En solo tres días, la imagen de la toma de posesión de Trump en presencia de la cúpula del lobby de las grandes tecnológicas (Marc Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai, de Google, y Elon Musky el discurso del presidente español, Pedro Sánchez, en el Foro económico de Davos pidiendo más controles en las redes sociales, han resumido la encrucijada donde se han acabado por encontrar el nuevo paradigma digital y los pilares de la vieja democracia occidental. Lo que Sánchez anunció que llevará a la UE es un paso más, aunque un salto cualitativo, a las normativa comunitarias puestas en marcha en los últimos años (2022-2024) para regular el funcionamiento de estas empresas, en concreto el Reglamento de Servicios Digitales (Digital Services Act, DSA) y la ley de Mercados Digitales (DMA). España pide ahora, más allá del control que ya pueden aplicar los tribunales europeos, la exigencia de un registro a los usuarios de estas plataformas que evite el anonimato y que los empresarios «sean personalmente responsables de lo que pasa en sus redes». «Igual que el dueño de un restaurante es responsable si se envenenan sus clientes, los dueños de las redes deben ser responsables si envenenan el debate público», ejemplificó Sánchez. Tras este pulso, analizan los expertos consultados por este periódico, se esconde una confusión entre la libertad de expresión y el derecho a la información y una difícil pero necesaria remodelación de un ecosistema, el digital, cuya construcción se ha basado, precisamente, en la falta de responsabilidad o el anonimato, como defiende, para Estados Unidos, la famosa Sección 230 de la Ley de Telecomunicaciones, que da inmunidad a las plataformas ante el contenido publicado por los usuarios. «Ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor o altavoz de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información», dice la norma, que en los últimos años ha permitido a Google o a X (cuando era Twitter) librar varias demandas en los tribunales por incitar al terrorismo al permitir la difusión de determinados mensajes o vídeos.

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