Algo único suele haber en cada uno de nosotros, pero Antonio Resines resulta ser un todo único y singular. No sé si a ustedes les ocurre pero yo cuando lo veo me pongo en modo de pasarlo bien. Él, al contrario, dice que esto es así porque se parece al común del paisanaje, y que la gente tiene la impresión de que le conoce, porque lo identifican con sus personajes, como aquel padre de Los Serrano, serie incombustible, por ejemplo.
Complicado, sin embargo, identificar al actor con un papel concreto, porque ha interpretado más de 150, siete nada menos en el último año, tres de ellos como protagonista. Le sucede a sus 70 años (Torrelavega, Cantabria, 7 de agosto de 1954) y después de atravesar un covid muy severo del que despertó pidiéndole a los médicos que le pegaran un tiro, que ya lo tenía todo planificado. Es pura paradoja. Le ha caído como una losa que «un cachondo» haya encontrado su fé de bautismo y haya publicado su nombre de pila: Antonio Cayetano San Francisco de Sales, a lo que se suma que veranea en la regia Comillas de toda la vida y que vive en el Retiro de Madrid, porque todo esto, añadiendo sus camisas, le hace parecer de derechas. Y no, se declara de ideología izquierdista y el Retiro (latitud este) es desde tiempo inmemorial el barrio de los cómicos. Aquí lo tenemos: entre timbrazos de mensajeros con paquete, mensajes de móvil y llamadas constantes, hacemos la entrevista.
Ni siquiera en un thriller duro como son los de Calparsoro se resiste a poner su vis irónica y descreída, ¿se lo pidió o se lo permitió el director?
No, no, estaba en el guion. La gente se cree que yo me invento las cosas, pero hago lo que dice el guión. Hombre, algo siempre aportas, pero el personaje era un tío que estaba amargado, que no tenía mucho que perder y conservaba cierto sentido del humor. Y sí, Dani (Calparsoro) alguna cosa me compraba, pero la base estaba hecha. En principio no te la crees mucho: una peli con una banda de albano kosovares que llegan y montan un lío de cojones, pero vas haciendo tu papel de poli que está a punto de perderlo todo, hasta que llega una cría joven y redime tu historia y es como…
¿Resucitar?
Sí, algo así. Ella me redime, y me contagia las ganas de volver al pasado y hacer las cosas bien.
Pero eso que usted llama «hacer el tonto» ¿estaba en el papel o surgió sobre la nieve?
Lo digo en broma, lo de hacer el tonto: siempre interpreto, claro, y sí, básicamente un 80% estaba en el papel. Ayudó mucho que con Natalia Azahara (coprotagonista: él, madero y Natalia, picoleta) hubo una relación muy buena, y a veces hacíamos el tonto, nos reíamos, y Dani nos escuchaba y decía: «Mete algo de esto». Precisamente él era el menos respetuoso con el texto, por eficacia del rodaje o por pura improvisación, porque las circunstancias nos obligaban. Date cuenta de que lo hicimos todo de noche, en seis semanas, metidos en la nieve, que a veces era real y otras, artificial: agua con papel. Y llovía, o sea un horror, vamos: un horror. Pero aquí estamos.
Es decir, ¿que lo pasó fatal en el rodaje? ¿Acaso no imaginaba cómo era rodar con el director vasco?
Ah, lo curioso es que Dani (Calparasoro) nació en Barcelona.
Cualquier lo diría, porque es vasco vasquísimo.
Sí, lo es, es un tipo físicamente muy fuerte, y es muy burro en cierto sentido, bueno lo digo en broma eh, pero no todo el mundo soporta lo mismo que él, y te hablo de chicos de 20 años que estaban hasta los huevos…
Pero ¿mereció la pena el horror?
Visto el resultado, sí. Pero hubo momentos en los que lo único que quería era irme a casa a dormir. Y eso que no rodaba todos los días, que tenía descansos que me permitían recuperar fuerzas.
Cómo es la vida… esta tormenta Mikaela, que es un trasunto de Filomena, ¿no coincidió con el tiempo en que usted estuvo en la uci muriendo?
No, Filomena fue… míralo en el móvil… eso, en enero del 21; y yo estuve en la uci entre diciembre del 21 y febrero del 22. No, no tuve ninguna alucinación con Filomena, ni con Mikaela.
¿Qué recuerda de aquella antesala de la muerte? ¿Llegó a pedirle a los médicos que le dejarán irse?
