Para las 20:34 de este 29 de enero, hora de la costa Este norteamericana, o las 02:34 de la madrugada del día 30, hora peninsular española, está previsto el despegue del SpainSat NG1, el nuevo satélite de comunicaciones encriptadas de banda militar con el que Defensa planea multiplicar sin precedentes la interconexión de las Fuerzas Armadas.
Ha viajado hasta Florida para asistir al lanzamiento una delegación de la cúpula militar y la industria de la defensa, encabezada por la secretaria de Estado Amparo Valcarce, y los jefes de Estado Mayor del Ejército del Aire y el Espacio, el general Francisco Braco, y de la Armada, el almirante Antonio Piñeiro.
Esperando que la cuenta atrás llegue a cero, duerme en Cabo Cañaveral una máquina de 6.000 kilos de peso y cerca de 700 millones de euros que, a 36.000 kilómetros de este planeta, recibirá y transmitirá órdenes, planes, reuniones, informes, llamadas, avisos y secretos de las tropas españolas, las embajadas y los agentes de inteligencia desplegados por cualquier punto desde América en su extremo occidental hasta Indochina en su límite oriental.
El satélite tiene capacidad de enfocar a áreas muy pequeñas y definidas, y de resistir el golpe de la honda electromagnética procedente de una explosión nuclear, la HANE que hoy dejaría fuera de combate a la mayoría de satélites que rodean a la Tierra.
El SpainSat NG1 es el primero de una nueva hornada de satélites militares que multiplicará por 16 las capacidades y el blindaje de comunicaciones que actualmente usa España. Es la culminación de seis años de contrato y uno de los más destacados, y discretos, avances del paulatino rearme español.
Cohete de Elon Musk
Construido por encargo de la empresa de mayoría de capital público Hisdesat en alianza con el consorcio europeo Airbus y la firma francesa Thales Alenia Space, el NG1 está ya cargado con 1.250 kilos de Xenon, que será su combustible principal, y una carga adicional de hidrazina, propelente de alta potencia que ha habido que manejar en el Kennedy Space Center entre mil precauciones. Con todos sus sistemas ya incorporados, espera su salida al espacio bajo la cofia de un Falcon IX, el famoso cohete de Elon Musk.
Es Space X. la firma del tecnomagnate, la encargada del lanzamiento en las instalaciones que tiene junto a las de la NASA. Este será su lanzamiento espacial 428. La elección de Musk no era controvertida en 2022, cuando se firmó el contrato. Entonces, el hoy pretoriano del presidente norteamericano Donald Trump colaboraba con sus propios satélites del sistema Starlink en la defensa de Ucrania, y no había adquirido su muy político perfil actual.
No había mejor opción en el mercado para lanzar, explican fuentes de Hisdesat. Con la NASA noqueada, Space X -que ya había lanzado antes para Hisdesat el satélite de observación Paz– hizo esta vez la oferta más viable: el SpainSat NG1 pesa y abulta demasiado para un cohete ruso Soyuz, posibilidad que Defensa no barajó en ningún momento, y la europea Arianne no presentó propuesta, sometida como estaba a un parón técnico.
El SpainSat NG1, durante su ensamblaje en un taller de Toulouse IFrancia) a cargo de Airbus. / Airbus
No ha trascendido de la operación el coste de cada lanzamiento con un cohete Falcon IX, estos que han abaratado el negocio con sus fases recuperables, capaces de retornar verticalmente a su lanzadera. Tampoco ha trascendido el coste del seguro del satélite, del que se encargan la española Mapfre y la francesa Aon ISB.
32 años de evolución
En 1992, España celebraba la Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona. Y fuera se empleaba en un trabajo mucho menos festivo: su primera misión militar exterior de envergadura desplegando fuerzas de interposición entre las matanzas de la ex Yugoslavia. Fue entonces cuando el rey Juan Carlos pidió mantener una comunicación en directo y simultánea con las tropas en Medjugorie y Mostar (Bosnia). Las Fuerzas Armadas tuvieron que recurrir a la ayuda británica, rogar apoyo para superar la escasez -solo siete- de estaciones receptoras de señal de satélite que sufrían el Ejército y la Armada. “Hoy tenemos más de 700”, cuenta el capitán de Fragata Lorenzo Ruiz.
Una de aquellas pocas estaciones del 92 estaba entonces en el ya jubilado portaaviones Príncipe de Asturias, que navegaba aquellos días por el Mediterráneo central. A bordo servía Ruiz como un joven alférez de navío que asistió de cerca a las dificultades que supuso aquella petición del monarca.
En esa etapa le nació a Ruiz la afición por los satélites, de la que ha hecho su vida. Hoy este cartagenero es jefe del programa SpainSAT NG en la Dirección General de Armamento y Material del Ministerio de Defensa. Se emociona cuando trata de describir a qué cumbre se llega ahora, en Cabo Cañaveral, 32 años después de aquellos días de pobreza tecnológica. “Vamos a lanzar el satélite de comunicaciones militares más avanzado de Europa y, seguro, uno de los mejores del mundo”, dice, y añade, sin disimular su orgullo: “Créame: estamos liderando”.

