El capital público es el gran protagonista de la inversión tecnológica en Europa. Según la Oficina Europea de Patentes (OEP), el modelo económico europeo requiere por ello una mayor participación del capital privado en las firmas de nueva creación que apuestan por la tecnología y la innovación como instrumento clave para la economía, en un marco de fuerte competencia con China y EEUU.
Un nuevo informe publicado este jueves por la Oficina Europea de Patentes hace una radiografía de los inversores que están haciendo posible la comercialización de los desarrollos tecnológicos más punteros en España y Europa. Según el informe, la inversión en tecnología en Europa está impulsada principalmente por grandes programas públicos e inversores privados especializados, mientras que en EEUU el mayor protagonismo recae en la financiación privada.
La inversión pública es fundamental actualmente en España en la financiación de empresas tecnológicas y de nueva creación, pero experimentó un serio ajuste en los últimos años. Entre 2010 y 2015 —como consecuencia de las políticas de austeridad— se redujo más de un 100%, con un recorte de 33.000 millones de euros. Ni siquiera la recuperación del crecimiento económico, a partir del 2015, permitió el restablecimiento de esta inversión que a finales de 2023 era todavía un 40% inferior a la de 2009. A partir de 2020 se produjo un importante cambio de tendencia, iniciándose una intensa recuperación de la inversión pública. El cambio de paradigma en la gestión de la crisis del covid, junto con los fondos Next Generation, permitieron elevar rápidamente los niveles de inversión pública. El nuevo paradigma económico que ha abierto la flexibilización de los dogmas del déficit es reconocido incluso por economistas ortodoxos como el presidente del Banco Central Europeo entre 2011 y 2019, Mario Draghi, ahora defensor de ayudas públicas masivas para apoyar la industria europea y el sector del automóvil en particular. Para la Oficina Europea de Patentes es fundamental que los inversores privados ganen protagonismo en la financiación de ‘startups’ tecnológicas y aprovechen el gran impulso público en este ámbito.
«Las ‘startups’ desempeñan un papel crucial para la comercialización de avances tecnológicos con gran potencial para impulsar el progreso. Sin embargo, tal y como destaca el informe de Mario Draghi, muchas empresas innovadoras se enfrentan a no pocos obstáculos financieros para crecer dentro de Europa», señala António Campinos, presidente de la OEP. «Esta brecha de financiamiento obstaculiza la transformación de la innovación en ‘startups’ escalables, lo que lleva a los emprendedores a buscar oportunidades en el extranjero. Cerrar esta brecha es crucial para revitalizar el crecimiento sostenible en toda Europa», explica.
Cuarto inversor de Europa
España se sitúa como el cuarto inversor en tecnología de Europa. Con un total de 1.048 inversores en nuestro país entre 2000 y 2023, y acumulando más de 11.500 transacciones, presenta un gran potencial por sus altos niveles de inversión. Se han destinado más de 44.000 millones de euros para financiar estas inversiones.
El estudio de la OEP revela que el 88% de los inversores europeos tienen carteras que incluyen empresas con patentes. Además, el 8% tiene patentes en más de la mitad de las empresas de sus carteras, lo que demuestra un fuerte compromiso de los inversores europeos con las ‘startups’ que patentan.
Los inversores con un mayor número de operaciones en España se encuentran principalmente en el País Vasco, lo que refleja la gran apuesta por la innovación en esta zona. Entre ellas, destacan varias entidades públicas de ámbito estatal como la Comunidad de Madrid, el Gobierno del País Vasco o la Asociación de Empresas de Gipuzkoa (ADEGI), así como las privadas BIC Gipuzkoa, BIC Bizkaia o Enisa.
