La ausencia de signos externos visibles de violencia en el cadáver y los antecedentes alcohólicos del fallecido hicieron pensar en un primer momento que se trataba de una muerte natural más, la de un hombre de 61 años, solitario y que apenas salía de casa, que llevaría muerto varios días en su domicilio de Valencia. A la mañana siguiente, ya en la sala de autopsias, tan pronto como los forenses del Instituto de Medicina Legal de València le quitaron las prendas de ropa que portaba para comenzar con la pertinente necropsia del cadáver, vieron que estaban ante una muerte violenta, concretamente un homicidio por lesiones por arma blanca.

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