Los bielorrusos acuden a votar este domingo en unas elecciones con apenas repercusión fuera de sus fronteras, no sólo por la magnitud de otros asuntos, sino también por la reducidas alternativas entre candidatos, entre los que sobre sale por encima de todos un presidente, Alexander Lukashenko, cuyo triunfo nadie pone en duda.
Las presidenciales de este año arrastran todavía las secuelas de aquellas de 2020 cuyos resultados, aún sin gran parte del reconocimiento internacional, acabaron de un plumazo con cualquier conato de liberalización interna y reforzaron aún más los lazos con Rusia y, con ello, la dependencia de su gran vecino.
Ahora, después de tres años siendo objetivo de las sanciones internacionales por su supuesta implicación en la guerra de Ucrania, la Bielorrusia de Lukashenko busca reconciliarse con Occidente, sabedor que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca puede acelerar un posible acuerdo entre Kiev y Moscú.