Los padres pueden llevar rastros de sus traumas infantiles en sus espermatozoides, según sugiere un nuevo estudio: la epigenética de las células espermáticas de los progenitores que han estado expuestos a un alto nivel de estrés o han sufrido traumas en la infancia puede derivar en cambios en el ADN, que se transmiten a la descendencia e impactan en el sistema nervioso central de la próxima generación.

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