Tras un año sin escuchar ninguna voz autorizada de la plantilla, salió el capitán Gayà para explicar sus sensaciones. Ha valido la pena la espera, porque el de Pedreguer comunica igual que juega, muy bien. Pero es que además se le ha entendido también entre líneas, igual que cuando sube por el carril izquierdo y sabes que va a poner la pelota en el área pequeña para un buen remate, aunque a veces no lleguen sus compañeros.
El mensaje que traslada es que ahora sí que el equipo cree en la salvación, que con la llegada del mesías de Cheste hay por fin un esquema reconocible y con eso ha llegado la confianza a un plantel joven e inexperto. Hacía tiempo que el valencianismo no recibía un mensaje de esperanza tan claro, y por eso hay que agradecer las palabras de Gayà.
Tiene razón el escritor escocés Irvine Welsh cuando sostiene que el fútbol hace tiempo que no pertenece a los aficionados, pero se equivoca cuando cuestiona la actual globalización futbolera, porque en Mestalla la mayoría de las estrellas vinieron del otro lado del Atlántico, empezando por Kempes, pasando por el ‘Piojo’ López hasta llegar a Aimar. Todavía más, Rubén Baraja tuvo mejor prensa, como jugador, que Pep Claramunt, y Villa infinitamente más que Fernando.
Los valencianistas descubren tarde a sus héroes locales, un trastorno muy indígena. Pasó con Puchades, también con Claramunt y con Albelda, el mejor trío de 6 de la historia de Mestalla. En tiempos convulsos como los actuales siempre hay que buscar los palos de la bandera. José Luis Gayà es la referencia de este Valencia en crisis. El lateral izquierdo de Pedreguer recoge el testimonio de mitos como Puchades, Guillot, Claramunt, Arias, Saura, Fernando, Albelda y Vicente, todos criados en el pueblo de Mestalla, que saben como nadie lo que significa jugar en el equipo de su gente. Claro que Waldo, Kempes, ‘Piojo’, Ayala, Cañizares, Villa, y muchos otros, forman parte del santuario blanquinegro porque fueron jugadores de una época donde todavía se mezclaban con la sociedad que los adoraba.
Los jugadores del futbol moderno han perdido ese contacto terapéutico con el entorno, pero Gayà se incorpora por méritos propios a los referentes históricos que conocen lo que vale la alegría de una victoria. Él lleva desde los once años en Paterna, con los miles de kilómetros a cuestas cuando iba y venía a entrenar desde Pedreguer, y dormía en una habitación tuneada de valencianismo en sus paredes.
La victoria ante la Real era necesaria, y mañana toca Montjuïc ante un Barcelona muy irregular en Liga, y que Bordolás puso al descubierto el otro día. Supongo que el equipo técnico de Corberán ha estudiado a la perfección el partido de Getafe, porque la entrada de Araujo ha desequilibrado la defensa de tecnología alemana de Flick. Hay que aprovechar la indisciplina táctica del uruguayo para marcar lo antes posible. Hay que consolidar que «las sensaciones de juego, de momento, son evidentemente otras», palabras de Gayà.
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