Pude entrevistar a David Lynch en 1986, durante el festival de Sitges, cuando vino a presentar ‘Terciopelo azul’. Entonces ya era uno de mis cineastas de cabecera, o más bien el cineasta de cabecera. Eran otros tiempos, nos dieron una hora de entrevista en el salón vació de un hotel que parecía en ese momento el bar del Overlook de ‘El resplandor’. A la media hora de conversación pasó un niño jugando con una pelota. Lynch empezó a hablar entonces de que cualquier cosa puede ocurrir en el momento más inesperado, refiriéndose a la casi fantasmática aparición del pequeño. Su cine –su obra en general: películas, series de televisión, discos, cuadros, fotografías, diseños, muebles, cómics, esculturas, videoclips, publicidad, obras efímeras y creaciones para internet: el artista renacentista en su máxima expresión– partía de esta idea. Siempre dijo que las ideas revolotean sobre nuestras cabezas. Solo es cuestión de atraparlas.

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