A los más jóvenes igual el nombre de Joseph Raymond McCarthy no les suena de nada. Pero McCarthy fue el Torquemada anticomunista que realizó una caza de brujas en EEUU durante una década. El magistrado del Tribunal Supremo Ángel Hurtado se ha convertido en una especie de McCarthy de marca blanca cuyo único objetivo es cazar al fiscal general del Estado y le da lo mismo que las pruebas de descargo lluevan en el sumario todos los días.

La última bofetada de realidad ha sido la declaración del fiscal que inició el procedimiento penal contra el empresario Alberto González Amador, a la sazón novio de la presidenta Isabel Díaz Ayuso. El fiscal Julián Saltó declaraba este jueves en el Supremo que el abogado de González Amador le dijo que cuando le envió el correo electrónico en el que asumía que su cliente había cometido dos delitos fiscales también lo envió a la Abogacía del Estado.

Es decir, que ese correo pasó por infinitas manos antes de llegar a las del fiscal general la noche del 13 de marzo. Pero es que, además, de que el correo se envió al genérico de la Fiscalía de Delitos Económicos, alguien se lo remitió a su correo particular y, paralelamente, un funcionario lo imprimió y lo dejó sobre su mesa, en un despacho compartido con otros tres fiscales, y allí permaneció sin vigilancia hasta que regresó a su despacho a la mañana siguiente, estando a la vista de todo el mundo.

La pregunta inevitable que surge, más teniendo en cuenta que Salto ha declarado esto no una, sino dos veces, es porqué se sigue manteniendo una única línea de investigación, la de apuntar a la Fiscalía General del Estado y a sus responsables como las personas que dieron la orden de filtrar. Es en este punto cuando hay que recordar que Hurtado parece que esté más guiado por los escritos que presenta el abogado del novio de Ayuso que por las diferentes pruebas que han ido surgiendo. ¿Casualidad? Eso, como siempre, se lo dejo a su criterio lectores.

Pero claro, cómo va a tener en cuenta lo dicho por Salto si ha tirado a la basura, y ha descartado por completo, el hecho de que ese correo se enviara a una dirección genérica a la que tenían acceso más de 500 personas o que el mismo estuviera impreso y sin vigilancia 24 horas. Por no hablar del entorno de Ayuso. 

Y así, como ocurría durante el Macartismo la realidad se deja a un lado, ya que lo importante es acabar con el enemigo y con su ideología aunque ese implique destrozarle la vida. Yo siempre recomiendo la película Trumbo para explicar qué les pasó a los que acabaron en la lista negra de este senador. Cada día que pasa, y salvando las distancias, Álvaro García me recuerda más a Dalton Trumbo. Igual que el escritor y director de la magnífica Johnny cogió su fusil, estoy convencida de que el fiscal general acabará ganando la guerra, pero mientras tanto lo van a dejar gravemente herido en las diferentes batallas ejecutadas con un único propósito: destrozarlo a él para desestabilizar el Gobierno de Pedro Sánchez.

A la derecha se le llena la boca hablando del presunto uso torticero que hace el PSOE de la Justicia, pero la realidad es que aquí los únicos que tienen brazos ejecutores de su ideología vestidos con toga y puñetas son ellos.

 

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