Grandes empresas públicas
Los cinco principales inversores de la red de coinversores de Europa son grandes entidades públicas especializadas en financiación tecnológica. Se trata del Consejo Europeo de Innovación (CEI), Innovate UK, el Programa Eurostars para PYMES, Bpifrance y el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT). Entre los 100 primeros también figuran instituciones públicas paneuropeas como el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y otras agencias nacionales de innovación. En cuanto a los inversores privados que ocupan los 100 puestos más destacados, el 62% se centra en la financiación de fases iniciales de desarrollo, mientras que solo el 22% se especializa en la financiación en etapas avanzadas. De esta manera, se pone de manifiesto el limitado capital disponible en Europa para desarrollar tecnologías y comercializarlas, según el informe de la OEP. En cambio, en EEUU los inversores privados representan 98 de los 100 principales inversores de la red de coinversores. Asimismo, más de la mitad se especializan en inversiones en las fases avanzadas, demostrando que existe un mayor respaldo privado para el desarrollo de empresas de alta tecnología en esta región.
Reino Unido, Francia y Alemania lideran en términos de atracción de financiación, tanto por volumen de capital como por el número de transacciones, con una notable presencia de inversores en tecnología. En conjunto, estos tres países concentraron un total de aproximadamente 75.800 transacciones, atrayendo una financiación total de unos 392.000 millones de euros entre 2000 y 2023, respaldada por unos 6.100 inversores con una cartera de al menos diez empresas. Los Países Bajos, Suiza, Noruega, Suecia y Bélgica también muestran altos niveles de inversión respaldada por patentes, con más de 24.400 transacciones acumuladas y casi 88.500 millones de euros en el mismo periodo. Otros países europeos suman un total de más de 22.000 transacciones, con una financiación total de más de 70.000 millones de euros. Todo esto pone sobre la mesa el gran potencial de crecimiento de la especialización tecnológica en Europa, destaca el informe.
La inversión pública vs. inversión privada
La inversión pública es básica para el desarrollo de cualquier país pese a que en ocasiones los ciudadanos, influidos por la ortodoxia económica, tienden a criticar lo público frente a la iniciativa privada. Oligarcas como el dueño de Tesla, Elon Musk, o el fundador de Meta, Mark Zuckerberg, tienden a evidenciar ese protagonismo del inversor privado en la innovación, pese a que es la iniciativa pública la única capaz de realizar aquellas inversiones necesarias pero deficitarias desde un punto de vista económico. Aquello que un inversor privado consideraría un mal negocio o demasiado arriesgado. El capital público financia la construcción de infraestructuras esenciales y cubre las necesidades de educación y sanidad, pero también fomenta la innovación y el cambio técnico (electrificación del automóvil, por ejemplo), ayuda a reducir las desigualdades regionales y sociales, estimula la demanda agregada a corto plazo y la productividad a medio y largo plazo, y contribuye a la estabilización económica en periodos de crisis, cuando el sector privado retrae su inversión.
La División de Políticas Fiscales del BCE estima que los países de la UE necesitan impulsar una inversión pública —adicional al programa Next Generation— de más de 900.000 millones de euros hasta 2031. Esa inversión se destinaría especialmente a la transición energética, lucha contra el cambio climático y la digitalización (tecnología). Los Presupuestos Generales del Estado españoles deberían incorporar un incremento anual adicional de casi 13.000 millones de euros, un aumento estructural de 0,8 puntos del PIB en materia de inversión pública.
El capital privado no puede invertir en actividades o proyectos deficitarios pese a que auguren mejoras sustanciales para la mayoría de la población, pero el capital público sí puede tener capacidad para ello. Un buen sistema sanitario universal, por ejemplo, puede ser posible con recursos públicos. O la construcción de un ferrocarril hasta zonas poco pobladas (algo que en EEUU no fue nunca posible). El gasto público y el déficit es bueno para esas inversiones, pese a que tienden a ser demonizados por los economistas ortodoxos. La crisis del covid evidenció que era posible cubrir con presupuesto público la paralización casi total de la economía. Y la recuperación fue fulgurante.
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