Mi cercanía con Arran es indescriptible por inexistente. Estamos ante organización independentista, esencialmente gamberra, sus escasos integrantes exhiben nula inteligencia, incluso para la algarada callejera, que también requiere ciertas dosis de ella. Los de Arran carecen de casi todo. Son lo que son, muy poca cosa. Insignificancia. Pues resulta que contra esos liliputienses ha arremetido el Sindicato Unificado de Policía (SUP), debido a que la muchachada de Arran les coló en la fachada de la comisaría de Maó pintada insultante a cuenta de que dos policías se habían infiltrado en la organización. El SUP nos endilga comunicado chulesco, barriobajero, propio de la extrema derecha con la que parece tener abundantes concomitancias, con Desokupa, nítida organización fascista, hasta convenios de colaboración, en el que le dicen a Arran que «les temblarán las piernas», que la pintada se debe a que los policías infiltrados mantuvieron relaciones sexuales con chicas de la organización independentista, por lo que se produjo «un arrebato de celos entre los varones valientes». Bueno, lo que no sé es si ellas se los follaron a ellos, o si, unas y otros disfrutaron practicando sexo, que es lo más probable. Retozo erótico aparte, el SUP se pone en pelota picada ideológica con el comunicado, en el que la amenaza aflora por doquier camuflada con aquello de sujetarse a la legislación vigente. Qué sindicato policial profesional que se precie dice que a los «encapuchados» les «temblarán las piernas», o que se les han desatado los celos debido a que chicas independentistas han follado con sus agentes. Hasta tales extremos hemos llegado en las Españas.
La extrema derecha mundial cabalga a galope tendido, el lunes tuvimos aberrante demostración pirotécnica en la capital del imperio, con el Golfo de América tomando posesión del cargo de presidente de los USA. ¿Dónde han quedado sepultados los que salvaron al mundo en la Segunda Guerra Mundial? En Europa la extrema derecha toma posiciones, anda sobrada. Las reverberaciones de la década de los treinta del pasado siglo se sienten por doquier; los complejos, en determinados ambientes, están desapareciendo. La policía española, pese a los inevitables cambios generacionales, sigue entreverada por comportamientos nítidamente franquistas. La Transición fue lo que fue, no se depuraron los cuerpos policiales, el corporativismo ha hecho su silencioso trabajo. Pero si el torturador Juan Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el niño, desaparecido de este mundo en 2020 sin rendir cuentas de sus fechorías, era recibido en las comisarías de Madrid con los brazos abiertos. No hubo forma de retirarle las medallas otorgadas por torturar a los opositores a la dictadura que cayeron en sus manos. El SUP se ha despelotado, reiterémoslo. Lo que sorprende es la mayúscula torpeza mostrada para hacerlo: haber quedado la policía de Maó con el culo al aire cuando los descerebrados de Arran han tenido la osadía de colocarles una pintada en sus narices, en la fachada de su comisaría menorquina. El tembleque de piernas también se lo pueden adjudicar.
Acotación paralela.- Y si de actitudes chulescas se trata, en el Consell de Mallorca tenemos a otro que tal baila. Marcial Rodríguez, consejero de Turismo, ha sido denunciado por los funcionarios de su departamento por proferir presuntas amenazas y hasta conato de agresión. La respuesta de Rodríguez ha sido eso: chulesca, la de decir que no van a poder con él. El pusilánime presidente del Consell no debiera pasar por alto lo ocurrido, porque cuando los funcionarios llegan a esos extremos es que algo grave ha acontecido. El funcionariado es sumiso por su propia naturaleza. Han de hacérsela muy gorda para que ose denunciar. Rodríguez es otro que anda sobrado de ademanes faltones a deshoras.
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