Con sus 20 velas de trapo, el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano recala este martes en el Arsenal de Las Palmas tras pasar varios días en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Lo hace con motivo de su XCVII Crucero de instrucción, un viaje que, según el contralmirante Santiago de Colsa Trueba, Almirante Comandante del Mando Naval de Canarias, aporta a quienes lo hacen tres lecciones de vida. La travesía forma parte de la formación militar de 76 guardamarinas, entre los que destaca en esta ocasión la princesa de Asturias, Leonor de Borbón.
De Colsa dio este lunes una conferencia en el Club Victoria, en Las Palmas de Gran Canaria, donde describió lo que supone el viaje en el Elcano para quienes hacen este Crucero de instrucción cada año. Es más, ante un nutrido público, aportó su propia experiencia y cuando realizó la travesía durante su formación como militar, además de recordar la relevancia histórica del viaje del marinero vasco Juan Sebastián Elcano, el primero en completar una vuelta al mundo allá por el año 1522.
Y es que la historia de este buque-escuela comienza en el puerto de Cádiz en los años 20 del siglo pasado. Barco y ciudad han creado en este tiempo «una estrecha relación», resaltó el contralmirante al inicio de su exposición. Botado en 1927, se escogió para su bautizo el nombre del navegante vasco. De Colsa hizo hincapié en que su papel y sus enseñanzas sirven hoy de inspiración para los guardamarinas. Este recordó lo que supuso la primera circunnavegación del mundo, más teniendo en cuenta que por ese entonces en Europa se desconocían, solo por poner un ejemplo, las tremendas dimensiones del océano Pacífico.
Audacia y tenacidad
Un «sacrificio humano» que, según relató De Colsa, «lo hicieron con audacia y tenacidad». Llegados a este punto, el contralmirante expuso lo que definió como cuaderno de bitácora del buque-escuela. ¿Cómo es una travesía en el Juan Sebastián Elcano? Este crucero de seis meses forma parte de una carrera formativa de cinco años mediante la cual los guardamarinas obtienen una titulación militar y otra civil como ingenieros industriales.
En el barco «no descansan ni un minuto». Allí se imparten clases por ambos lados -de hecho, embarcan con ellos profesores civiles de la Universidad de Vigo- y también colaboran con el Instituto Hidrográfico de la Marina y la Universidad de Cádiz en el estudio de los océanos. Les enseñan el comportamiento de las corrientes marinas, a posicionar el barco midiendo la altura del sol o de las estrellas y meteorología.
Condiciones espartanas
Se trata de una «inmersión docente al máximo grado, porque el guardia marina está conviviendo 24 horas al día, siete días a la semana, durante seis meses con sus profesores». Todo ello en unas condiciones que definió como «espartanas», en unos estrechos camarotes, aunque disponen de salas de ocio, además de lavandería, cocinas y hasta realizan fiestas como la del paso del Ecuador.
«La Armada necesita retirarles durante seis meses del mundanal ruido» a pesar de los cambios que se han producido en el siglo de historia del barco -en un principio, por ejemplo, se embarcaban vacas para poder tener leche fresca-. Y así, al final del viaje, serán los guardamarinas quienes «prácticamente» llevarán las riendas del barco.
Según De Colsa, la travesía les enseña a los tripulantes tres lecciones, primero a «tener la voluntad de vencer cualquier dificultad que se les presente en la vida profesional o personal» con valores como la tenacidad y la audacia. También les enseña camaradería a través de la convivencia, a ser empáticos; y, por último, «que el servicio a España ejercido en la Armada merece la pena».