Sí, sí, les pedí que me pagasen un tiro. Además es que lo había preparado todo muy bien con mi mujer y con un amigo notario, para que la exculparan. Entonces sí, se lo dije a un médico, que me respondió: «¿Pero tú eres tonto? ¡Cómo te vamos a pegar un tiro con lo que nos hemos reído contigo, hombre, por Dios!». Yo en aquel momento ya estaba mejor, porque si no, no lo recordaría, y fue todo tal y como lo cuento. O sea, que yo lo dije pensando en que me estaba muriendo y ya no me estaba muriendo, pero hubo un estadio previo en el que me iba, y quería irme, porque estaba fatal, y asombrosamente me recuperé. Lo que quería es que aquella historia del hospital terminara, y vivía en una mezcla de realidad y de alucinación, eso que ellos llaman delirio, en el que siempre hay una base real, una realidad distorsionada; pero deliras, por la medicación que te dan.
Y por la falta de oxígeno.
Claro, es verdad, y por la falta de oxígeno.
Además de en esa peli real, en la única que dejó de lado su vis cómica fue en La buena estrella, y también en Carreteras secundarias, creo recordar… ¿Es más fácil hacer el tonto que interpretar?
Bueno, La caja 507 y Celda 211 tampoco son precisamente comedia… Pero que sí hago más comedia que drama. Y me lo paso mejor haciendo comedia; la forma de enfocar el trabajo y de concentrarte, y también la intensidad, son distintas. Pero me siento bien en otros registros: lo importante es que me guste la historia y que me sienta capaz de hacer el personaje, que me lo crea. En Mikaela, Leo es un poli muy creíble, un poli de verdad podría actuar así cuando no le van bien las cosas. Se sobreentiende que él tenía que haber subido más alto en su carrera, ser un inspector importante, pero se quedó ahí por su mala cabeza. Por eso lo bonito de la historia es que aparece esta cría (la picoleta), que es como un ángel, y le hace volver a la buena senda.
Resines, ha dicho que usted mismo se sorprendió al verse en la película de Ricardo Franco, por la que mereció un Goya, ¿no salió nada de aquella reflexión?
Sí, sí, me sorprendí, porque cuando estás rodando no eres consciente, pero luego te ves proyectado en una pantalla gigante y es cuando percibes la verdad de lo que has hecho. En La buena estrella se dio una conjunción de circunstancias que estuvo muy bien; estábamos todos muy inspirados, el primero Ricardo, y luego el equipo técnico y los actores. Era una historia muy complicada de contar e interpretar, pero Ricardo lo tenía claro y nos dio muy buenas pautas. Yo al principio hasta el dije que no sería capaz, pero él me brindó tantas referencias, que al final resultó. Fíjate que cuando escucho la música de la película todavía me entran ganas de llorar. La reacción de la gente al verla era tremenda, íbamos a muchos pases de promoción por provincias y se organizaban coloquios, y cuando acababa la peli la gente se quedaba sentada y callada, no se movía ni dios… Y entonces esperábamos cinco minutos antes de entrar en la sala para empezar el coloquio. Luego vinieron los Goya (cinco estatuillas) y nos dieron mucha alegría, pero Ricardo estaba ya muy débil, murió al cabo de un año, y todo aquello fue una sensación agridulce. El tío lo llevo muy bien, estaba quedándose ciego por la diabetes, y decía: «Vamos, que no tome un whisky, ¿eres gilipollas?». De hecho, una de las razones por las que la película es a base de primeros planos es porque él ya no veía bien, por eso va del plano general a las caras, sin intermedios. Y en esos primeros planos se ve la verdad, si el guión dice que estás enamorado, se tiene que ver.
Ha dicho que un primer plano es para usted como una endoscopia, ¿entonces lo de Calparsoro cámara al hombro sería un cateterismo?
Sería más una colonoscopia, pero en Mikaela aún te puedes ocultar un poco, porque vas muy tapado por la ropa. Y no es exactamente cámara al hombro, sino que cuando el director veía bien el plano, el operador se montaba en uno de esos monopatines para turistas, esos con las ruedas bien gordas, entre las hileras del atasco, porque claro no había forma de poner raíles para hacer un travelling. Alucinante: una cosa muy buena de este país es que la gente tiene un ingenio para la vida asombroso; en general ocurre en todos los países con pocos recursos: si no tienes medios, te los inventas. En Francia hubieran tardado al menos 10 semanas en rodarla, y aquí, en seis estaba lista. Ayuda mucho que Calparsoro tiene siempre muy clara la película en su cabeza, y se sobrepone a las circunstancias: es un tío muy competente.
