Fue un combate, aunque no hubiera armas ni sangre y se produjera en un lugar tan aparentemente pacífico como la Catedral de Washington. A un lado, Trump, aspirante a matón del mundo. Frente a él, la obispa Mariann Budde, erigida en voz de la conciencia. En tono firme y sereno, incluso dulce, la mujer rogó al presidente que «tuviera piedad de la gente que tiene miedo ahora». Intercedió por los ultrajados y perseguidos por la nueva administración, las personas LGTBI y los inmigrantes. «Tiene que haber lugar para la compasión», afirmó la obispa. Ya en 2020, Budde criticó que Trump se mostrara con la Biblia en la mano al tiempo que amenazaba con usar la fuerza militar contra las protestas por el asesinato de George Floyd. Hace mucho que el conservadurismo cristiano se ha abrazado al autoritarismo retrógrado (llámese extrema derecha, populismo o fascismo).

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