Un libro especializado en el mundo árabe pero con un enfoque accesible para cualquier persona que no tenga muchos conocimientos sobre esta cultura. Es la esencia del nuevo libro de Monstserrat Abumalham, Escrito en la arena. Cosmovisión y géneros literarios en árabe, cuya presentación tendrá lugar este viernes, a las 19.30 horas, en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante.
¿Que le llevó a escribir un libro que une la cosmovisión y la literatura árabe?
Yo he enseñado lengua y literatura árabe durante casi 40 años en la Universidad Complutense y de alguna manera este libro es el resultado de la experiencia docente que he tenido.
¿Qué es la cosmovisión?
Dicho en palabras más llanas es la forma de mirar al mundo. Es la idea que cada cual tiene de la realidad, es decir, cómo miramos a la realidad, cómo miramos a los demás, cómo nos miramos a nosotros mismos… Cada cultura tiene, de alguna manera, una peculiaridad propia y mira el mundo desde una perspectiva concreta y en este caso, en la literatura árabe podríamos decir que la mirada es la del hombre del desierto, por eso el libro se llama escrito en la arena.
¿Qué mirada ofrece su obra?
Una mirada que se hace a través de géneros literarios como el género de sapiencial, es decir, el género de las máximas y los proverbios que revelan una ética, una forma de mirar al mundo desde lo que es bueno y lo que no lo es. Otra forma de mirar al mundo es mirar algo tan importante como la muerte, cómo se experimenta la idea de muerte y cómo se vive esa idea de la muerte. En la poesía árabe hay toneladas de textos que se refieren a la visión de la muerte, al rechazo de la muerte a la desesperación por la muerte de un ser querido, etc. También se trata el amor, uno de los grandes elementos propios de los seres humanos, cómo se percibe el amor o cómo cambia a lo largo de la historia, cómo se expresan los sentimientos, qué clase de amor se refleja en los géneros literarios. Otra cosa muy interesante es la relación con la naturaleza, es decir, cómo vemos el paisaje, cuál es el paisaje que nos engancha y que nos dice algo que nos conmueve.
¿Cómo está mirando el mundo occidental al mundo árabe?
Desde la época romántica, desde finales del siglo XVIII en adelante y, sobre todo, a lo largo del siglo XIX, lo ve como un objeto de deseo, es decir, como un territorio en donde no existe nada que no que sea conservable y, más bien, como la reserva de elementos para la prosperidad de Europa. De ahí nace también ese sentimiento colonial que en algunos pensadores es positivo como forma de llevar la civilización, lo que se entiende como civilización, sobre todo, en el siglo XIX, en la industrialización. Pero, en el fondo, se mira desde una perspectiva más bien imperialista. Se mira al mundo árabe como un mundo utilizable, y no como un mundo respetable y eso lo estamos viendo en el momento presente con mucha facilidad.
Se mira al mundo árabe como un mundo utilizable, y no como un mundo respetable
Acaba de acordarse el alto al fuego en Gaza, ¿cree que está cerca el final de la guerra?
No lo sé, lo que estamos lejísimos es de superar la inmensa tragedia que viene viviendo el pueblo palestino desde hace casi 80 años, . eso agravado por este último arrasamiento del territorio de Gaza. Realmente, no me hace mirar hacia el futuro con grandes esperanzas, ni con consuelo.
¿Qué mensaje espera que los lectores se lleven de su libro en el en el contexto de los desafíos actuales al que se enfrentan las comunidades árabes?
Yo espero, quizás con una esperanza un poco grande, que la gente empiece a ver al mundo árabe, su realidad, su cultura y su desarrollo desde una perspectiva verdaderamente antropológica, es decir, que se que se considere el mundo árabe como parte de la humanidad y no como un ajeno exótico unas veces y otras veces temible. Que se considere que hay seres humanos y se valore a esas personas como a todas las personas de todo el mundo, que producen cosas desagradables, pero que también producen cosas hermosísimas y que han aportado mucho a la historia de la humanidad. Yo espero que se los coloque en el lugar que les corresponde, en el lugar en el que nos pondríamos nosotros mismos y se pone a cualquier persona.
La migración en España, al igual que en el que en el resto de Europa, está considerada como el principal problema de los ciudadanos, según el CIS de octubre, ¿qué le parece?
Terrible. Esto es para mí es un tema sumamente sensible porque yo soy hija de un inmigrante. Mi padre desarrolló aquí toda su vida, su labor intelectual y su labor profesional y aportó muchas cosas a la vida española y yo he continuado su obra. Soy una profesional reconocida dentro de mi materia, entonces ¿quién puede temerme a mí? El inmigrante es una persona que normalmente busca un espacio donde desarrollarse mejor que el suyo de origen y que aporta cosas cada uno en su medida. Pensemos en el exilio español a América Latina. Si no hubieran sido acogidos los españoles en México, ¿qué hubiera pasado con esas personas que han aportado? hay muchísimos intelectuales que aportaron grandes cosas. Aquí necesitamos una mano de obra, necesitamos que cuiden de nuestros ancianos, necesitamos gente joven y rechazamos a la gente como un peligro. ¿Dónde está el peligro? ¿Puede que haya algún delincuente? También los hay nacionales. No se puede ir por la vida funcionando con el miedo y últimamente se nos predica el miedo en todos los terrenos: el otro, el distinto, el ajeno… es un peligro, y eso es un error.
Que no se sea capaz de crear centros de acogida y de crear redes de familias que podrían acoger a esos niños con un mínimo de apoyo es una vergüenza
¿Cómo ve el conflicto que hay en España por el reparto de menores migrantes?
Eso es una vergüenza, directamente. Son menores, aislados de sus familia, que además no conocen el idioma, que no tiene ninguna conexión con nadie afectiva aquí y que, además, se les tiene hacinados en centros y que no se les pueda coger porque dicen que son un gasto es horroroso. Eso está ocurriendo cuando perdemos el tiempo en petardos y en fastos y en poner luces de Navidad con un derroche de energía y de gasto terrorífico. Que no se sea capaz de crear centros de acogida y de crear redes de familias que podrían acoger a esos niños con un mínimo de apoyo es una vergüenza. Deberíamos ir con la cabeza agachada por la calle todo el rato. Mi pensamiento es bastante claro.
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