Solo recuerdo las sensaciones porque solo tenía 10 años: el tema musical de apertura de Twin Peaks, mis padres enviándome a dormir y yo recorriendo el pasillo de casa con la espalda erizada hasta que me estiraba en la cama enganchada a la pared mirando hacia a la puerta. La serie de David Lynch se había anunciado en prensa a bombo y platillo y fue un éxito de audiencia. El punto de partida era el asesinato de una chica joven y ese fotograma del cuerpo de Laura en la bolsa de plástico salía por todas partes. Me quedó el miedo y un mensaje subjetivo: quedarte sola por ahí es peligroso. A esa edad, das un caso por el todo.
Solo dos años después, tres niñas un par de años más mayores que yo fueron secuestradas, violadas y asesinadas cuando iban de camino a una fiesta antes de las nueve de la noche en Alcàsser. Ese es un recuerdo traumático de verdad porque consumimos la cobertura espectacularizada que hicieron las televisiones. El mensaje subjetivo esta vez tenía una base real: ni sola ni con amigas por ahí de noche puedes estar segura. Otra vez el miedo. El timbre de voz de Nieves Herrero y la cadencia de su narración es inolvidable.
He viajado recientemente en solitario a una zona remota de Texas, en su frontera con Louisiana. Para llegar al pueblo que era mi destino conduje tres horas desde Houston por una carretera que atraviesa una vasta zona forestal. Anocheció y empezó a llover con ganas y la cosa se puso un poco de película. Me agarré a la seguridad de seguir las indicaciones del GPS pero admito que esos recuerdos subjetivos, ese poso cultural, esa mezcla de información mal digerida y emociones amplificadas se pasearon por mi cabeza al ritmo de «country roads, take me home» hasta que llegué a la casa que había alquilado, encontré el cuadro de luces con la linterna de mi móvil y me metí en la cama segura pero con la puerta de la habitación en mi campo de visión. Había declarado mi estado de alerta por culpa de esas raíces invisibles que condicionan cómo percibimos el mundo y cómo nos movemos por él. Las mujeres nunca dejamos de ser conscientes de que somos sujeto de violencia.
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