El Pleno de este miércoles deja a la legislatura en la frontera con su explosión final. Desde finales de 2024, Junts per Catalunya ha dado un giro a su estrategia nacional. Casi en paralelo al que el Partido Popular ha efectuado para con los neoconvergentes. Tras años de vetos cruzados y convivencia irrespirable, juntaires y conservadores han hecho las paces y empiezan a ir de la mano en lo que se interpreta como una guerra de desgaste contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En Moncloa asumen el acoso y derribo, pero no están por la labor de ceder ante las presiones de la derecha nacionalista que, este mismo jueves, exigía al jefe del Ejecutivo que se someta a una cuestión de confianza. “O, por el contrario, elecciones”, espetan desde el espacio independentista. Pero los socialistas no están dispuestos a recoger el guante y repiten que es improbable un escenario de adelanto electoral.
Pase lo que pasa, haya o no Presupuestos Generales del Estado o una racha negativa de derrotas parlamentarias, en Moncloa no hay ninguna prisa por pulsar el botón nuclear y convocar elecciones anticipadas. A pesar de la traición de Junts, se ven con suficiente fuerza y notoria confianza en su “habilidad” para cerrar acuerdos con todas las fuerzas del Hemiciclo. Tal y como han hecho durante estos siete años de Sánchez como presidente del Gobierno. Tal es así que, antes de que el decreto ómnibus saltara por los aires, en medio de las clásicas hostilidades de una negociación, el relato monclovita viraba hacia la normalización de la prórroga presupuestaria, asumiendo que los neoconvergentes no darían su brazo a torcer con las cuentas públicas.
Desde el entorno del presidente, al menos, es lo que se transmite. Apelan a la resiliencia que ha Sánchez ha exhibido durante todos estos años y la fortaleza mental ante las constantes campañas de la derecha política, mediática y ahora también judicial. Así, intentan aparentar relativa tranquilidad, la de quien es derrotado en la batalla, pero sabe que aún queda mucha guerra por delante. Por supuesto, no esconden el malestar que les provocó el correctivo de Junts, primero con la intervención de Nogueras y después con la votación. Estas mismas fuentes repiten, en cualquier caso, que la disolución de las Cortes ni se contempla en la hoja de ruta de Sánchez.
Malestar con Junts…
El impacto del golpe se desprendía de los rostros desencajados de los ministros y socialistas asistentes al Pleno. Especialmente reseñable en los pasillos del Congreso, cuando en privado, altos cargos del Ejecutivo ponían en la diana a la formación independentista y reconocían un creciente malestar con los de Miriam Nogueras aunque en público el foco de las iras de los miembros del Ejecutivo no era sino el Partido Popular. No obstante, este mismo jueves, Sánchez ya incluía sin tapujos a los independentistas en la misma frase que los conservadores, acusándolos de producir “mucho dolor social” no sólo a sus votantes, sino a todos los ciudadanos. “Vivimos momentos de antipolítica, estas votaciones tienen efectos muy dolorosos”, ha abundado el presidente desde Valencia.
Esta sensación ha motivado un creciente sentimiento de sospecha de que el giro de los de Puigdemont responda a un fin mayor para dinamitar por completo la legislatura y conducir al Ejecutivo a un callejón oscuro cuya única salida es la moción de censura de la mano del PP y Vox. No obstante, otras voces sugieren que, amenazas de los juntaires aparte, las conversaciones bilaterales ni mucho menos están liquidadas. Escenario que coge fuerza después de la intervención del secretario general de Junts, Jordi Turull, ante las cámaras de TV3, desde donde ha reclamado una reunión del líder de su formación con el presidente del Gobierno. Es el momento, entienden, de la foto que hace una semana no era tan necesaria.
…pero el culpable es Feijóo
De hecho, este posicionamiento de las filas socialistas apunta precisamente a que los puentes entre las partes no están rotos. Máxime cuando desde Moncloa y Ferraz se señala con vehemencia y ante las cámaras al principal partido de la oposición. Postura que contrasta con los reproches soto voce hacia los juntaires, pero lo cierto es que la máxima responsabilidad de la caída del decreto, y así lo hicieron saber tras el pleno, es de Alberto Núñez Feijóo. “Es surrealista. Tendrán que explicar qué puntos del decreto no les gustan. Deben decir la verdad y explicarlo”, se quejaba un alto cargo de la formación en los pasillos del Congreso.
Estas mismas voces afean a los populares que sus intereses “no son los de los ciudadanos”, sino que priorizan la “simple supervivencia” de un Núñez Feijóo que sigue “cuestionado” tanto en Génova como por los españoles. Responsabilizan al líder de la oposición “dar la espalda” a los valencianos mientras se le “llena la boca” reclamando protección para ellos. “Nada le importa. Todo le vale. Es un frívolo”, remarcan, al tiempo que catalogan la maniobra de la derecha española y catalana como “surrealista” e instan a sendas formaciones a “decir la verdad” y explicar con qué parte del decreto “no están de acuerdo”.
Guerra de guerrillas
Pero la pinza PP-Junts no es el único frente abierto para el Gobierno, pues la porfía intestina entre las derechas nacionalistas y las izquierdas soberanistas abre una fuga que en Moncloa esperan contener. Tampoco inquieta en demasía al Ejecutivo y no será un motivo para pulsar el botón del adelanto electoral, pero en un contexto de viraje juntaire hacia Génova, toda precaución es poca. Lo cierto es que la batalla ERC-Junts ha ido in crescendo desde principios de 2024, cuando en el ambiente ya rezumaba la posibilidad de que Pere Aragonés convocara comicios en Cataluña. Y alcanzó su máxima expresión también este miércoles.
Ni la escenificación de la pipa de la paz en Waterloo ha privado a Gabriel Rufián para persistir en su estrategia de desenmascaramiento de su homóloga y compañía. El portavoz de los republicanos en la Carrera de San Jerónimo advierte de que Junts está como loco por la música por hacer caer el Gobierno progresista y así se lo hizo ver en una intervención que no estaba en el guion: “La derecha reaccionaria de Cataluña esconde sus miserias bajo la bandera, por muy bonita y estelada que sea”. Al mismo tiempo, acusaba a los juntaires de “comprar el chantaje” de las multinacionales. “Siempre serán lo mismo”, remató.
Una guerra que se replica en el frente vasco, con EH Bildu y PNV cada vez más beligerantes. Los nacionalistas vascos se desmarcaron del bloque de la investidura en el decreto del gravamen energético, como ya hicieran en la reforma fiscal. Motivo que condujo a Oskar Matute, portavoz adjunto de los abertzales, a señalarles como cómplices necesarios de las grandes empresas al “cargarse un impuesto” que buscaba que “quien más tenga, más pague”. Mientras tanto, Podemos asume una postura de reacción para marcar perfil propio frente a Sumar y recuperar el espacio perdido a la izquierda del PSOE.