El autoritario líder bielorruso, Alexandr Lukashenko, arrasó en las elecciones presidenciales del domingo, según los sondeos a pie de urna, y fue reelegido para un histórico séptimo mandato entre las denuncias de fraude de la oposición en el exilio y las cancillerías occidentales.
Lukashenko, el mandatario europeo que lleva más años en el poder -desde 1994-, habría recibido el 87,60% de los votos, según una encuesta realizada por el Comité de Organizaciones Juveniles, una versión moderna del Komsomol soviético.
De esta forma, a falta de los resultados oficiales preliminares, el dictador bielorruso seguirá en el cargo hasta 2030, igual que su principal aliado, el ruso Vladímir Putin.
La líder opositora, Svetlana Tijanóvskaya, aseguró antes de una marcha en Varsovia que “todos los intentos de legitimar el régimen de Lukashenko han fracasado”, ya que los países y organizaciones internacionales condenaron las elecciones “incluso antes de que se celebraran”.
Segundo candidato, el voto de protesta
Lukashenko, de 70 años, necesitaba una victoria irrebatible tras lo ocurrido hace cinco años, cuando las denuncias de fraude y las multitudinarias protestas opositoras estuvieron a punto de provocar su derrocamiento.
Ahora, todos los opositores están en prisión y en el exilio, y cientos de miles de exiliados no han podido votar porque Minsk decidió no habilitar colegios electorales en el extranjero.
Por ello, la oposición pidió a sus partidarios que pusieran una cruz en la casilla del Voto contra Todos, la única forma posible de protesta pacífica ante la brutal represión protagonizada los últimos cinco años por el KGB.
Según el sondeo, dicha opción recibió el domingo el 5,1 % de los sufragios, por lo que fue el segundo candidato más votado, muy por delante de los otro cuatro aspirantes.
A la victoria de Lukashenko contribuyó el hecho de que la mitad de los electores ejerció su derecho al sufragio por anticipado, entre el martes y el sábado, una tapadera para la manipulación, según la oposición.
Los candidatos del KGB
Los otros cuatro candidatos del KGB, como los definió Pável Latushko, el jefe del Gobierno en el exilio, no pasaron del 3 % de los votos.
El tercero en discordia fue el comunista Serguéi Sirankov, quien apoyó abiertamente la reelección del líder bielorruso y sumó el 2,7 % de las papeletas.
Le siguió Oleg Gaidukévich, con un 1,8 %; la abogada Anna Kanopátskaya, con un 1,6 %, y el republicano Alexandr Jizhniak, con el 1,2 %.
Kanopátskaya, que ya concurrió hace cinco años, fue la única que se atrevió a criticar públicamente la gestión de Lukashenko.
En declaraciones a EFE, Kanopátskaya aseguró que el modelo autoritario que impuso Lukashenko tras llegar al poder en 1994 está agotado y es hora de que renuncie al cargo para reformar el sistema político y económico.
Un deshielo con armas nucleares
Lukashenko, quien insistió en que le daba igual que EEUU y los europeos no reconocieran los resultados, se mostró dispuesto a normalizar las relaciones con Occidente.
“Nosotros siempre estamos dispuesto, pero ustedes (los occidentales) no quieren. Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Inclinar la cabeza o arrastrarnos?”, dijo en rueda de prensa.
Con todo, se negó a dialogar con la oposición democrática, indultar a los presos políticos que no pidan perdón y permitir el libre retorno de los exiliados, que tendrían que someterse al escrutinio de la Fiscalía. A su vez, aseguró que espera la llegada “de un día para otro” de los misiles balísticos hipersónicos rusos Oréshnik, que calificó de respuesta a los planes de EEUU de desplegar misiles de medio alcance en Europa.
Eso sí, subrayó que Minsk no renunciará a las armas nucleares tácticas desplegadas por Rusia tras el comienzo de la guerra en Ucrania. “No tenemos intención de renunciar a las armas nucleares. Nadie combate con un país que tiene paraguas nuclear”, dijo.
El dictador busca heredero
Si Lukashenko es eterno, también lo fue su rueda de prensa. Admirador de Fidel Castro y Hugo Chávez, habló durante cerca de cuatro horas y media. “No soy eterno. No quería presentarme a la reelección. Son ya 30 años. ¿Cuánto más puedo estar?”, dijo. Adelantó que pensaría sobre su sucesor una vez concluyan los comicios, aunque descartó que pueda ser una mujer.
“Rechazo categóricamente esa posibilidad (…) Una mujer no puede ser un dictador”, dijo. También rechazó, como asegura la oposición, que le vaya a reemplazar su hijo Kolia, de 20 años y que estudia en China. “Ya es hora de ceder el poder”, dijo y, de repente, se dirigió a su hijo, que asistía a la rueda de prensa de pie al final de la sala.
“Kolia, ¿quieres ser presidente?”, le interpeló, a lo que su vástago respondió lacónico: «No». Sólo perdió los nervios cuando un periodista occidental le echó en cara el ser cómplice de la guerra en Ucrania. “Nunca quise esta guerra. Hice todo lo posible para frenarla (…) No me arrepiento de nada. Yo no estoy combatiendo. Y tampoco involucré a mi país en la guerra. Yo sólo ayudo a Rusia”, replicó.
También dijo ver este año “una luz al final del túnel” para el conflicto, aunque, en cuanto al arreglo definitivo, dijo que las opciones están “al 50 %”.