Les reconozco que resulta harto difícil mantener una mínima coherencia argumental en una situación en la que lo normal (que un presidente del Gobierno visite la zona de su país que ha sufrido la mayor devastación del siglo o que se cree una comisión de expertos para que asesore en la reconstrucción) se ha convertido en noticia extraordinaria y lo que debería ser extraordinario (que los presidentes de los dos gobiernos afectados lleven tres meses sin hablar, que sus ministros y consellers no mantengan reuniones de alto nivel programadas y periódicas, que los comisionados de ambas partes para la recuperación sigan sin verse las caras, que un presidente venga sin avisar y otro se vaya sin esperarlo) se ha instalado como la nueva normalidad. Ambos gobiernos dicen estar continua y exclusivamente preocupados por los ciudadanos. Pero lo que realmente les pasa es que todos los días se hacen encima el relato. Se lo hacen antes de salir a la calle pero no llegan a pisarla porque nada más salir de casa ya se lo han vuelto a hacer y tienen que volver a cambiarse. El relato por delante. Una legión de asesores construye primero el relato y las acciones luego se ajustan a él. En plena revolución tecnológica, los estados mayores de La Moncloa y el Palau tienen por gurú a alguien tan viejuno como don Ramón de Campoamor: «En este mundo traidor nada hay verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira». Fantástico.
Si Pedro Sánchez estuviera realmente interesado en que el cálculo no se impusiera a la gobernanza, habría convocado a Carlos Mazón nada más pisar València. Si Mazón quisiera ejercer de líder en vez de estar empeñado en pasar por víctima se hubiera presentado en la Delegación del Gobierno aun no habiendo sido convocado. Eso es política, aunque se nos haya olvidado. Lo demás son sumas y restas en las que siempre pierden los mismos: los damnificados. Que en este caso somos todos los ciudadanos de la Comunitat Valenciana, porque la quiebra provocada por la DANA nos va a afectar a todos y no sólo a la zona cero del diluvio, por grande que esta sea de por sí. No hay nada más desolador que ver cómo el presidente del Gobierno viene de Madrid a València el mismo día en que el president de la Generalitat va de València a Madrid. Estamos tan acostumbrados a estas estupideces que ya no reparamos en su gravedad. Pero es tremendo.
Miren ustedes: estos artículos no aspiran a influir en la realidad, sino a comprenderla. Y a emitir un juicio crítico, aunque razonado, sobre ella, porque ese es el trabajo de los periodistas. Pero en las guerras, hasta el tambor es soldado. Y como aquí el día después del 29O no empezó el «plan Marshall» sino que se declaró la Guerra Mundial, los unos querrían que en estas líneas se escribiera de las muchas cosas que está haciendo el Gobierno de la nación a pesar del bloqueo al que le somete la Generalitat y los otros presionan para que lo que se cuente es que el Gobierno de la nación nos tiene abandonados mientras la Generalitat, con sus escasos medios, hace lo que puede. Creo sin embargo recoger más fielmente el sentir de quienes esto leen, sean romanos o cartagineses, si digo que lo que estamos es hasta las gónadas del embrollo en que unos y otros han convertido lo que debería ser sencillo: la cuarta comunidad de España, por pib y población, ha sufrido la peor catástrofe que ninguna región europea ha padecido en las últimas décadas y todas las manos son pocas. ¿Se están haciendo cosas? Muchas. Tanto una administración como la otra. Lo increíble es que ambas se esfuerzan en que parezca que no.
Cómo será el lío que nos han montado, que una ruina de escala continental no ha merecido aún que la Comisión europea que preside Von der Layen y vicepreside Teresa Ribera haya aterrizado en la zona para dimensionar, sin intermediarios, la desgracia. Puede que aquel desafortunado «si necesitan más recursos, que los pidan» pronunciado por Pedro Sánchez se malinterpretara. Nadie está libre de meter la pata sin pretenderlo. Ahí está Mazón, afirmando en Fitur que él es el que mejor miente cuando lo que quería decir es que él era el objeto de las mayores mentiras. Pero lo cierto es que la UE parece haber adoptado ese lema como principio de su actuación en Valencia: «si necesitan, que pidan». ¿Y nada más? ¿Así construimos Europa? No es culpa de la UE esa deriva: la provocan las dos administraciones que nos gobiernan. Lo dicho, de sus sumas y restas siempre salimos con saldo negativo.
En todo caso, la visita del presidente del Gobierno a València esta semana, tan controlada como las de Feijóo, ha sido positiva. Primero, por lo que pueda significar que la llegada de valencianos como los periodistas Lydia del Canto o Julio Monreal a La Moncloa represente un cambio respecto a la mirada que desde Madrid se tiene sobre la situación de la Comunidad Valenciana. Bienvenido sea. Segundo porque inevitablemente tiene que llevar a mover las cosas: si algo debe haberse llevado el jefe del Ejecutivo en la mochila es la percepción de que es urgente variar la actitud que hasta aquí se ha mantenido y, además, es de justicia. Mazón también tendrá que modificar su estrategia: todas las guerras acaban en armisticio, lo importante es saber cuándo hay que sentarse a negociarlo. Los mandos de ambos ejércitos deberían estar ya hablando de un decreto para que las ayudas a la DANA que, por culpa de unos y otros, quedaron sin aprobar esta semana en el Congreso de los Diputados, salgan adelante cuanto antes. Y si para ello necesitan que la ONU envíe cascos azules, que lo pidan.