Cangas del Narcea despidió el pasado año a Cándido Puente, más conocido como «El Jefe» y a quien se atribuye el impulso que vivieron las fiestas del Carmen durante la década de los ochenta del pasado siglo. Puente protagonizó durante una década una de las manifestaciones festivas más insólitas del Principado: una procesión pagana en la que subido a una plataforma cual santo, recorría las principales calles de la villa lanzando cava a la multitud que le acompañaba. Pero lo insólito del caso es el contraste entre el hombre serio y reservado que regentaba una mueblería de la villa y el singular personaje coronado rey de las fiestas y aclamado por las masas.
«Era un contrasentido, porque en el día a día era un hombre tímido, sin embargo, cuando se metía en la fiesta, se transformaba en personalidad y pensamiento», cuenta el escritor y maestro José Luis Rodríguez Mera, que durante años escribió crónicas narrando el éxito de la bautizada «Procesión del Jefe». «Lo que pasó en aquellos años es algo muy difícil de explicar a la gente joven, aquella procesión movió multitudes, se hizo más que popular y saltó las fronteras locales y regionales. Yo mismo escribí que era la procesión pagana más multitudinaria jamás vivida», añade Mera.
Natural de Guinea, aunque hijo de padres cangueses, Puente regentaba la mueblería Cuervo, frente al Ayuntamiento. Entre 1981 y 1989 fue presidente de la Sociedad de Artesanos Nuestra Señora del Carmen, la entidad que organiza la Descarga. Aunque nadie sabe precisar con exactitud cuándo comenzó la «Procesión del jefe», todo apunta a que surgió, de manera totalmente espontánea, en 1982 y terminó de la misma forma en 1991 por la negativa de El Jefe a seguir, alegando «cansancio y razones familiares». Ese año fue la última procesión, aunque ya sin El Jefe, al que no fue posible convencer para continuar en su papel de líder festivo.
«Surgió un día inesperadamente, después de la Descarga. Era un momento en que se liberaba mucha adrenalina y, de repente, se quedaba todo parado. Los integrantes de las peñas se reunían entonces en la plazoleta del Julter y allí, de broma, surgió lo de subirle a una tabla porque era el jefe. Surgió así y fue en aumento», narra Mera, quien recuerda a la gente aplaudiendo al paso del «Jefe» y los balcones llenos para ver el paso de la comitiva. Es más, tal fue la trascendencia, que marcas de vino y cava se ofrecían a mandar el producto con el que Cándido regaba a las masas, dada la publicidad gratuita que otorgaba esta multitudinaria e insólita procesión.
Ángel Luis Álvarez, fundador y presidente durante más de dos décadas de la peña «El Cachu», ratifica las palabras de Mera: «Lo imposible de creer es la timidez de Cándido y la transformación que llegaba a experimentar, en el ambiente de la pólvora se transformaba». Cuenta Álvarez que la broma de pasear a Cándido cual santo salió de los peñistas de «El Cachu». Explica que se usó un tablero de los que se colocan en las bodegas sobre caballetes para hacer de mesa. Encima se colocó una silla a modo de trono y año a año fueron aumentando los atributos del Jefe. Al final, el uniforme constaba de una corona de papel, una capa hecha con una cortina y una caña larga de un barreno a modo de bastón.
Al principio la silla no iba a anclada, fue el propio Álvarez a quien se le ocurrió instalarla fija por razones de seguridad. «Por el recorrido la gracia era intentar tirarle, pero nunca se cayó», cuenta el expresidente de «El Cachu». «Igual que como empezó se acabó y de un año para otro quedamos sin Jefe. Fue una pena porque era algo precioso y entrañable. Cándido fue una persona carismática y referente en el mundo festivo», añade.
Testigo de aquellos años fue el entonces Alcalde, José Manuel Cuervo, que llegaba a participar en la procesión durante el acto fingido de entrega del mando cangués a «El Jefe». «Se hacía en el patio del Ayuntamiento, que era de donde salía la procesión, la idea era que el Alcalde dotara al jefe de autoridad y a partir de ahí se subía a la plataforma. Recuerdo aquello con muchísimo cariño y se convirtió en uno de los grandes atractivos de las fiestas. La gente se divertía muchísimo y en un ambiente muy sano», añade el exalcalde, quien recuerda a Cándido como una persona «solidaria, entrañable y muy de sus amigos».
Juaco López, director del Museo del Pueblo de Asturias y presidente de la asociación canguesa Tous pa Tous, enmarca el fenómeno de la «Procesión del Jefe» en un contexto general en el que «los elementos paganos de las fiestas empezaron a tener más relevancia que los religiosos». Entre los setenta y los ochenta del siglo pasado, la Descarga experimenta un gran crecimiento, al igual que las peñas, que comenzaron a proliferar y en ese contexto, añade López, hay que entender el fenómeno de El Jefe.
El caso es que la procesión de El Jefe no sobrevivió a los años porque no fue posible encontrar sustituto para Cándido. «Se intentó, pero no se encontró relevo y todos los que lo vivimos lo echamos en falta», rememora Ángel Luis Álvarez. El caso es que el año de la despedida, en 1991, con las calles rebosantes de gente aguardando por el Jefe, hubo que encontrar una solución sobre la marcha. «En la silla atornillada al tablero colocaron todos los atributos del Jefe y añadieron una corona de flores como la de los entierros. Así hicieron el recorrido por última vez. Todo aquello parece algo increíble, pero los de Cangas se lo tomaban con la mayor naturalidad del mundo», concluye Mera.
A Cándido Puente siguieron llamándole para siempre el «Jefe», aunque se desligó de la organización de los festejos y nunca más salió en procesión convertido en santo de carne y hueso. Su último acto público fue en 1997 cuando la Sociedad de Artesanos reconoció su labor entregándole su «Medalla de Oro». Puente permanecerá para siempre en la memoria de los cangueses como un personaje irrepetible de su historia.