Resines, me enamoré de usted en Carreteras secundarias, no sé si fue personaje, el libro o que entonces me contó que tenía la custodia de su hijo, algo muy extraordinario para un hombre en los 90. ¿Cómo aprendió a ser padre/madre y compaginarlo con el tan inestable oficio de actor?
No creo que lo haya aprendido, francamente. Tuve mucha ayuda del entorno familiar y de los amigos, hice lo que pude y cometí muchos errores y algún acierto. Como si fuese una tía, vaya, porque yo creo que no es tan distinta la relación de padres y madres con los hijos. Toca apencar y lo haces, sin que nadie te explique cómo se hace. Fueron dos o tres años complicados al principio, porque la madre vivía fuera de España, pero luego fuimos compartiendo, sobre todo cuando yo tenía que rodar fuera. Es como si tienes un accidente, que no sabes cómo pero te las apañas y sales para adelante, la gran mayoría lo hace.
Me han dado el soplo de que vuelve al cine serio, ¿es verdad?
¡Qué va! Bueno, igual te ha llegado que he hecho una película de terror: eso sí que tiene mérito. Se lo decía al director (David Hebrero): «Si salgo y no se ríen, lo tenemos todo ganado, pero como se rían la has cagado, macho». Y él: «Bueno, vamos a intentarlo». Es la historia de una familia en la que pasan cosas muy raras, porque son gente muy rara, y yo hago de raro; salen demonios y cosas de esas,
En total, 150 películas y 70 años, y dice que está en su mejor momento. ¿Optimismo en vena o es que el covid le ha dejado sin filtros?
Yo no he dicho eso, lo habrá dicho alguien por mí. Estoy en un buen momento, pero con 70 tacos no estás en el mejor momento de tu vida.
Anda, ¿y por qué no?
Porque no. Lo que probablemente he dicho es que hacía mucho que no rodaba tantas películas seguidas: creo que son siete películas en el 2024 y tres de ellas como prota.
¿Y esto de los filtros, verse al otro lado de la vida le deja a uno sin filtros?
Yo creo que eso es por la edad. Yo siempre he dicho lo que pienso, pero cuando te pasa algo tan gordo como fue el covid y eres consciente de ello porque no te quedas lelo, aprendes a distinguir lo que importa en la vida y lo que no. Y si viene uno a tocarte los cojones, pues no, ya no. Antes procuraba ser más educado, callarme en ocasiones, pero ahora si algo me molesta lo digo claramente. Y si hay que ir a comer algo rico, se va, porque a lo mejor no lo vuelves a comer en la vida. No se anda uno con gilipolleces a esta edad, no. Y luego profesionalmente, la verdad es me va francamente bien.
Acabo de saber que su nombre de pila es Cayetano, y como además tiene casa en Comillas… ¿Frecuenta mucho El Corro y a Alfonso Ussía?
Eso del nombre, qué cachondo el que lo colgó, que gracioso… Son cosas de los curas. Nací en 1954 y entonces las familias religiosas te ponían el nombre que elegían más el del nombre del santo del día de tu nacimiento más una cosa que llamaba advocación, o sea, que la familia te encomendaba a un santo, una virgen o lo que fuera. De modo que a mi nombre, Antonio, se añadió Cayetano por el 7 de agosto y Francisco de Sales, que no sé muy bien quién coño es. Pero yo me llamo Antonio Fernández Resines.
¿Y lo de El Corro y Ussía?, porque si sumamos a esto el Cayetano son dos señas de derechas de toda la vida que no se le suponen.
Yo soy socialdemócrata, y con Ussía me llevo muy bien aunque ideológicamente no pensamos lo mismo, pero es un tío muy ingenioso y gracioso. Mi casa está en las afueras de Comillas, y sí, he ido mucho a El Corro cuando era joven, pero ya no.
Resines, ¿por qué cree que la gente le ve como a un vecino? ¿Por qué cae tan bien?
Creo que tiene que ver con que me identifican con personajes que he hecho, me pasa con los chavales que ahora ven Los Serrano: les hace gracia un padre así. Y la gente mayor, porque han visto películas con las que se ha reído, lo han pasado bien, y me identifican con ello: me consideran buena gente.
¿No será que en su naturalidad está el éxito?
Sí, la verdad es que no me lío mucho, no embolo, no intento parecer más listo de lo que soy. Y me parezco a la gran mayoría de la gente de este país, quiere decir que soy y me comporto más o menos normal. A ver, sí, soy poco afectado y soy cariñoso. ¿Te vale?