El SpainSat NG1, ya montado y antes de ser trasladado al avión ucraniano de carga Antonov que lo llevó a principios de enero a Cabo Cañaveral / Airbus
La antena emergida a cota de snorkel por un submarino, el puente de mando de una fragata en el Cuerno de África, el piloto de un helicóptero Chinook con heridos a bordo, una estación del CNI en África, un convoy logístico en Eslovaquia, un helicóptero HN50 aterrizando en Melilla, un pelotón de infantes de Marina en la orilla del mar Negro, una pareja de Eurofighter sobrevolando el Báltico para disuadir a la aviación rusa, el mando de una batería Patriot en Turquía… todo tipo de plataformas y unidades militares españolas en toda clase de misiones se nutrirán de la autopista de billones de datos que proporcionará el SpainSat NG1.
Turbulencias
El aparato cúbico que espera su salto en Cabo Cañaveral con sus antenas plegadas como elitros de un insecto en reposo es el fruto de esa evolución hasta la consolidación del SECOMSAT, el Sistema Español de Comunicaciones Militares por Satélite, sin el que, en una guerra moderna, marcada por las nubes de combate y la transparencia del campo de batalla, las Fuerzas Armadas estarían ahora inexorablemente ciegas, sordas y mudas.
El 11 de julio de 2019 firmó Hisdesat su contrato con Thales Alenia Space y Airbus, sobre el que se cimentó un proyecto que se ha llevado a cabo con un 45% de aportación técnica española y 1.397 millones de euros de esfuerzo fiscal de este país, de los 2.000 de inversión que supone todo el sistema.
El proyecto sufrió no pocas turbulencias: las de 2020, con sus ingenieros y técnicos guardando distancia de seguridad y luciendo mascarillas tras el confinamiento por el covid. O las de 2022, con Rusia convertida, de nuevo, en amenaza existencial para Europa al soltar Vladimir Putin sus brigadas de carros de combate sobre Ucrania, lo que obligó a Hisdesat a renunciar sobre la marcha a los motores iónicos del satélite, que iban a ser rusos y finalmente son de la francesa Safran.

Recreación de la pareja de satélites SpainSat cuando estén orbitando la tierra. Hisdesat / Hisdesat
En el proyecto SpainSat NG1 se han implicado 18 universidades y pymes de Catalunya, Cantabria, Madrid, Andalucía, País Vasco y Castilla-La Mancha, además de firmas clásicas de la industria de la defensa como Tecnobit, Sener, Crisa, GMV e Indra, y una generación de ingenieros españoles de 35 años de edad media. Dicen en el sector que ese es el arco de edad de quienes están ideando sistemas en esta Europa sometida a desafíos, y que es parte de la generación mejor formada de la historia de España.
El personal ha resistido las tentaciones económicas que en este país provocan graves fugas de talento. “Pesa la vocación. Aquí lo vocacional es muy fuerte”, asegura Lorenzo Ruiz. Es una turbulencia no menor, que afecta a toda la industria de la defensa, la de la guerra por robar personal que libran empresas y países. El almirante retirado Santiago Bolíbar Piñeiro, presidente de Hisdesat, explica que en este caso “el elemento reputacional nos ha servido de freno. Es el prestigio curricular que supone participar en la creación de un satélite de comunicaciones seguras de primerísima línea”.
Muy alto
Esta es la tercera vez que el marino Bolíbar va a asistir a un lanzamiento en el punto de la Florida del que han partido tantas misiones espaciales históricas, pero sigue hablando del fogonazo, el estruendo, el ascenso, todo el proceso, con pasión de recién llegado.
En esta ocasión no se recuperará la primera fase del cohete, ese tramo que vuelve a la Tierra y aterriza de pie en las espectaculares imágenes que han hecho famosos a los Falcon IX. “Se renuncia a la recuperación porque el SpainSat NG debe llegar a 36.000 kilómetros. No es un satélite que vaya a navegar bajo -insiste en el término marinero, navegar-, y debemos aprovechar todo el combustible del cohete. Nos sale económicamente mejor…”
Desde esa órbita máxima, por encima del enjambre de los satélites convencionales de las órbitas LEO y MEO (pequeña y mediana), la nueva nave espacial de Defensa será capaz no solo de recibir y repicar un sinnúmero de datos, también de señalar el punto exacto del planeta desde el que un enemigo trata de interferir o intoxicar a la máquina.
Esa capacidad y otras que son secretas hacen intersección con ese 45% de aportación de lo que en la política de Defensa se llama “soberanía tecnológica”. “España se ha tenido que fabricar sus propias antenas activas”, tiene dicho a este diario Miguel Ángel García Primo, consejero delegado de Hisdesat, señalando uno de los elementos más valiosos de la máquina.
La cuenta atrás de 24 horas está ya iniciada. Después del encendido de motores, el Falcon IX llevará al satélite español a la llamada “órbita de transferencia”. Desde allí, alcanzará el punto geoestacionario en el que se someterá a pruebas durante cinco meses.
Después, en septiembre, partirá de la tierra su hermano, el SpainSat NG2, con el que se complementará en la recepción y envío de mensajes.
Cuando todo esté probado, el SpainSat 1, viejo antecesor de estos NG y que lleva funcionando 19 años, se jubilará. Será enviado más allá, a una de las “órbitas de estacionamiento” donde los ingenieros espaciales llevan a dormir a los abuelos de su industria.