La línea ferroviaria Ashkelon-Sderot, cerrada casi dos años por ataques desde Gaza, reanudará operaciones el 1 de febrero, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). El servicio quedó suspendido por los constantes disparos de cohetes, pero se ha reforzado para garantizar su seguridad.
El anuncio llegó tras la confirmación de un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás por parte de la Oficina del primer ministro. El ejército detalló que la decisión de reabrir la ruta se basó en una nueva evaluación y en las mejoras realizadas en su infraestructura.
“El tren es una infraestructura estratégica y esencial para la rehabilitación del Néguev occidental. No se ha escatimado en recursos para su regreso de manera segura”, declaró el ejército. Para ello, las FDI implementaron nuevas tecnologías, defensas físicas y capacidades de vigilancia en torno a la línea.
Acciones adicionales en el norte de Gaza y áreas fronterizas han reducido amenazas a la línea ferroviaria. A principios de mes, las FDI destruyeron un complejo de Hamás en Beit Janún, identificado como peligroso para el servicio ferroviario.
La estación de Sderot cerró en mayo de 2023 por motivos de seguridad, después de daños sufridos durante el ataque de Hamás en octubre del mismo año. Aunque reabrió en marzo pasado, las líneas al norte permanecieron inactivas por su proximidad a Gaza, siendo blanco frecuente de cohetes.
El cierre prolongó el viaje de Sderot a Tel Aviv, duplicando su duración al desviar a los pasajeros por Ofakim y Beersheba.
El mes pasado, The Marker informó que la Autoridad de Planificación autorizó al Ministerio de Defensa construir un muro protector para las áreas vulnerables de la línea ferroviaria. Este proyecto, valorado en 40 millones de NIS (11,2 millones de dólares), enfrentó la oposición del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, quien consideró que dicha inversión representaba una concesión ante los ataques desde Gaza.
Sderot fue uno de los lugares más afectados el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque masivo en el sur de Israel, matando a unas 1.200 personas y secuestrando a 251. La comisaría de policía local fue escenario de intensos enfrentamientos, dejando destruido el edificio y provocando la muerte de al menos 50 civiles y 20 agentes.