El Mallorca sigue sexto a pesar de su nefasto inicio de 2025 y parece que Son Moix está a punto de arder. El enfado de la afición está más que justificado pero estaría bien centrarse contra qué se protesta porque la pañolada del sábado fue descafeinada. Lo único que se oyó fue el manido ‘Tebas, dimisión’, algo que ya ni sorprende escuchar. El que respiró aliviado fue el CEO, Alfonso Díaz, porque la ira no se dirigió hacia el palco.
La entidad está en puestos europeos, saneada económicamente, con un estadio reformado, una ciudad deportiva envidiable y con récord de abonados, pero es evidente que hay un sector de la afición, quizá el que más alza la voz en las redes sociales, que le critica. El problema llega porque en el fútbol no solo mandan los números y el balón, cuidar el corazón es fundamental. Y a muchos ‘barralets’, imposible medir el tanto por ciento, no le gustan las formas. Y en esto llueve sobre mojado tras el lío de La Cartuja o la última campaña de socios. En la planta noble deben hacer una reflexión porque el área social es más importante que estar en Primera División, de ahí este runrún.
El debate de que el Mallorca necesita un presidente que le defienda es muy viejo y solo aparece en las malas, pero lo que es seguro es que pecó de falta de sangre durante los días en los que Louzán estuvo mudo. Aunque solo fuera de cara a la galería, debió salir a defender con vehemencia algo que tenía indignada a tanta gente. En el club creen que hacer eso sería «puro populismo», pero olvidan que en el orgullo de pertenencia que sienten los hinchas estos detalles son importantes. Al final, el Mallorca son ellos.
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