de alguna lágrima, como cuando dedicó Una sola vez a su padre, que falleció mientras la estaba componiendo).

Conque Malla celebra sus 40 años en la música con un concierto en el Madrid Arena.


Conque Malla celebra sus 40 años en la música con un concierto en el Madrid Arena.

Europa Press

Unos minutos de calma que pillaron desprevenidos a los asistentes y que duraron poco. Siguiendo con ese vaivén emocional y con ese repaso por todas sus vidas musicales, Coque Malla imprimió gamberrismo con Adiós papá, agitando a un público entregado. Y mentó a Chuck Berry y Keith Richards como modelos para saludar a Ariel Rot y encender las luces del Movistar Arena, transformándolo en una verbena con ese himno eterno que es Mucho mejor, de Los Rodríguez, en el que participó sin saber sus posteriores “consecuencias”.

No se quedó ahí la mezcla de estilos. Acostumbrado a transitar diferentes géneros, Coque Malla se atrevió a rapear Un lazo rojo, un agujero con el inconmensurable Kase O. Salió triunfal, como en cada uno de esos pequeños actos, y bajó las cortinas. Esperando unos bises predecibles, el regreso de los focos alumbró a su grupo “favorito”. Ricardo Moreno, Luis García y Luis Martín, sus compañeros de Los Ronaldos, otorgaron una prórroga de tres disparos seguros: Guárdalo, Ana y Choni y, por segunda vez, No puedo vivir sin ti’. Esta vez, en su versión más bailable y con total vocación de cierre.

Sin embargo, la sorpresa no sólo fue que este omnipresente lamento no finalizara la velada, sino que dejara la última bala para que Iván Ferreiro se le uniera en Me dejó marchar. Un carpetazo sorprendente que arropaba una noche de equilibrios entre sus creaciones juveniles y sus estrofas de madurez. Porque sí: son 40 años sobre las tablas, a pesar de la incredulidad de muchos seguidores.

Fuente