¿Qué tecla cree que tocó para que el público votase su texto?
Creo que fueron fundamentales dos teclas para que los asistentes al Torneig de Dramatúrgia, con mucha generosidad, eligiesen Bon al·lot. En primer lugar, la universalidad del sentimiento, del vínculo tan particular que se forma entre el amo y su animal de compañía, bien sea un perro o un gato. Es una relación especial y eso lo sabe la mayoría de la gente que tiene un animal. En segundo lugar, la combinación de la comedia con el drama, que siempre me ha gustado. Los actores de la semifinal y la final supieron captarlo desde el inicio, estuvieron maravillosos e hicieron subir la comedia para luego tocar la fibra sensible de los espectadores.
¿Por qué funciona tan bien la unión de comedia y drama?
Porque es como la vida misma. Siempre hay una mezcla de los dos componentes. Nada es totalmente dramático. Al menos, no podemos tomarnos todas las cosas en serio, ya que sin la risa no se puede tirar para adelante. Además, pienso que la comedia es un medio fantástico para abordar temas serios.
¿El mensaje es una reflexión sobre la soledad no deseada?
Sí. He querido reivindicar a la gente mayor porque al fin y al cabo si estamos aquí es por ellos. En este país hay muchas personas mayores y los de mi generación tenemos progenitores con esas edades, pero es llamativo cómo el mundo está volviéndose cada vez más cruel con ellos. El simple hecho de entrar en un banco para hacer una gestión se convierte en una heroicidad porque deben enfrentarse a máquinas en lugar de hablar con personas.
¿Ha sido muy diferente escribir este texto respecto a los guiones de series y películas?
Sí, sobre todo por la técnica, más que el contenido, ya que no podía escribir con acotaciones. Tenía que entregar un texto de diálogo puro y duro, sin poder añadir las típicas frases del guion audiovisual, como por ejemplo «expresión triste», «hace un gesto de…» o lo que sea. Para mí ha sido lo más difícil debido al temor que tienes de que alguna parte del texto no se entienda bien. Y todo ello con momentos en los que hay algún gag físico, pero no los podía explicar por escrito. Menos mal que los actores lo entendieron todo fenomenal.
También tuvo que dirigirlos, y dos de ellos haciendo de Tumbet, el perro. ¿Fue un gran reto?
Sí. Me coroné a lo grande, como diría mi hija. No tenía ningún tipo de experiencia en dirección y fue muy intenso y enriquecedor. Yo iba con muchísimo miedo porque le tengo un gran respeto al teatro y, además, los actores son buenísimos y con mucha experiencia teatral, mientras que para mí era nuevo. Fue mágico lo que consiguieron Miquel Gelabert, Pau Vinyals [los intérpretes de la semifinal], Carles Molinet y Ricard Farré [en la final]. Te olvidabas por completo de que un personaje era un hombre y el otro, un perro. En los ensayos solo les dije que no quería que pareciese el carnaval de Cádiz, con disfraces ni histrionismo, sino que la puesta en escena fuese sencilla y seria. Así lo hicieron y solo jugaban de vez en cuando con la expresión o con un pequeño gruñido, ladrido o gemido. De este modo el público sabía que uno era un perro, pero cuando se ponían a hablar veían dos viejos amigos conversando sobre la vida. Ahí se logró la magia y al final hubo incluso bastantes lágrimas, hasta del actor Ricard Farré.
¿Qué le animó a participar?
En primer lugar, no me quedó más remedio porque el impulsor, Toni Gomila, es un liante, dicho con todo el cariño del mundo. También es verdad que tenía muchas ganas de trabajar otra vez con él. Cuando nos conocimos, yo era guionista de la serie Pep, de IB3, y me parece un actorazo, por lo que es un lujo haber participado en esta iniciativa tan bonita y original para defender la dramaturgia.
¿El trabajo de los guionistas de series y películas está reconocido?
Ahora estamos más valorados como autores que hace 20 años, cuando había grandes equipos de guionistas para una única serie y nuestro trabajo no era tan creativo como en la actualidad, sobre todo desde la llegada de las plataformas. Un taxista con el que coincidí en mi etapa de Globomedia se pensaba que quien se encargaba de escribir las series era Emilio Aragón.
¿Qué deben tener los buenos guiones audiovisuales?
Buenos personajes, complejos, que tengan muchas capas, con sus contradicciones. Eso siempre nos gusta y nos atrapa. El espectador ha evolucionado a lo largo de los años, ha visto muchas series y películas y ha crecido junto a los guionistas y directores, por lo que ya no compra personajes planos. Además, otra clave que siempre funciona son los conflictos universales, como por ejemplo los de la familia.
¿Qué ficciones le han atraído más de los últimos tiempos?
Succession, que me parece una maravilla; The Bear; Machos alfa, hecha con mucho ingenio; La casa en llamas y Querer.
¿Por qué las series tienen ahora tanto éxito?
Porque permiten explorar más y recrearte en los personajes y el mundo que les rodea.
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