Los carteles de «remate final», «liquidación total» o «cierre inminente por jubilación» empiezan a ser demasiado frecuentes en las calles de Zaragoza, donde el número de locales cerrados crece año tras año. Imparable. Según la última estimación de ECOS, las 111 calles más comerciales concentran algo más de 2.000 establecimientos sin actividad.
El comercio de proximidad vive sus horas más bajas en la capital. Con una alta presión fiscal y unos alquileres por las nubes, tienen que convivir con gigantes contra los que es imposible competir y aceptar que los jóvenes que deberían tomar el relevo no están dispuestos a sacrificar y a asumir unos horarios comerciales incompatibles con la conciliación. Por si fuera poco, el urbanismo no acompaña, con barrios en expansión que no tienen en cuenta los locales en sus grandes y modernas urbanizaciones.
Los cierres también van por barrios
A grandes rasgos estos serían los principales problemas a los que se enfrenta el pequeño comercio de Zaragoza, que desde la crisis de 2008 no ha levantado cabeza. Con Delicias, San José y Las Fuentes liderando el ranquin de cierre de locales, desde 2009 han echado la persiana algo más de 3.000 tiendas de barrio. Si por aquel entonces había 9.000 negocios, ahora rondan los 6.000, según las estimaciones de ECOS.
Para entender la situación actual hay que remontarse a la Expo del Agua en 2008, cuando la crisis económica empezó a azotar al país. A Zaragoza llegó más tarde gracias, precisamente, a ese año de gloria de la muestra internacional. «Fue en 2010 cuando los comercios de la ciudad empezaron a sufrir las consecuencias y llegaron los primeros cierres», explica el vicepresidente de ECOS Vicente García.
Una década después, el covid hizo de las suyas y el confinamiento disparó la venta online, dejando en una complicada situación a las tiendas de barrio, las más antiguas y tradicionales que tuvieron que digitalizarse a gran velocidad.
La eclosión de los centros comerciales
Durante esos diez años (de 20210 a 2020), la capital aragonesa se ganó el cuestionado título de ser la ciudad con mayor densidad comercial en España. «Desde principios de siglo y por decisión política se vivió una eclosión de centros comerciales y grandes superficies, colocando en una situación complicada a las tiendas de barrio», prosigue el representante de la patronal, que también hace mención a los cambios sociales y de hábitos de los consumidores, ahora en busca de las gangas y ofertas online de grandes empresas que «tiran los precios».
Y aún hay más, porque la llegada de cadenas a ciertas zonas de la ciudad, como el centro, ha disparado los precios de los alquileres. «Además de que una pyme o micropyme no puede competir con sus precios de venta, están sufriendo el incremento de las rentas del alquiler, porque estas franquicias tienen músculo para asumir unos precios más elevados y así, lo único que se consigue es un aumento generalizado de los precios», critica.
Hay que tener en cuenta que en Zaragoza cerca del 70% de los negocios son de alquiler y solo un 30% de los propietarios son dueños del local.
Estas cadenas, por cierto, compiten en una posición de dominio y ya tienen el «25% de la cuota» de mercado en la ciudad. Además, muchas de ellas ni siquiera pagan impuestos en España, matizan desde ECOS.
Presión fiscal
Precisamente, la «alta presión fiscal» es otro de los problemas que deben sortear los autónomos, pero no el único, porque a la subida de impuestos se le añade el aumento del salario mínimo interprofesional, las cotizaciones sociales, la cuota de autónomos, … un largo etcétera que «ahoga» a los pequeños propietarios, que cada vez «lo tienen más difícil», insiste García, que subraya la importancia de que las administraciones públicas (Gobierno de Aragón, ayuntamientos y diputaciones) se impliquen «de verdad» con rebajas fiscales.
La que se avecina con las jubilaciones
Para culminar esta tormenta perfecta que juega en contra del comercio de barrio, no ha que pasar por alto que muchos de los dueños de las tiendas son de la generación del baby boom, por lo que en los próximos años habrá un goteo de jubilaciones que tienen poco relevo por delante. Sobre todo en aquellos negocios que necesitan una alta formación, como puede ser en el sector de la alimentación.
Este análisis se apoya en datos. El boquete que arrastra la afiliación al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) se produce, principalmente, en el comercio minorista, con 438 bajas en el último año en Aragón y más de 2.100 desde el año previo a la pandemia. En este caso, según la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) de Aragón, se debe, en gran parte, al retroceso a la crisis del trabajo autónomo en el medio rural.