Solicito de antemano perdón por el atrevimiento predictivo, pero tengo el convencimiento, sustentado en la visión de lo que acontece, de que la limpia decisión del magistrado Juan Manuel Sobrino, situando el auto de procesamiento de Gabriel Le Senne a tiro de piedra, es no buscado, pero impagable banderín de enganche para las aspiraciones de la extrema derecha de Vox de disponer, después de las elecciones de mayo de 2027, de papel trascendental en la gobernación de Baleares. El juez estima que hay posible delito de odio en la actuación del presidente de Parlamento regional. Y es verdad: contemplando la grabación de lo acaecido es suficiente para cerciorarse de que Le Senne usó la fuerza para violentar la propiedad ajena movido por el inextinguible odio que siente la extrema derecha hacia quienes perdieron la Guerra Civil de 1936-1939. Odio que sigue alimentándose con el combustible que apila el frente nacional europeo, que avanza imparable, elección tras elección. El odio funciona como reclamo electoral. Donald Trump ha impartido lección magistral en Estados Unidos: condenado por los tribunales, acusado de delitos varios, hasta de promover golpe de Estado, ha ganado las elecciones. En Europa la extrema derecha neofascista, trumpista, gobierna en Italia, Hungría, Holanda, Finlandia, Eslovaquia; lo hará en Austria, se prepara para obtener resultado desestabilizador en Alemania, y es posible que acabe encaramándose a la presidencia de la República en Francia. España no vive ausente del proceso con una derecha, la del PP, sin proyecto conocido y líder evaporado (Feijóo es un estafermo), al que Vox ata cada vez más en corto. Cómo va a sustraerse Mallorca al vendaval. Y en Gabriel Le Senne, dotado de miseria moral que iguala a la del vicepresidente de Marga Prohens, Antoni Costa (protector de un agresor sexual confeso, que no se olvide), ha hallado Vox al hombre adecuado, y parecerá inverosímil, para ser mucho más que competitivo en 2027.
El presidente del Parlamento balear sentado en el banquillo, procesado por delito de odio, canonizado por el amplio electorado que sufraga a la extrema derecha. El juez Sobrino está haciendo con profesionalidad el trabajo que le corresponde. Para sí mismo lo ha llevado a cabo el fiscal José Díaz Cappa, al exonerarlo en su escrito de supuesta acusación. Ese fiscal es el que, auxiliado por Bartolomé Barceló, anterior fiscal jefe, intentó descabalgar al actual, Julio Cano Antón, incluso sacando a colación, en actuación nauseabunda, su vida privada. Coligo que Díaz Cappa busca que, llegado el caso, Vox le premie los servicios prestados. Esa es otra historia que ha de ser relatada con detalle. A lo que vamos, Le Senne puede que sea absuelto por la Audiencia, que, como recuerda Matías Vallés, ni nos acordamos si alguna vez condenó a un político de derechas; son cosas de la Judicatura, que, con el Tribunal Supremo (TS) de mascarón de proa, siente irrefrenable querencia ideológica por la diestra. Manuel Marchena, hasta ayer presidente de la Sala de lo Penal del TS, enfiló el rumbo cuando metió en la cárcel a los gamberros (otra cosa no fueron) independentistas del procés. Entonces, ¿seguirá Le Senne siendo presidente de la Cámara? O mejor preguntado: ¿permitirá la presidenta Prohens su remoción? ¿No hay entre los restantes 58 diputados nadie en condiciones de sustituirlo? Si hasta Agustín Buades, ese hombre, se ha ofrecido para el cargo. Prohens quiere la legislatura al pairo. Nos anuncia que no dará tiempo de incrementar la ecotasa este verano. Acabáramos. Cómo va a promover la destitución de Le Senne. Sucede que puede ser su perdición: procesamiento, condena, si llega, recurrida en casación ante el TS. Nos plantamos en la primavera de 2027. De su miseria moral emergerá el llamado a promover la causa del neofascismo trumpista mallorquín. Opus Dei. El Yunque.
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